Si bien no discute la igualdad entre los géneros, la especialista considera que hay mucho por hacer en el ámbito del trabajo.
Por Cecilia Pozzobon – @cecipozzo_cyj
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Patricia Debeljuh es experta en ética empresarial y directora ejecutiva del Centro de Conciliación Familia y Empresa del IAE Business School de la Universidad Austral. Habiendo realizado numerosas investigaciones, dictado conferencias y disertaciones, y escrito varios artículos y libros sobre la organización empresaria y el rol de la mujer, compartió con Buenas Prácticas sus consideraciones sobre el liderazgo femenino y los desafíos pendientes para igualar el empoderamiento del varón.
-¿Cómo ve la evolución del empoderamiento de la mujer?
-El fenómeno está directamente vinculado con el mayor nivel educativo que alcanzó la mujer. Entró masivamente a la universidad primero, y desde allí ingresó al mercado del trabajo, lo que ha hecho que, con los años, se note el impacto de la formación. En la región, la mujer entra al mercado laboral con más nivel educativo que los varones. Ellos consiguen trabajo con los estudios que alcanzaron; en cambio, por lo general, la mujer primero se prepara y luego busca trabajo. Ahora, una vez que ingresa, como el mundo laboral ha sido históricamente diseñado por hombres y para hombres ya que durante siglos fueron los únicos que trabajaron, entra a un ámbito poco flexible y con pocas prácticas que apoyen al desarrollo de la familia, ya que el eje está fijado en la productividad, la rentabilidad y el beneficio. Entonces, el proceso de empoderamiento de las mujeres -que es un fenómeno reciente-, es testigo de la lucha por no perder su condición femenina. Al estar el mundo del trabajo tan masculinizado, existe la tentación de que, para conquistar el poder que ostentan más los varones, ellas trabajen como ellos, lo que perjudica a ambos.
-¿Por qué los perjudica?
-En el caso de la mujer, porque adopta un modo de trabajo y un estilo de liderazgo que no le es propio y, en el caso del varón, porque también pierde el aporte complementario que le da uno distinto a él. Se elimina la diferencia, que es lo que nos potencia. Cuando hablamos de la evolución del empoderamiento de la mujer hay que tener en cuenta que no se trata de que la mujer tome posiciones de poder copiando al varón, porque en la medida en que lo copia, se desnaturaliza ella misma.
-¿Ése es uno de los desafíos que hay para el futuro?
-Totalmente. Es claro que los varones y las mujeres somos iguales, es algo que ya no se discute porque es una cuestión de derechos humanos pero, en la realidad, todavía se sigue discriminando a la mujer, precisamente porque el ámbito de trabajo no está del todo preparado para recibir el aporte de ellas.
-¿En qué se diferencia el liderazgo del varón y el de la mujer?
-Lo específicamente femenino, que no quiere decir que el varón no pueda adquirir, pasa porque el liderazgo de la mujer es mucho más empático, es decir, la mujer tiene mayor capacidad de ponerse en la realidad de las personas que dirige. Asimismo, se interesa más en el para quién; los varones en el para qué de los procesos. La mujer pone foco en las personas, por eso es que motiva de manera diferente, le interesa contar con el compromiso de las personas. En cambio, ellos motivan más por los resultados, es decir, por qué es lo que van a conseguir. A su vez, a la mujer le interesa contar con la gente motivada de manera intrínseca y no de manera extrínseca, como ofrece el varón. Por eso, ella construye el poder basada en el consenso, suma voluntades, ejerce el poder de manera más democrática; mientras que el varón hace sentir más el peso de su autoridad. Se dice que ellos lideran con imposición jerárquica. La mujer, en cambio, necesita que el equipo la apoye. También tiene mayores habilidades de comunicación, por lo que, al impartir una orden, dan a conocer los motivos; en cambio el varón es más directo, usa menos palabras y comunica sin tantos fundamentos. Hay que tener en cuenta que todo esto puede ser aprendido por uno y otro. Es decir, los varones pueden ser empáticos, democráticos, buenos comunicadores, pero son todas habilidades que se aprenden viendo a una mujer liderar así. Lo mismo les pasa a las mujeres. Somos poco estratégicas y más emocionales. Nos cuesta tomar decisiones difíciles -como los despidos- porque sabemos los costos emocionales que tienen. En cambio el varón es más estratégico, tiene mirada de largo plazo que la mujer no posee porque piensa en lo que la rodea hoy y ahora.
-En esta evolución de la mujer en el poder, ¿falta mucho camino?
-Muchísimo. Tanto en el país como en la región. La mujer no ha llegado masivamente al poder. En Argentina, la mujer representa más de 50% de la matrícula universitaria y 60% de los egresados. Pero si uno analiza la cantidad de ellas que llegaron a puestos de poder, la proporción no se ve reflejada. Tampoco es que a escala mundial o regional sea muy diferente. En el mundo, la mujer representa 40% de la fuerza laboral, pero sólo 24% de los puestos directivos es ocupado por una de ellas. En la región, el país que siempre encabeza el ranking es Colombia. Allí, 29% de los puestos directivos son ocupados por mujeres. Le sigue México, con 25 y Argentina, con 20%.
-Pero también en la región se han dado casos de mujeres que llegaron al máximo puesto de poder. Estoy pensando no sólo en Cristina Fernández sino también en Dilma Rousseff y en Michelle Bachelet…
-Creo que en estos ejemplos hay que analizar si se deben a méritos propios. Y digo esto no por desmerecer sino porque también está estudiado que, para que una mujer llegue alto, necesita de un varón que le allane el camino y le abra puertas. Eso también pasa en el ámbito de las empresas y no sólo en lo público. Pensemos, a Dilma la abrió la puerta Lula (Da Silva), a Cristina se la abrió Néstor (Kirchner), y a Michelle Bachelet los antecedentes de su padre. Estos países tan machistas, explican estos liderazgos porque son impuestos por varones. Y más allá de estas tres personas, de las cuales no voy a abrir juicio de valor porque deben tener sus méritos personales, hay que ver si pudieron llegar exclusivamente por sus méritos. Yo sueño con que cualquier mujer pueda llegar alto sólo acompañada de su currículum, tal y como suelen hacerlo los varones.
-También podríamos cuestionar si ellos llegan sólo por sus méritos o porque tienen quien los acompañe y atienda cuestiones personales…
-Absolutamente. Hay un estudio en el que se analiza la proporción de varones y mujeres presidentes en la región, el estado civil de los mandatarios y el número de hijos. Allí se demuestra que hay más varones que mujeres; que dentro de los varones, la mayoría está casado y que la media de hijos es más alta que la media de hijos de las mujeres presidentas. Además, surgió que entre de las mujeres, las menos eran las casadas, y abundaban las separadas. Algo que demuestra que el varón cuando llega es porque hay una familia por detrás que lo acompaña, en cambio la mujer sufre más la denominada doble agenda, es decir, la de una trabajadora pendiente de sus responsabilidades familiares.
-Finalmente, la mujer ¿es más ética que el hombre?
-No puedo decir que es más ética. Sí que tiene mayor sensibilidad respecto de esas cuestiones y eso está asociado a que históricamente la mujer ha educado a los hijos, y está claro que uno los educa por el camino del bien, entonces, como ha asumido más ese rol, está mas sensibilizada. También está probado que el varón se arriesga más, desafía más los sistemas. Se ha comprobado que hay cosas que la mujer no haría, precisamente porque no se arriesga; en cambio el varón tiene un umbral de riesgo muy diferente y, medido con dilemas éticos, se ha visto que se las juega y transgrede más. En estudios de corrupción, al ser más la cantidad de varnes con puestos de liderazgo, es evidente que son más los que están involucrados en dilemas éticos, pero eso no porque sean más corruptos, sino porque hay más varones en puestos en los que se pueden tomar decisiones equivocadas.