Por Federico Zárate (*)
En esta edición del suplemento que desarrollamos en alianza con Comercio y Justicia, creemos importante ahondar un poco más en el concepto de materialidad, un término que ha cobrado especial relevancia en los últimos años, particularmente en el marco de la gestión estratégica de la Sustentabilidad y la Responsabilidad Social (SRS), también conocida actualmente como gestión ASG (por sus dimensiones Ambiental, Social y de Gobernanza).
Primero, lo primero: cuando hablamos hoy de Sustentabilidad y Responsabilidad Social, ya no nos referimos solamente a acciones filantrópicas o a noticias esporádicas de buenas prácticas.
Hablamos de un modelo de gestión para empresas y organizaciones de todo tipo, tamaño y
sector, comprometidas con la gestión de sus múltiples impactos ético-culturales, económicos, sociales y ambientales, que derivan de sus operaciones, productos, servicios y
relaciones. Impactos que afectan no sólo el desempeño de la empresa sino también a diversos públicos de interés: personas trabajadoras, colaboradores, clientes, proveedores,
comunidades, inversores, gobiernos y otros actores relevantes.
En ese marco, el verdadero desafío es profesionalizar el gerenciamiento de esos impactos,
sosteniendo y potenciando el desempeño económico, pero fortaleciendo al mismo tiempo la
toma de decisiones con criterios sociales, ambientales y de gobernanza (estructura, políticas, sistemas de gestión, etcétera). Y hacerlo no desde la excepcionalidad o lo accesorio sino desde la cotidianeidad y la forma en que se planifica, se gestiona, se comunica y se mide lo que se hace.
Es precisamente desde esa mirada más estratégica e integrada que cobra sentido hablar de
materialidad.
¿Qué es la materialidad y por qué es relevante?
En pocas palabras, el concepto de materialidad nos invita a identificar qué temas o asuntos
son verdaderamente relevantes para la gestión de cada empresa u organización, tanto
por el impacto que generan en la sociedad y el ambiente como por su potencial influencia en el propio desarrollo y sostenibilidad del negocio.
Podríamos decir, entonces, que la materialidad es un concepto que ayuda a poner foco. Y
eso no es menor. Porque en un contexto donde abundan los desafíos globales y locales, las
expectativas sociales y diversas exigencias normativas o reputacionales, no se puede (ni se
debe) abordar todos los temas al mismo tiempo y con la misma intensidad. La clave está en
saber priorizar.
Y es en esa priorización donde se juega buena parte de la gestión sustentable:
¿Qué temas son realmente importantes para mi empresa, considerando su rubro, su entorno, su escala y sus grupos de interés?; ¿qué impactos generamos y cuáles debemos gestionar mejor?
¿Qué riesgos enfrentamos si no lo hacemos?; ¿y qué oportunidades pueden surgir, si actuamos de manera responsable y alineada con las expectativas sociales?
Cada organización debe hacer su propio ejercicio de análisis de materialidad. Algunas
empresas tienen procesos y actividades con impactos ambientales más significativos; en
otras, las cuestiones sociales son más prioritarias; para otras, la solidez financiera y la
transparencia son claves para sostener la licencia social y la competitividad. No hay una única respuesta válida: el verdadero valor del concepto de materialidad está en que permite
construir una gestión estratégica a medida, sin fórmulas genéricas ni abordajes
superficiales.
“Zapatero a tus zapatos”, con mirada de sostenibilidad
Decimos muchas veces que cada organización debe enfocarse en lo que sabe hacer, en lo que le es propio, en lo que conoce de cerca. O, como reza el dicho popular, “zapatero a tus zapatos”.
Pero la evolución de los conceptos -y de la gestión en sí misma- exige también una
ampliación de esa mirada. Porque lo que antes era “lo propio” hoy está profundamente
interrelacionado con múltiples factores: la cadena de valor, el ciclo de vida de los productos, las condiciones laborales, los datos que se recogen y se protegen, las emisiones que se generan, el tipo de insumos que se eligen, el acceso al financiamiento, entre muchos otros. Todo forma parte de una gestión que debe pensarse con más integralidad y visión sistémica.
Desde esta lógica, la materialidad no es una moda ni un tecnicismo reservado a grandes
empresas. Es, en realidad, una herramienta clave para cualquier empresa que quiera
orientar su gestión de manera más estratégica, hacer mejor uso de sus recursos, fortalecer
su vínculo con sus públicos de interés y generar más valor económico, social, ambiental y
ético-cultural.
La doble materialidad: impacto y finanzas
En los últimos años también ha cobrado especial fuerza el concepto y el análisis de la doble
materialidad, para fortalecer la gestión con criterios ambientales, sociales y de gobernanza.
Esta perspectiva propone observar los temas materiales desde dos dimensiones
complementarias:
Materialidad de impacto: se refiere a los temas económicos, sociales y ambientales
que generan un impacto significativo en la sociedad o el ambiente, y que son
especialmente valorados por los públicos de interés.
Materialidad financiera: abarca aquellos temas que tienen -o podrían tener- un
impacto financiero relevante en la empresa, en su desempeño, en su reputación o en su
valor de mercado.
Lo interesante de esta doble mirada es que permite analizar qué temas son especialmente
importantes para asumir compromisos e impulsar buenas prácticas de cara a los
públicos de interés, incluso más allá de su peso económico; qué otros deben ser
gestionados estratégicamente porque podrían afectar directamente la competitividad
(costos, ingresos, multas, oportunidades de negocio, acceso a mercados, juicios, etcétera), y también identificar aquellos que cumplen ambos criterios, conformando un núcleo prioritario de gestión.
Escuchar, dialogar, conocer
Ahora bien, ¿cómo se identifican los temas materiales?
La respuesta más simple es: escuchando, dialogando, conociendo. La identificación de
temas materiales implica un análisis interno de la propia organización, pero también requiere comprender los intereses y expectativas de los públicos con los que se vincula. Para eso, es clave el conocimiento que ya se tiene de cada actor, pero también el ejercicio sistemático de abrir canales de comunicación, realizar consultas, analizar tendencias y leer el contexto.
El diálogo con públicos de interés -algo que desde IARSE promovemos desde hace más de
dos décadas- se vuelve entonces una fuente indispensable para comprender qué temas
preocupan, interesan o movilizan a quiénes se relacionan con una empresa. Porque lo
material no se define en soledad ni se decide sólo desde la alta dirección; se construye
desde el vínculo con el entorno.
Del análisis a la acción (y a la rendición de cuentas)
Una vez que se identifican los temas materiales, el paso siguiente es integrarlos a la
planificación y a la gestión. Esto puede traducirse en definir compromisos específicos,
políticas, programas, objetivos, metas e indicadores, con responsables y recursos
asignados. Pero también resulta fundamental la comunicación, la transparencia y la
rendición de cuentas; lo que además es una exigencia si se quiere seguir algún estándar
reconocido como los lineamientos de la Global Reporting Initiative (GRI), que justamente
estructuran los informes en base a los temas materiales identificados.
Por eso, la materialidad no es solamente una etapa dentro de un proceso de reporte. Es, ante todo, una brújula para la gestión. Un ejercicio que ayuda a ordenar prioridades, asignar
recursos de manera más inteligente y generar valor con sentido.
Una invitación necesaria
En un contexto como el actual, donde la confianza se construye con hechos y donde las
empresas -grandes o pequeñas- están cada vez más expuestas al escrutinio público, contar
con un análisis de materialidad propio, claro y consistente, no es un lujo: es una necesidad.
Desde IARSE invitamos a todas las empresas y organizaciones -sin importar su tamaño o
sector- a hacer su propio ejercicio de análisis de materialidad, adaptado a sus
capacidades y contexto, pero con la convicción de que mirar hacia adentro, dialogar hacia
afuera y actuar en consecuencia es el camino más sólido para una gestión responsable,
estratégica y sostenible.
(*) Director Ejecutivo del IARSE