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Ofensiva contra Rojava, el Kurdistán sirio

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La situación exige la intervención de las grandes potencias, algunas de las cuales tienen una larga historia de presencia en la región usando a los kurdos para sus intereses. Una nación partida, perseguida por imperios

Por Gonzalo Fiore Viani
Especial para Comercio y Justicia

La ofensiva del gobierno de Turquía en la región norte de Siria contra la población kurda se enmarca en una persecución histórica de los turcos a las personas de esa comunidad. Los enfrentamientos se producen en la zona de Rojava, lo que se conoce como el Kurdistán Sirio.
Allí, milicianos de las unidades de Defensa del Pueblo y de Defensa de las Mujeres, junto a las Fuerzas Democráticas de Siria, llevan adelante una encarnizada lucha contra las fuerzas turcas desde el miércoles pasado. Las víctimas ya se cuentan por decenas. La ofensiva no podría haber sido posible sin la anuencia del gobierno de Estados Unidos, ya que Donald Trump ordenó retirar las tropas de su país de la región.
Lo cierto es que sin la ayuda de las fuerzas kurdas, la victoria contra Estado Islámico (EI) hubiera sido mucho más complicada de lo que fue. Además, la experiencia del Kurdistán puede verse como completamente única en la zona. Se trata de una organización laica, integrada por mujeres y hombres con igualdad de derechos con un fuerte componente feminista, además de una mirada económica cercana en muchas ocasiones al socialismo.
El ministro de Defensa turco difundió un mapa con el siguiente lema: “Vamos a recuperar lo que es nuestro”. En la imagen podían verse Grecia, Chipre, Bulgaria, Irak, Irán, Siria, Armenia, Georgia y el Kurdistán.

El gobierno de Tayip Erdogan viene levantando un discurso ultranacionalista que evoca constantemente los ya lejanos tiempos del Imperio Otomano. Para ello, pretende avanzar sobre las zonas dominadas por los kurdos.
El Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PPK) es considerado por el Estado de Turquía como una organización terrorista, y su líder histórico, Abdullah Öcallan, se encuentra preso en solitario, cumpliendo una condena perpetua por cargos de terrorismo y separatismo en una prisión en la isla de Imrali. Según Trump, el PKK -por sus siglas en kurdo- probablemente sea “una mayor amenaza que el Estado Islámico”. El vicepresidente estadounidense Mike Pence y el secretario de Estado Mike Pompeo viajaron la semana pasada a Turquía para discutir la ofensiva contra los kurdos. Sin embargo, Trump aseguró que simplemente retiró sus tropas pero que “no le dio luz verde” a Erdogan para iniciar las operaciones militares.
Ya en mayo de este año, el gobierno turco había lanzado una dura ofensiva contra el Kurdistán iraquí.
El conflicto entre Turquía y el PKK se había calmado cuando se acordó un cese del fuego. Sin embargo, en 2015 recrudeció a causa de supuestos atentados terroristas que el gobierno turco acusó a la organización kurda de haberlos cometido. Luego de la reunión de Erdogan con Pence y Pompeo, Estados Unidos anunció que Turquía “suspenderá temporalmente” la ofensiva militar. Será una pausa por 120 horas cuando Estados Unidos “ayudará a una retirada ordenada de los kurdos”. Según el gobierno estadounidense, la “pausa” servirá para “facilitar la salida de las fuerzas kurdas”. Tanto Estados Unidos como Rusia temen que el enfrentamiento entre turcos y kurdos desvíe la atención de seguir combatiendo al EI que, si bien se encuentra debilitado, aún no ha sido derrotado del todo; todavía persisten focos aislados de resistencia y combatientes desperdigados por la región.

No son pocos los expertos, tanto en el Pentágono como en el Departamento de Estado, que califican la medida de Trump como un error. Las fuerzas kurdas podían servir a Washington para contener cualquier rebrote de yihadismo así como la expansión chiita.
Durante la Guerra Fría, Estados Unidos utilizó a los kurdos para frenar el avance soviético en la región. Luego, fueron claves para la caída de Saddam Hussein.
Sin embargo, en esas ocasiones también fueron abandonados a su suerte una vez logrados los objetivos estadounidenses. Ahora, una vez derrotado el grueso de EI, tampoco fue la excepción. Más allá de sus históricos enfrentamientos con el gobierno sirio, pocas opciones le quedan a estas alturas al Kurdistán que llegar a un acuerdo con Al Assad. Esto sería posible gracias a la mediación de Moscú, que pretende lograr una situación de estabilidad en la zona.
El pueblo del Kurdistán es mucho más que una mera pieza de ajedrez entre las potencias que se disputan el control de la región. Han logrado conformar un Estado secular que, con todas las dificultades del caso, se ha convertido en una isla única en Medio Oriente. La lucha del pueblo kurdo continuará mientras este Estado no sea reconocido. Mientras tanto, Turquía no tiene visos de seguir con sus pretensiones imperialistas y sus ataques constantes a los kurdos. Por ahora, son las potencias internacionales las que deberán intervenir en el conflicto. Sólo de manera temporal ya que, tarde o temprano, el Kurdistán deberá ser reconocido en todo el mundo.

(*) Abogado. Experto en política internacional

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