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Segunda vuelta: Colombia vota entre temores y esperanzas

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Por Silverio E. Escudero

Colombia ha votado. Los datos del escrutinio de la elección presidencial indican que Iván Duque, el candidato elegido por el dedo del ex presidente Álvaro Uribe, encabeza la preferencia de los votantes. Votos que no alcanzan para proclamarse presidente en primera vuelta. En segundo lugar se ubicó el ex alcalde de Bogotá, Gustavo Petro. Muy cerca del segundo lugar se ubicó Sergio Fajardo, del partido Compromiso Ciudadano. El nuevo presidente saldrá del enfrentamiento de los candidatos más votados el 17 de junio próximo.
Se abre un nuevo tiempo de promesas. Los candidatos –sonrientes desde los carteles- están dispuesto a contradecir sus convicciones más intimas por un voto más. El mejor ejemplo sea el de Iván Duque, quien, apenas conocidos los resultados de bocas de urna, aseguró –frente a la mirada torva de su mentor- que no estaba dispuesto a romper el acuerdo alcanzado en 2016 entre el gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) que tomó años negociar sino que lo profundizaría para asegurarles a los colombianos un futuro de paz con justicia.

Desde la acera de enfrente, Gustavo Petro, el candidato de la izquierda y con pasado guerrillero –perteneció al disuelto M19-, promete expandir la timorata clase media colombiana y respetar a la oposición política si fuera elegido presidente. Mientras proclamó, urbi et orbi, que su movimiento político era la voz de los excluidos del debate político de la nación por la pobreza endémica, la inequidad y la violencia política. Por lo que prometió “enriquecer a los pobres” a través de la educación y evitar que la economía siga dependiendo de la exportación de petróleo y otros recursos naturales para que el trabajo de las familias en el campo pueda despegar. En un intento de hacer olvidar que en algún momento de su historia política prometió expropiar los latifundios y, de paso “sacudirse ahora mismo” molestas fotografías que lo muestran abrazado a Hugo Chávez Frías, Nicolás Maduro, Fidel Castro, Tiro Fijo, entre otros personajes “políticamente incorrectos”, como afirman sus voceros.

Los colombianos, como el resto del continente, están llenos de preguntas. ¿Dudan acaso de la independencia de criterio de Iván Duarte o le reclamarán que Álvaro Uribe sea presidente en las sombras? En ese caso ¿estarían dispuestos a rearmarse, romper los acuerdos de La Habana y llenar las cárceles de perseguidos políticos y jóvenes adictos a las drogas, en vez de perseguir a los cárteles del narcotráfico? ¿Se alegrarán por el ingreso de Colombia como miembro pleno en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), estatus que nunca pudieron alcanzar Israel y Argentina? Pretensión, en el caso de nuestro país, que han reclamado –a pesar de ser aliado extra OTAN- todos los gobiernos desde el de Carlos Menem a la fecha.
El otro eje del debate que observaremos desde nuestra atalaya es el económico. Las cartas están tiradas sobre la mesa. No habría mayores sorpresas. Mucho más cuando se sospecha que alguno de los candidatos habría recibido contribuciones ¿ilegales? de la plataforma de transporte alternativo Uber, a la que Iván Duarte demoniza cada vez que surge el tema; cuestión sobre la que Preto guarda un cauteloso silencio.

Apremiados por las encuestas y los realineamientos poselectorales, habrá que leer entre líneas sobre cuáles son las reales intenciones de los candidatos sobre la extracción no convencional de gas y petróleo (fracking), al que hasta ahora Duarte y Petro, Petro y Duarte, se han mostrado contrarios.
Los programas de gobierno enunciados, por estas horas, están siendo revisados –a matacaballos- por los equipos técnicos de los boxeadores de la pelea de fondo. La batalla contra la desocupación ocupa un lugar destacado en la agenda. Deben afinar los números. El voluntarismo de los anuncios requiere realismo ante la perspectiva de ser gobierno.
Igual responsabilidad les exige la suerte de los jubilados y pensionados. Ronda, en los analistas económicos a los que hemos accedido, la idea del aumento de la edad jubilatoria y una quita importante en los haberes de la clase pasiva. Tanta como la que debería sufrir el salario mínimo para desvelo de millones de colombianos, habida cuenta de que es el monto de la mesada de supervivencia que reciben por sus tareas.
Las respuestas, hasta el cierre de El Balcón, son auspiciosas. Duarte afirma que lo subirá apelando a estrategias fiscales y empresariales; Preto apela al resultado de una fórmula que combina los ingresos del Estado y los aportes del capital privado. Los actuarios de Colpensiones –el equivalente colombiano a nuestra Anses- no avizoran ese futuro promisorio. Es que el tesoro está plagado de bonos del Estado que, por momentos, dejaron de cotizar hasta en los mercados secundarios, razón por la cual se vería impedido de garantizar “una pensión del salario mínimo a cada colombiano.”

Primer balance
El primer balance de la jornada electoral permite afirmar que los 20 millones de colombianos que votaron el domingo pasado ganaron la primera gran batalla tras la guerra civil. Votaron en paz. Hasta los más remisos guardaron sus fusiles y ametralladoras. Se registraron sólo incidentes menores y la tardanza en abrir algunos sitios de votación. El segundo triunfo, en un sistema electoral voluntario, fue vencer el abstencionismo. En estas elecciones fue el menor de los últimos setenta años.
La sombra y el recuerdo de Jorge Eliécer Gaitán (Comercio y Justicia, 17 de enero de 2018) rondaron todas las mesas de análisis y en el recuerdo de los memoriosos. Éstas fueron las primeras elecciones, después del Bogotazo, en que los colombianos celebraron en tranquilidad.
Los análisis políticos hacia adentro de las fuerzas que arriban a la segunda vuelta deben tener en cuenta que hubo un voto castigo hacia los partidos políticos tradicionales y a una clase política envilecida que la mayoría sueña con erradicar para siempre.
Si bien, a la distancia, no percibimos ese halo de esperanzas, los colombianos entienden que Iván Duarte –a pesar de Uribe- es un voto de renovación política y una apuesta al cambio generacional. Y el voto a Petro, con otras connotaciones, centrado mayoritariamente en los nueve departamentos más pobres y abandonados de Colombia, “es un campanazo para una clase política que persiste en no darse cuenta de que el anquilosamiento y corrupción del sistema abren paso a opciones que llegan a romper con la propia institucionalidad (…) Duque Márquez y Petro mostraron en sus intervenciones que siguen en la lucha, que habrá confrontación de ideas y de proyectos. Se enfocarán en buscar los votos de los otros candidatos, no todos ellos endosables ni sujetos a disciplina, entre otras cosas porque quedó demostrado de nuevo que no hay lealtades partidistas sino seguimiento a los líderes y a sus visiones de país.

Confianza en la democracia
Colombia puede seguir teniendo confianza en su democracia, en su capacidad de debatir las ideas y los programas. Quedan tres semanas de actividad proselitista, y la invitación es a la tranquilidad, el respeto, el pluralismo, la verdad y la altura ética de las campañas”, editorializó, pleno de esperanza, el diario El Colombiano.
Por su parte, John Freddy Bedoya Marulanda, investigador de la Universidad de Antioquia, anotó, en el mismo medio, tras las elecciones: “Lo que estamos viendo es que no están contando los partidos únicos, ni siquiera el Centro Democrático que tiene tanta fuerza, pues le tocó buscar apoyos en el Mira (1) y con Viviane Morales (2). Lo que hay es un sistema de puras coaliciones, de alianzas, que van a marcar las relaciones entre Presidencia y Congreso”.

1.- Mira: Movimiento Independiente de Renovación Absoluta, brazo político de la Iglesia de Dios Ministerial de Jesucristo Internacional.

2.- Candidata presidencial evangélica que retiró su candidatura en apoyo a Duarte.

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