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La victoria de Guillermo Cabrera Infante sobre sus censores

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 Por Silverio E. Escudero

A Francisco José “Pancho” Calvo,
memoria y homenaje

Por este tiempo se cumplen cincuenta años de la primera edición de Tres Tristes Tigres (TTT) la más explosiva, audaz y radical de las novelas del cubano Guillermo Cabrera Infante (GCI), cuya primera edición se conoció bajo el título de Vista del amanecer en el trópico, que obtuvo el prestigioso Premio Biblioteca Breve, en Barcelona. Obra que ocupa, por derecho propio, un lugar destacadísimo en la historia de la novelística latinoamericana y que despertó –a izquierda y a derecha- la ira de los censores por su “contenido (…) pornográfico a veces, irrespetuoso otras, procaz siempre”, cuajado “de irreligiosidad y antimilitarismo”.
La relación que estableció GCI con los censores fue compleja. Conforman el argumento de “otra” novela que ya estaría escrita con sólo reunir las desopilantes argumentaciones de tristes y oscuros personajes que, escudados en la moral revolucionaria o la ortodoxia religiosa, se erigen en custodios de la lectura y de la reflexión de todo un pueblo, de toda una nación.
“Mi censor –contará siempre Cabrera Infante con su singular gracejo y al borde de un ataque de risa- tenía una magnífica obsesión. ¿O eran dos obsesiones de una misma zona carnal? Cada vez que yo ponía tetas, palabra aceptada por la Academia y su diccionario (“pezón del pecho”), mi obseso censor la eliminaba y ponía senos, con lo que daba sinusitis a mis hembras turgentes. A veces, cuando las tetas eran prominentes o deletéreas a un personaje, las sustituía por puntos suspensivos. (…) Otra obsesión censual del burócrata de los besos eran los militares y Dios. En ese orden. Una vez una revelación inoportuna dejó ver que un personaje, que luego resultaría homosexual renuente, había estudiado para su tentación en una academia militar habanera. En el libro impreso el adjetivo militar desapareció como por ensalmo de Anselmo (…)”.

Herr Wilfried Böhringer, el traductor alemán de TTT advirtió a su autor de que en el texto castellano no era lo incisivo que caracterizaba las ediciones inglesas y francesas de enorme éxito. Tampoco tenía la elegancia o su estilo tan peculiar anotando que “faltaba algo”, concretamente pasajes enteros del libro que sí incluían otras versiones no castellanas.
Frente a ese cuestionamiento, Guillermo Cabrera Infante se vio obligado a contar la rocambolesca aventura de su novela. Y que, ahora, el lector español podrá conocerla también gracias a un texto inédito del escritor incluido en la edición especial que se acaba de publicar con motivo del 50 aniversario de su publicación de TTT.
En 1965, Cabrera Infante es un diplomático cubano clave destinado en Bruselas que gana el Biblioteca Breve de Novela concedido por la editorial española Seix Barral por una novela entonces titulada Vista del amanecer en el Trópico. Unos meses después, cuando debe regresar a Cuba al funeral de su madre, la Seguridad del Estado le espera: sin saber cómo ni por qué se había convertido en contrarrevolucionario, siendo encarcelado por cerca de un año. Su editor, Carlos Barral, coordina una fuerte campaña mundial en procura de su liberación. Apenas logrado ese objetivo, Francisco Franco prohíbe su ingreso a la “grande España por la Gracia de Dios”.
El peronismo, años más tarde, a instancias del rector de la Universidad de Buenos Aires, el ultraderechista Alberto Eduardo Ottalagano, proscribe a Cabrera Infante “por pornógrafo e impío” y ordena que se incinere su obra, donde ella se encuentre. La Triple A hace volar por los aires la sede y deposito de una distribuidora de libros, ubicada en la zona oeste del Gran Buenos Aires.
Cabrera Infante representa, mejor que nadie, según la visión del crítico chileno Gerson Mora “la estética de la ruptura (…) una estética de cierre y de clausura. Es el cierre de un ciclo y la clausura de una tradición. Su aparición es producto de la conjugación de un ciclo histórico con el deseo siempre vivo, siempre latente, del texto y del discurso. La obra de ruptura está siempre dispuesta a sacrificar lo que fuere necesario para hacerse escuchar. Lo único que nunca puede sacrificar es su propio deseo y es en esta verdad que la ruptura como quiebre total desaparece. Nunca ha existido como quiebre total, existe como máscara, como elemento seductor de una trampa muy especial. En ese sentido, la única posibilidad de ruptura total es el silencio, elemento que para el texto existe sólo como utopía. El silencio es la única cosa que el texto nunca puede ser”.
Sin embargo, los joviales cincuenta de TTT sirven de excusa para anotar algunas cuestiones que en el apuro cotidiano olvidamos con extremada frecuencia. Las novelas latinoamericanas nos ayudaran a vencer la molicie de una clase política diletante e inculta porque denuncia las injusticias y perversiones de una sociedad que no encuentra su destino y, a la vez, ayuda a la “transmisión de una generación a otra de noticias, leyendas, historias, creencias, costumbres, formas literarias y artísticas, ideas, estilos; por tanto, cualquier interrupción en la transmisión equivale a quebrantar la tradición”.

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