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Terminar con las causas estructurales de las crisis recurrentes

Por Luis A. Esterlizi* - Exclusivo para Comercio y Justicia
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La idea de sellar un gran acuerdo nacional, postergada por discrepancias en defensa de intereses partidarios con vistas a 2019

Por Luis Alberto Esterlizi (*)

La causa madre
Hace años que Argentina viene perdiendo el rumbo de su futuro y fracasando en concretar la idea estratégica de elaborar desde un modelo netamente argentino lo que debe ser nuestro Proyecto Nacional. En él se establecerían los ejes liminares de las ideas-fuerzas en lo político, económico y social que debían ser consensuadas por la sociedad organizada, bajo el “paraguas” institucional de un pacto social, integración de clases y sectores y por sobre todas las cosas la unidad del pueblo argentino.
Con el transcurrir del tiempo, en el que se sucedieron interrupciones de facto y enormes confusiones internas como también influencias de intereses internacionales que buscan consolidar sus poderes en el concierto mundial, perdimos las posibilidades de ser una potencia, no por nuestra fortaleza bélica sino por el compendio de valores y virtudes de una sociedad de trabajo y producción y de los aportes extraordinarios que nos brinda una naturaleza prodiga en recursos.
Así llegamos hasta los sucesos que dieron nacimiento a un nuevo momento institucional, cuando pretendíamos consolidar un proceso de enorme trascendencia democrática a partir de 1983, pero tal vez sin percatarnos de que los muchos años de desencuentros nos dejaron las huellas profundas de actitudes confrontativas y especulativas que eclosionaron con los acontecimientos de 2001/2.
Y aunque en éstos la mayoría del pueblo exigía un cambio de 180 grados, una dirigencia entronizada en las distintas instituciones no pudo o no quiso salir de dicho modelo, que seguía seriamente dañado por los viejos estigmas de la sinrazón y la especulación eminentemente electoralista.

El momento actual
En la actualidad volvemos a enfrentarnos con situaciones similares a las del pasado, sufriendo las consecuencias producto de una enorme confusión interna coincidente con el despliegue de intereses foráneos, como son los que provienen del capitalismo financiero claramente especulativo, que generan nuevamente el desconcierto y la desesperanza.
Parecería que tanto el Gobierno nacional como las oposiciones han centrado sus discrepancias en defensa de intereses partidarios pensando en 2019 y dejando colgada de una precariedad política innegable la idea de sellar un gran acuerdo nacional. Peor aún ya que, de llegarse a dicha instancia, comprobaríamos si efectivamente los sectores en pugna tienen la intención de ceder posiciones y encontrar las verdades que se necesitan para acordar las políticas públicas que menos daño y más beneficios se consigan a favor del pueblo argentino.
Este cimbronazo que ha significado el trastrocamiento del modelo propuesto por el Gobierno como la modificación profunda de algunas variables económicas, retrotrae la ejecución de varias promesas de campaña ante el nuevo escenario conformado por la turbulencia cambiaria, el enorme déficit fiscal, fuerte endeudamiento y la fiscalización, de ahora en más, del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Ser soberanos
Lo que realmente le otorga poder a la moneda de un país no es la independencia del Banco Central ni la presencia de un “superministro” de Economía: es el trabajo y la producción nacional; es el crecimiento económico adosado al desarrollo social; son las políticas públicas que reconstruyen el tejido social, basadas en la educación, el trabajo y la producción; es reencontrarse con el capital genuino que proviene del ahorro y esfuerzo de todos los argentinos; es -indefectiblemente- poner en práctica la responsabilidad social que deben exponer los sectores gremiales y empresariales con el Estado, concretando un pacto social trascendente.
En fin, es recuperar la calidad de soberanos y animarnos a que la sociedad en su conjunto sea la diseñadora e impulsora de las políticas públicas al servicio de un programa de corto, mediano y largo plazos, supeditando las compulsas electorales y enfrentamientos sectoriales al momento previo de consensuar una agenda común que implique compromisos indefectibles e ineludibles por parte de todos y cada uno de los que queremos terminar de tropezar siempre con las mismas piedras.

(*) Ex ministro de Obras y Servicios Públicos de la Provincia de Córdoba

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