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Reaparece con vigor el denominado “déficit cuasi fiscal”

Por Salvador Treber. Exclusivo para Comercio y Justicia
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Por Salvador Treber

El tema es harto complicado. El presidente del Banco Central de la República Argentina (BCRA), en el transcurso de sus habituales exposiciones, ha sostenido que al cierre del primer cuatrimestre del corriente año el denominado “déficit cuasi fiscal” ascendía a $65 mil millones según, surge del resultado financiero divulgado por dicha institución. Sin embargo, no pocos analistas privados descreen de esa cifra -desconfían debido a que se ha venido postergando información que solía estar habitualmente disponible. Manejan cifras muy superiores, que llegan para algunos hasta nada menos que a $240 mil millones, es decir, casi cuatro veces más.
La institución precitada se encuentra, además, empeñada en reducir sensiblemente el monto de la emisión monetaria en circulación por medio de la profusa emisión de los Lebac (títulos de corto plazo). Debe tenerse muy presente que, para el ejercicio en curso, la Administración Pública Nacional estima cerrarlo con un desequilibrio negativo equivalente a -4,7% del Producto Bruto Interno (PBI). Dicho título a mediados de año calculaban había alcanzado una circulación de $180 mil millones, pero si a ellos se suma la “nueva” deuda externa tomada durante los primeros 20 mes de gestión por el actual gobierno, casi totalmente en moneda extranjera, llega a un total equivalente a 45,6% del PBI.
Ello significa que en ese breve lapso el endeudamiento asumió, a notable velocidad, una magnitud que no tiene antecedentes semejantes. Como la administración anterior se caracterizó por la sistemática y sostenida reducción de la deuda externa, sorprende una actitud de esa naturaleza, que se considera muy peligrosa cuan improvisada y no admite una justificación lógica. El déficit cuasi fiscal aún no se acerca al fiscal -que, según fuentes oficiales, ascendería a 4,25% del PBI- pero preocupa por el nivel que viene asumiendo en los últimos meses. Anunciaron, además, que el primero el año próximo quedaría reducido a la mitad y desaparecería en 2019.
Por su parte, el presidente del BCRA ha hecho conocer que piensa en este año mantener reservas por $47 mil millones y una paridad cambiaria no superior a $18; aunque en cuanto a este aspecto se advierten disensiones significativas entre los diversos analistas pues temen que una eventual devaluación no pueda ser manejada para frenarla en un nivel razonable. Aun así, el ritmo con que avanza el referido déficit fiscal es, a todas luces, harto peligroso pues auto genera su incremento debido a los elevados intereses que se pagan para acceder al crédito externo.
En general, los analistas postulan una mayor prolijidad y menor uso del endeudamiento, en especial en materia de Lebac, ya que su circulación en fuerte ascenso absorbe una alta proporción de los fondos líquidos que respaldan el normal funcionamiento del sistema jubilatorio nacional. Esta audaz e inadecuada práctica exhibe procesos muy incorrectos que comenzaron “vaciando” totalmente las reservas que en la primera mitad de los años 50 (siglo XX) debían haber sustentado el esquema vigente. Esa situación anómala convirtió de hecho el sistema de capitalización y reservas en otro de simple reparto obviamente, en perjuicio de los respectivos beneficiarios efectivos y potenciales.
Es muy probable que el deslizamiento devaluatorio hasta fin de año eleve la valuación de dichos títulos pero también harán lo propio con los intereses a pagar, impulsando en esa forma el pasivo dando lugar a una virtual espiral creciente muy difícil de controlar si no se deja de utilizar en forma masiva, como se vino haciendo, pues le causará al BCRA un fuerte rubro de quebrantos que puede llegar a ser insostenible. Ya una vez se debió apelar a una moratoria global con fuerte quita y costó mucho esfuerzo posterior recuperar algo de confianza en el mercado internacional.

Las funciones actuales del Banco Central
El supuesto equipo económico nacional, que sólo tiene en común su concepción neoliberal, está constituido, además de por el presidente del BCRA, quien maneja en absoluta soledad la política financiera y la tasa de interés de mercado, por otros siete funcionarios de primer nivel que dirigen, cada uno de ellos, un área diversa pero que no están debidamente coordinads y, obviamente, ello les resta tanto unidad como eficiencia. No es fácil encontrar en el mundo un caso semejante, pues la acción conjunta es reconocida como esencial en su amplia área de gestión.
Ya hubo importantes cambios en ese plantel, pero se ha mantenido el precitado esquema muy probablemente reservando al Presidente esa función coordinadora. Pero ello sólo puede tener algún símil en los gabinetes de países donde el primer ministro juega el rol de coordinador máximo; aun así, lo que aquí actualmente se divide entre siete constituye un solo ministerio. Por ser el que más requiere unidad de acción es una opción que ningún país de América o Europa ha intentado siquiera ensayar. En nuestro caso, el mundo económico recuerda la no tan lejana cesación de pagos y el posterior acuerdo sobre la base de una sensible quita que cerró ese tan conflictuado capítulo.
Es obvio que debería cuidar de que la gestión no derive en un sobreendeudamiento, pero al ritmo alcista que ha tomado la deuda externa en los últimos 20 meses, en muy poco tiempo más podría llegar a un punto de peligrosa saturación. Resulta por ello indispensable actuar con prudencia en el endeudamiento externo pues un nuevo trance de alcance semejante colocaría a nuestro país en una situación harto difícil; obviamente con la pérdida total de confianza internacional sería muy difícil lograr acuerdos de esa naturaleza por segunda vez.
Debe tenerse muy presente también que los ingresos financieros adicionales derivados de la tenencia de reservas por parte del BCRA requieren hacer colocaciones muy seguras y ello implica una menor percepción de intereses, que deben ser cubiertos con otras inversiones que crean mayor riesgo para poder captar fondos en forma compensatoria. Tal modalidad operativa impide una apreciable mayor acumulación de reservas por parte del BCRA que, como máximo, puede aspirar a mantener el nivel antes alcanzado aunque no mejorarlo en medida considerable. Tampoco puede olvidarse que, en cierta proporción, deben esterilizarse divisas suficientes para atender compromisos diarios, habitualmente alrededor de 20%, ya que por ese solo hecho se convierte en un rubro de resultado siempre negativo.
En el curso del presente año, los intereses devengados y a devengar por las Lebac se estiman que ascenderán a $167 mil millones. Como referencia debe evaluarse lo ocurrido en el ejercicio 2016 pues los intereses positivos superaron los pagados en una cifra equivalente a alrededor de 1,5% del PBI. En el año en curso, lo estimado en ámbitos oficiales en concepto de déficit cuasi fiscal puede ascender a $240 mil millones, es decir, alrededor de $77 mil millones más y una suba que implica +46,1% respecto al ritmo inflacionario actual llevaría a más que doblar el monto registrado en diciembre pasado. Sería prudente por ello que no se prosiga subiendo a ese ritmo y procurar que éste no supere el índice precalculado de desvalorización monetaria para el respectivo período.

Conclusiones y recomendaciones
La tendencia de crecimiento autosostenido de la deuda externa, muy superior al índice inflacionario que anuncian, que pretenden reducir para fijarlo en 2019 en alrededor de cinco por ciento, cada vez se tornará más peligrosa y debería ser revertida cuanto antes pero los funcionarios del área parecen ignorar los riesgos que implica el esquema que hasta ahora han adoptado. No sería difícil que la continuidad de la actual política de sobreendeudamiento plantee una situación muy difícil que posteriormente desemboque en una durísima recesión que, además del perjuicio económico-financiero que puede ocasionar, generaría un estado de inquietud y hasta de perturbación social.
No menos importante es la tendencia bajista de la recaudación tributaria nacional y el significativo déficit que en 2016 absorbió el ingreso extraordinario derivado del “blanqueo” que apenas sirvió para reducir a la mitad el déficit fiscal del año pasado (-4,2%) pero ello puede suceder sólo una vez en un quinquenio. Circulan comentarios en los círculos especializados que advierten de que “después de la elección de 22 de octubre” impondrán un plan cuyos detalles se desconocen pero que sería, por lo menos en todo 2018, motivo para precipitar una aguda recesión. Como la misión del Fondo Monetario Internacional (FMI), que visitó reiteradamente el país desde mediados de 2016, se ha pronunciado en tal sentido y habitualmente promueve esa opción, no debe sorprender que ello se reitere y hasta se materialice para entonces.

Los analistas privados más prestigiosos no consideran que sea ésa una solución, prefieren aconsejar un uso más racional y prudente del crédito externo, que debería ser utilizado sólo para financiar a largo plazo inversiones que tiendan a incrementar la capacidad productiva interna del país. Pero con idéntico énfasis aconsejan que se deje de financiar de esa forma gastos de consumo, como se ha venido haciendo. Ello todavía no trajo consecuencias graves debido a que Argentina registraba un nivel de endeudamiento en moneda extranjera muy bajo aunque después de lo actuado en el ejercicio 2016 y dos tercios del actual, dicha situación es mucho menos sólida; por ello sería preferible “no jugar con fuego”.
En cuanto a prioridades, se estima que la más urgente es delinear programas destinados a reducir los elevados niveles de pobreza actual (30,2%). Según lo aconseja Consultora Idesa, no existen planes coherentes y sólo se mencionan eventuales acciones para lograr mayor cantidad de fondos. Citan como ejemplo de ello los 30 mil millones que se acordaron en oportunidad de declarar la vigencia de la “emergencia social”; subrayan al respecto que la clave del éxito será asegurar la “mejor institucionalidad” en el momento de concretar el destino de dichos fondos y todos los convergentes que persigan ese objetivo.
El rubro intereses, tanto a través de la ejecución del Presupuesto como del BCRA, obliga a apelar a una mayor emisión; por ello el esquema debería ser revisado sin demora antes de que su volumen mismos comience a crear problemas virtualmente insolubles. Ese esquema de sobreemitir para luego intentar absorber una cierta proporción, para restar exceso de liquidez, y el veloz incremento que se registra en la emisión de Lebac constituye una bomba de tiempo que debería desactivarse, reduciéndola significativamente en términos reales antes que ello se torne imposible de revertir.

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