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Las graves y frecuentes circunstancias que viene afrontando Argentina

Por Salvador Treber. Exclusivo para Comercio y Justicia
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Por Salvador Treber

Desde la última dictadura militar que endeudó considerablemente al país, son pocos los períodos en que sus gobernantes pudieron coadyuvar a lograr alcanzar un ritmo de crecimiento adecuado sin apelar a un elevado endeudamiento.
Argentina hasta 1929 se convirtió en la primera potencia sudamericana; privilegio que perdió cuando en el lapso 1930 a 1983 inclusive comenzó una secuela de “golpes de Estado” que produjeron violentas rupturas de la legalidad institucional. Felizmente, desde 1983 hasta la fecha se sucedieron gobiernos elegidos por el voto popular.
Cabe recordar que desde que el general Justo José de Urquiza asumió como primer presidente constitucional, en 1854, transcurrieron 76 años en que dicho cargo fue desempeñado por quien surgió de acuerdo a las respectivas previsiones constitucionales.

Dos décadas antes, en 1826, por sólo dos años, cuando todavía no regía ninguna constitución, se erigió a la presidencia a Bernardino Rivadavia, por considerarlo como el más prominente ciudadano de ese momento; pero no fue elegido por vía electoral sino por decisión de un reducido núcleo de quienes, bajo diversas vías, dirigieron los respectivos equipos de gobierno.
La denominada Ley Sáenz Peña de 1912, estableció el voto obligatorio de los argentinos varones mayores de 22 años y ello rigió hasta 1947 inclusive. La posterior incorporación de la mujer recién se consagró en el año 1948, siguiendo el ejemplo de las democracias republicanas europeas y de Estados Unidos, que fue pionera en Sudamérica.

El mandato era por seis años y los respectivos gabinetes se componían con ocho ministros, pero ese lapso se redujo -mediante la reforma constitucional de 1994- a cuatro años; aunque con la posibilidad de reelección sólo por un período más.
Actualmente el “clima social interno” es muy denso y, lamentablemente abundan las quejas que, en su gran mayoría, están ampliamente justificadas.
Frente a un inminente nuevo acto eleccionario que decidirá quién ocupará hasta el 9 de diciembre de 2023 el denominado “sillón de Rivadavia”, es de máxima relevancia afrontar adecuadamente el proceso inflacionario desatado a poco del comienzo de agosto, pese a que los funcionarios del área no atinan a actuar como lo exige la devaluación gigantesca sucedida recientemente. Cabe agregar que no sólo en nuestro país sino también en la economía ecuménica actual se está transitando un período generalizado de recesión que todavía no ha logrado superar plenamente y se viene extendiendo desde 2016; lo cual ha creado un clima muy cargado de insidias e intrigas que la Organización de las Naciones Unidas no ha logrado eliminar.
Sin embargo, en nuestro caso no prever que en un sólo día podría producirse una devaluación de nada menos que 23% constituye un indiscutible gran testimonio de incapacidad técnica.

La puja EEUU vs. China y el mercado mundial
Las dos mayores potencias mundiales están sumidas en una muy singular “guerra económica”, que se caracteriza por la vigencia de niveles elevados de cargas tributarias que recaen sobre las importaciones que pasaron de 10 a 25 por ciento. Estas medidas fueron introducidas por el presidente Donald Trump con el objeto de frenar las cuantiosas exportaciones del gran país asiático y en especial, las con destino al mercado estadounidense.
Paradójicamente, esa situación ha perjudicado mucho más a los que iniciaron dicha puja pues China ha logrado reorientar exitosamente sus envíos a otros destinos, especialmente países vecinos con costas sobre el océano Pacífico. Es que actualmente su máxima prioridad es la reeducación de 350 millones de agricultores para que se puedan desempeñar en todo tipo de actividades industriales, comerciales y de prestación de servicios.

Para ese año, China espera triplicar su producto bruto interno, lo cual es una meta de extraordinaria significación. En Washington observan con creciente preocupación, pues si -como suponen- logran alcanzar dicho objetivo, revestirán por lejos el rol de primera potencia mundial durante todo lo que resta del presente siglo.
Ése es el mundo en el que nuestro país debe desempeñarse y ello exige en primer término recuperar el nivel perdido cuando llegó a ser considerada como la 21ª potencia, situación que ostentó hasta 2015 y al par reubicar en actividades productivas a los 270 mil trabajadores cesanteados durante los tres últimos años. No puede olvidarse la información difundida por parte de una prestigiosa consultora internacional respecto a lo que significa el proceso recesivo para nuestro país, que actualmente aparece séptimo entre los diez países a nivel mundial que sufren una situación más comprometida y ante el escenario interno ha subido considerablemente el riesgo país.

Para el corriente año se ha estimado que su economía cerrará el mismo con una caída del producto bruto interno de -2.7%; sólo superado en materia de deterioro por Venezuela, Guinea Ecuatorial, Irán, Nicaragua, Sudán y Turquía. Al comienzo de presente año la misma fuente advirtió que “el motor de la recesión de 2018 fue similar al de 2016; o sea, un significativo salto cambiario”.
En el mismo Informe se subraya que “desde 1950 el 35% de los años trascurridos fueron recesivos y un joven de 20 años pasó casi la mitad de su vida en esa condición.
En este sentido no es descabellado decir que Argentina es la economía más volátil del mundo”. Para completar el panorama es oportuno recordar que durante el período 2003/08 el crecimiento acumulado de la economía argentina ascendió al inédito nivel de 52,48%; uno de los más elevados del planeta en los últimos 50 años.
En consecuencia es obvio que los análisis de corto plazo no han logrado reflejar cabalmente la situación y condiciones actualmente prevalentes.

Problemas y expectativas de nuestro país
Es obvio que la pérdida de estabilidad económica ha incidido muy negativamente en la salud de la población, preocupa mucho que ese clima genere temor colectivo que sólo puede incrementar las actuales muy justificadas preocupaciones que se advierten en el seno de las familias para poder vivir sin tener angustias.
Para ello se torna indispensable contar con funcionarios capaces y actualizados que el actual gobierno ha demostrado no poseer, para poder evaluar día a día la evolución en todo el planeta la eventual incidencia en nuestro país muy especialmente la evolución de la denominada “canasta familiar” respecto a los ingresos derivados de la actividad laboral que desplieguen uno o varios miembros de cada familia.
Ello se ha convertido en un tema central e inevitable que tranquiliza o inquieta aún más, según sea la conclusión a que se arribe que en este momento es muy negativa.

Con respecto a las perspectivas para el próximo quinquenio, la evolución económica dependerá en alta medida de que se maneje con acierto la crecida deuda pública que se ha venido contrayendo en forma muy poco racional. Los compromisos sólo con el FMI durante el período 2021/23 ascienden a US$52 mil millones y, sin poder tomar nueva deuda, será imposible afrontarlos.
Por eso se presume que deberá ser motivo de negociación para extender por lo menos a una década el plazo de cancelación total. Ello requiere pasar del actual régimen de stand by al nominado como “Programa de Facilidades Extendidas”.
Ello augura una muy compleja negociación y la posibilidad de que coincida con un período de mayor actividad económica que se tonará mucho más favorable; por lo que podría coadyuvar para lograr un trato evaluado en forma comparativa como notoriamente más favorable. Además se considera que Argentina comenzará a recuperar los niveles normales de actividad económica y ello lo facilitará el curso favorable de las inevitables muy duras negociaciones que se imaginan prolongadas y muy poco cordiales.
Las declaraciones actuales por parte de líderes de la oposición en el sentido de la explosiva suba del proceso inflacionario y de la deuda de US$187 mil millones antes de dicho proceso, perjudica seriamente al país y también descalifica a un gobierno integrado por un conjunto de funcionarios que nada han previsto.
Ello explica la serie de desaciertos en que incurrieron, lo cual los técnicos del FMI no podían dejar de advertir. Los argentinos han dado pruebas concluyentes las cualidades de que están dotados, tanto para vivir como para superar las sucesivas crisis y la sensación de incertidumbre que ellas generan.

Se soportaron con más frecuencia de lo habitual los desacertados actos de gobierno e incluso las inexplicables decisiones electorales que permitieron acceder al poder a quienes por entonces ocultaron sus reales intenciones.
Los períodos gubernamentales de los períodos 1989/99 y el que finaliza en el mes de diciembre próximo han sido muy negativos y resulta un verdadero e inexplicable enigma que todavía pretendan extender el mandato por otros cuatro años.
Tal alternativa siembra una continuada sensación de incertidumbre pues no se han cumplido ninguna de las promesas antes formuladas.
Como ejemplo de esa afirmación se puede recordar que hubo una formal promesa de construir 3000 jardines de infantes para satisfacer la entonces demanda insatisfecha.
En el curso de los cuatro años de gestión lamentablemente no se construyó ¡ni uno! Y ello, sin lugar a dudas, agravó el ya de por sí escaso alcance de tan esencial servicio.
Esta forma de gobernar amenaza las posibilidades de millones de niños y jóvenes que necesitan recibir en el momento oportuno los servicios más esenciales para no ver anticipadamente frustradas todas las muy justas ilusiones a las que tienen pleno derecho de acceder y que corresponden a una vida mucho más digna de ser vivida que la que están sobrellevando. La efectiva campaña contra el tabaquismo que se encaró permitió que un millón de personas dejaran ese peligroso vicio.

De la misma firma se deberían realizar acciones públicas para proveer de un medio mas adecuado de vida a tres millones de familias que sufren todo tipo de privaciones.
Los últimos meses de gestión están entre los peores de los que se tengan memoria y es lógico suponer que la población argentina reaccionará, estando mucho más vigilante y sensible.
En estos tan difíciles tiempos de extrema tensión, no cualquier ciudadano puede desempeñarse en dichos ámbitos y lo que ha sucedido en buena medida obedece a esa evidente inexperiencia.
Esta penosa carencia también debe ser evaluada por los potenciales futuros funcionarios que sumen tras las elecciones que desde ya deberían convocar urgentemente a técnicos avezados, que los hay en cantidad y con probada capacidad, para afrontar con éxito esta singular y muy difícil circunstancia.

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