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Los vientos y tempestades de la política internacional entre gansos y croissants

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Por Silverio E. Escudero

Las enormes simplificaciones de los medios de comunicación argentinos hacen que desconozcamos lo que sucede allende las fronteras. Basta mirar las ediciones de los diarios y programas de noticias de radio y televisión para acordar con nuestra critica.
Mucho más es el simplismo de “las combativas redes sociales”, cuyos guerreros parecen haber salido de las selvas vietnamitas o recién bajados de Sierra Maestra para dar muestras de su ignorancia brutal.
Los más profundos se ocuparon del largo de los vestidos de las primeras damas que asistieron a los eventos que rodearon las deliberaciones del G20, destinando una catarata de insultos a cada una de ellas.
Es decir, las redes sociales –consecuentes con su tradición- olvidan su función crítica y los análisis geopolíticos, geoestratégicos cuanto económicos del encuentro multilateral y de las 40 reuniones ministeriales previas, como habría sido importante leer.
En definitiva, los vestidos de las primeras damas y los modelos de los automóviles de cada delegación fueron el meollo del show informativo tornando a los especialistas en cuestiones internacionales –cuando aparecían en algún segmento- en un objeto exótico que se desaprovechaba por la inopia de los entrevistadores.
Mucho más raro y hasta extravagante resultaba la consulta, en esos espacios, a la hora de analizar las 48 guerras que se mantienen activas o la realidad de los millones de migrantes forzosos y campos de refugiados que pueblan las fronteras de los cinco continentes.
Tampoco anotaron la ejecución de millones de seres humanos que están huyendo de la muerte por inanición y terminan sus vidas en manos de bandas de fanáticos que creen ser integrantes de una raza superior dueña de la vida y la muerte de los demás.

Entendemos, ciertamente, que los editores conciben los noticiarios, diarios y revistas como un show con noticia.
Por ello no importaron los verdaderos temas que se trataron en la vumbre recién concluida; la decisión del presidente electo de Brasil de armar la población blanca para acabar con el resto de las razas y etnias que habitan Brasil; la decisión de la Casa Blanca de restar dinero a la reconstrucción de Puerto Rico devastado por el huracán María; la asunción del presidente Andrés Manuel López Obrador por su decisión de “no robar, no mentir y no traicionar al pueblo” y luchar a brazo partido en contra de la corrupción que implantaron –como método de acción política- el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido de Acción Nacional (PAN).
Denuncio que tampoco dan lugar –aun a costa de su feroz respuesta- a la suerte de millones de venezolanos y colombianos que viven desplazados de sus hogares o a los miles de hondureños, guatemaltecos, nicaragüenses, salvadoreños, mexicanos, haitianos, entre muchos otros, que marchan en busca de un futuro incierto hacia la frontera con Estados Unidos, a pesar de las furibundas amenazas de Donald Trump.
Este repaso del estado de situación del mundo nos obliga a detenerlos en Europa del Este. A pesar de que la guerra entre Bosnia y Herzegovina concluyó en los años 90, el enfrentamiento continúa.

Se cuentan por millares las operaciones clandestinas, enfrentamientos y exterminio de familias completas. O, a veces, cuando hay un gesto de humanidad entre los bastardos, se conforman con la esterilización de las mujeres y la castración de hombres, niños y adolescentes.
Hábito que ha ganado adeptos en los Balcanes –incluida Grecia- siendo emulados a lo largo de la frontera de Rusia con las antiguas naciones que integraban el Pacto de Varsovia y que Vladimir Putin pretende que retornen a la égida de la Gran Madre Rusia. Qué nos los cuenten las naciones bálticas de Estonia, Letonia, Lituania y las poblaciones fronterizas de Finlandia y Polonia, que sufren el acoso del ejército ruso que ha reimpuesto los usos y costumbres que aplicó José Stalin cuando ordenó el exterminio de 20 millones de soviéticos.
India, China, las naciones del Cercano Oriente y del Centro del Asia son un compendio de violaciones a la condición humana. Con el pretexto de las guerras etno-religiosas –muchas de ellas tratadas en tiempo oportuno en este espacio- mueren miles, millones de seres humanos, sin que los organismos internacionales levanten la voz en protesta y mientras el resto de la comunidad internacional cierra sus ojos para ser cómplice necesaria.
Un párrafo especial merece el ingente trabajo del gobierno vietnamita, que dedica más de 40 por ciento de su presupuesto para “curar a su población de los males de la guerra de agresión”, que llevaron adelante Francia, primero, y Estados Unidos –el campeón de la democracia- que sembraba millones de toneladas de napalm. Teniendo, ahora, que soportar la tilinguería de algunos jefes de Estado que viajan al extremo oriente sólo en busca de una fotografía saliendo de un túnel cavado para defenderse del ataque de las fuerzas del imperio.
La guerra está aquí y ahora. Tiene otros modos, otras formas. El terrorismo golpea las puertas de todos. El enfrentamiento final entre musulmanes y cristianos es un hecho apenas postergado. Europa será musulmana. Los santuarios católicos, como el de Fátima, ya lo es. Concurren miles de mahometanos –que no pueden llegar a La Meca- a honrar a Fátima, la hija del Profeta.
Desde tiempos de Solimán el Magnífico la frontera es Austria. Habrá que agradecer nuevamente a los panaderos de Viena la paz de Occidente como en 1683. Cuándo los soldados otomanes al mando del gran visir Mustafá Pachá –que había conquistado Hungría y todas las naciones del Danubio- pusieron cerco a Viena. Ante su resistencia comenzaron a cavar un corredor que debía pasar por debajo de las murallas hasta desembocar en el centro de la ciudad.

Para no ser descubiertos trabajaban por la noche, pero no se habían percatado de que los panaderos también lo hacían a esas horas. Estos oyeron el ruido de las palas y picos, y dieron la voz de alarma. De manera que los defensores fueron los que sorprendieron a los turcos y Viena fue salvada gracias a sus panaderos.
Hecho heroico que recuerda otro que está perdido en el fondo de la historia. Roma estaba sitiada. Había caído en manos de los galos. Los senadores y sus mujeres habían sido pasados a degüello.
Faltaba rendir a un puñado de romanos que se habían hecho fuertes en el Capitolio. Todos los ataques fueron infructuosos. La irritación de los generales invasores era insoportable.
Hubo un largo conciliábulo en el que participó hasta la casta sacerdotal. Habían imaginado un ataque nocturno y contaban con el permiso de los dioses. Eligieron sus mejores hombres. El silencio era la consigna.
Sin embargo, los gansos del Capitolio romano -en espera para ser sacrificados en honor a la diosa Juno- estaban alertas. Sus graznidos fueron atronadores. ¿Qué los habría perturbado? Mainlo fue el primero en despertar. Descubrió al jefe de los bárbaros a punto de trepar al parapeto y lo despeñó entre las rocas…

 

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