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La zaga de José Vicente Reynafé (II / III)

Por Jorge A. Allievi - Exclusivo para Comercio y Justicia
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La Sala de Representantes de Córdoba nominó, el 16 de mayo de 1831, al fuerte comerciante Mariano Fragueiro como gobernador de la Provincia, quien, en uno de sus primeros actos de gobierno, firmó un acuerdo de paz con el Ejército Confederado. Acuerdo que fue aprobado por la Asamblea de Representantes de Córdoba el 2 de junio de ese año y, de paso, se aceptó la renuncia de Fragueiro.

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Ante la acefalía, se nombró gobernador interino hasta la próxima renovación legislativa al Dr. José Roque Funes -suegro de José Antonio Reynafé-, quien nombró a José Vicente jefe de la Comandancia General de Armas.

Elegida la nueva Cámara de Representantes, votó como gobernador y capitán general Propietario de Córdoba el 5 de agosto de 1831, a Don José Vicente Reynafé, cordobés de 49 años de edad, promoviéndolo a su vez al grado de coronel. Se cumplía así el deseo de Estanislao López, patriarca por entonces de la Federación, causando el disgusto de Facundo Quiroga. Rosas aprobaba todo silenciosamente y observaba.

Reynafé asumió el 7 de agosto a las 11 de la mañana en la Sala Legislativa. “Será un gobierno nepótico, es verdad. Se lo tildará de ‘clan’…” reconocía Ferreyra Soaje. José Vicente gobernó prácticamente a la distancia, siempre auxiliado por sus hermanos. Adhirió al Tratado de Santa Fe (alianza ofensiva-defensiva entre las provincias litoraleñas) del 4 de enero de 1831, ingresando así a la Liga del Litoral.

Fue anulada toda legislación y disposición emanada del gobierno del general Paz; se concedió a Buenos Aires la representación en asuntos de paz y guerra y de las relaciones exteriores. Se le concedieron a Reynafé facultades extraordinarias temporales y a los presos políticos que pertenecían al gobierno unitario, la deportación.

En lo interno, creó comisiones clasificadoras de la deuda en todos los curatos y en la capital, donde presentaron sus quebrantos por los productos de los años de guerra y de los usos y abusos, durante el gobierno de Paz, los cientos de decomisados.

Hubo excesos ya que había favoritismos con los adictos al gobierno. A principios de octubre de 1831 Quiroga solicitó ayuda a Córdoba para terminar con el ejército unitario al que había derrotado en Catamarca. Reynafé se puso en marcha con la División Auxiliar Confederada, pero se detuvo en Macha, a 18 leguas de Córdoba (hoy perteneciente a Avellaneda, a unos 80 kilómetros de Córdoba capital).

Allí estuvieron sus tropas durante semanas mientras José Vicente, a pesar de haber avisado a Facundo que se conducía en su auxilio, permanecía en su casa de Tulumba. Más de un estudioso ha puesto en tela de juicio la actitud del gobernante cordobés, quien no se encontraba auxiliando a Facundo y tampoco en la capital gobernando, habiendo delegado prácticamente la administración en el gobernador sustituto, Dn. Calixto González.

Así comenzó una nueva etapa en la vida de José V. Reynafé, que lo conducirá a manos de su verdugo. La imputación que se le hizo como responsable de la muerte de Facundo Quiroga lo llevaría a la muerte. Reynafé estaba en Totoral con sus tropas, no habiendo acudido al auxilio del “Tigre de los Llanos” para derrotar definitivamente el unitarismo. Facundo estaba solo; no obstante decidió “jugársela” obteniendo una resonante y aplastante victoria sobre el ejército unitario de Lamadrid en la Ciudadela de Tucumán, el 11 de noviembre de 1831. Con esta tremenda derrota los unitarios resultaron vencidos nacionalmente.

Reynafé continuó su estadía en Totoral y los partidarios del difunto general Bustos ensayaron una rebelión pero fracasaron. Estaban implicados el teniente coronel José Mariano Bustos, jefe de policía provincial; Juan Pablo Bulnes; Ramón Bustos, hijo del exgobernador; Claudio y Manuel Arredondo, etcétera.

El 10 de febrero de 1832 asumió nuevamente el gobernador propietario en una relativa calma que duraría hasta mayo del ’33, cuando se produjeron nuevos levantamientos de los partidarios de Bustos y Quiroga.

Desde el río Cuarto marchó el comandante Manuel Esteban del Castillo y también se sublevaron Manuel Arredondo, José María Roxas y Pedro Bengolea, entre otros.

Pero Reynafé ya estaba en Tulumba, enfermo. En Punilla se levantó el teniente coronel Mariano Bustos. No obstante, la revolución nuevamente naufragaría; fue sofocada por las armas de Dn. Francisco Reynafé.

Las partidas revolucionarias fueron perseguidas: Manuel de Arredondo fue fusilado, Claudio de Arredondo -yerno de Juan Bautista Bustos- desterrado junto con otros federales. Santiago Fonfrías fue fusilado en Córdoba junto a otros milicianos, en tanto que Manuel del Castillo, Mariano Bustos, Narciso, Mariano y Faustino Bengolea fueron condenados a muerte en ausencia, al igual que otros oficiales federales.

Además, se embargaron los bienes de Pedro Bengolea y Claudio de Arredondo. Los juicios, obviamente, no permitieron la defensa de los imputados ausentes.

(*) Diplomado en Patrimonio Cultural Latinoamericano – Historiador

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