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Una pandemia tardía y disruptiva

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 Por Pablo Martínez Ghirardi*

No caben dudas de que 2020 permanecerá en la memoria generacional de cada habitante del planeta. Prontamente, un virus surgido de los profundos temores inspirados en cientos de películas nos atacó impiadosamente. Naturalmente, cada sociedad reaccionó a su modo. Pero el miedo creció proporcionalmente al tiempo que ganaba espacio en los títulos y geográficamente se acercaba. En su historia, la humanidad ha sufrido distintas pandemias y epidemias. Incluso en este primer cuarto del siglo XXI ya hemos sufrido epidemias como el SARS o el MERS, parientes cercanos del Covid-19. La singularidad actual es su velocidad de propagación, su capacidad de captación mediática y su consiguiente enfoque político. Que dependiendo del prisma con el cual observemos su aparición, podemos juzgarla como tardía, o justo a tiempo. 

Si lo naturalizamos como una consecuencia del mundo globalizado donde las personas viajan de un extremo del mundo al otro en horas, participan en economías distantes y la información fluye frente a nuestros ojos como si ocurriera justo frente a nuestras ventanas, entonces llegó justo a tiempo para mostrarnos su magnificencia de la inmediatez globalizada. Absortos vemos el minuto a minuto de los infectados como si se tratara del cambiante tablero de resultados en un evento deportivo. El virus nos muestra lo conectados que estamos, lo insignificantes que somos y cómo la naturaleza clama por sus espacios al nostros retroceder en los nuestros. 

Sin embargo, es tentador imaginar que el Covid 19 se perdió el discurso universal de Obama en la Universidad de El Cairo. El virus, por consiguiente, llegó tarde a la cita. Al Gore publicó su documental con responsabilidad por marcar el deterioro medioambiental en el año 2006, las burbujas financieras estallaron en 2008, WikiLeaks desnudó secretos del planeta en 2010, la película pandémica Contagio se estrenó en 2011, Chávez y sus sueños de la Gran Colombia fallecieron en 2013, Fidel Castro -influyente ideológico global- pereció en 2016 y Obama -el presidente del planeta- terminó su segundo mandato en 2017. La economía globalizada está dando pasos agigantados en retroceso frente a procesos nacionalistas. A lo americano con los Trump, los Maduro y los Bolsonaro, a lo europeo con Boris Johnson y su anhelado brexit. A lo asiático con China y sus tentáculos comerciales bilaterales, o a lo ruso con sus inocultables sueños de grandeza imperial.  

Llega en un momento, la pandemia, de intenciones rupturistas y de cuestionar las instituciones internacionales. Debería encontrarnos más preparados que nunca, vinculados para establecer estrategias globales y de prevención. Con una institución como la Organización Mundial de la Salud (OMS) con más de 70 años de antigüedad, 7.000 colaboradores en 150 países y un objetivo de liderar en el mundo los asuntos relativos a la salud. No obstante, observamos un escenario erosionado en una “posplanetización” de las relaciones humanas. Cada país elabora distintas estrategias, desconfía de sus vecinos y tiene dudas respecto a la independencia profesional de la OMS. Con denuncias de oscuras relaciones de poder con algunas potencias, por expresarlo de algún modo sin adentrarnos en mundos conspirativos.

El virus, más que global es aislacionista. Sirve de argumento para los extremos. Tienta a gobernantes autoritarios a acentuar el control social y, por qué no, a asumir medidas de apropiación de riquezas. Siembra discordia entre Estados socios, promueve el cierre de puertas y la discusión de medidas restrictivas. A su vez, remueve heridas internas en las comunidades y expone diferencias en las formas de enfrentar la realidad sanitaria. Medidas sólo políticas o gestión de la salud integral. Paralización total versus apertura total.

Jared Diamond, en su obra Colapso, nos relata cómo a lo largo de la historia de la humanidad hubo sociedades que colapsaron. En algunos casos hasta desaparecer y en otros, ante mismos escenarios, se adaptaron y perduraron. En este caso, la globalización funciona como vehículo para que en la actualidad, un problema  -dependiendo de su gravedad- nos encuentre como una única sociedad que debe enfrentar la dificultad y adaptarse o morir como sociedad global. 

Pero insistimos: si el virus llegó tarde, ¿podemos hablar de una etapa superadora de la globalización? Lo presumible es que aquellos nacionalismos extremos, populistas y aislacionistas intentarán sentenciar de muerte el mundo planetario y global. 

Sin embargo, estos modelos cerrados y extremos, ¿podrán contener sociedades ya de por sí insatisfechas? Sociedades con necesidades básicas pendientes. Estos escenarios son propicios para vernos tentados a recurrir a fundamentalismos o populismos asistencialistas de mitigación, más que de contención. Que nos dan sensación de protección pero no de utilidad. Donde las justificaciones llegan apelando al instinto básico de supervivencia denominado miedo que, una vez despertado, es irrefrenable. Utilizando para ello los recursos necesarios, ya sea conspiraciones externas, guerras o lo que el miedo domine el sentir popular. Unos aprovecharán para frenar movimientos populares contrarios incipientes, otros harán negocios. 

Por ello decimos que el virus llega tarde, extemporáneo. No representa el costo del aprendizaje planetario hacia una conciencia global que nos hermana y muestra un camino juntos en pos de lograr equilibrios entre las personas y sus interacciones. El virus llega tarde, en el declive del pensamiento globalizador, en el auge nacionalista y proteccionista, en la decadencia de las instituciones internacionales, sirviendo de excusa para alimentar las estructuras de poder autoritarias que encuentran las motivaciones perfectas para avanzar sobre libertades individuales en pos de la salud de todos. 

El momento es disruptivo y el panorama nos presenta dos frentes. Uno nos obligará a adaptarnos y reforzar nuestra capacidad para tratar una enfermedad, curarla, evitarla o erradicarla. Con seguridad, el impacto no será igual para todos y golpeará más donde más necesidades insatisfechas existan. El otro, como sociedad global, nos pone a prueba y requiere de nuestros anticuerpos democráticos para evitar correr al amparo de las cavernas. Porque, en definitiva, necesitamos un mundo global y social donde haya igualdad, pero que para ello no sea necesario renunciar a nuestras libertades y a nuestra individualidad. 

 

(*) Diplomado en periodismo político

Comentarios 9

  1. Juan C. Molina says:

    El comentario es una perfecta radiografía en alta definición de la realidad que vivimos. Felicitaciones por su perspectiva y claridad.

  2. Martin says:

    Increíble! Se necesitan más personas con esta visión!

  3. Sofía zappia says:

    Me encanto!!!

  4. Color says:

    Well done Vap!

  5. Impecable como siempre Juan Pablo .

  6. Lucas Kahn says:

    Tuve la oportunidad de conocerlo y fue un placer conversar con Juan Pablo.

  7. Lucas Kahn says:

    Impecable, muy claro!!! Espero la próxima columna.

  8. Martin Casas says:

    Excelente columna Juan Pablo

  9. SANTIAGO MARES says:

    Excelente columna, muy claro y preciso de la realidad en que vivimos. Me encantaría tener una charla de café con el Sr. Martinez Ghirardi.

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