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Inicios y presente de la bioética

El panel de expositores. Jornadas de Muerte Digna del año 2012 del Colegio de Abogados, organizadas por las salas de Bioética y de Derechos Humanos.
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Por Luis R. Carranza Torres

Si bien la bioética es una disciplina relativamente nueva como tal, podemos rastrear principios y hasta reglas con dicha factura hasta la antigüedad más remota. Por citar sólo un ejemplo, la máxima de Hipócrates en la antigua Grecia respecto de “haz un hábito de dos cosas: ayudar; o al menos no hacer daño”, que tradicionalmente se encuadra en la práctica médica, resulta en realidad una regla de la bioética con un alcance aún mayor que las ciencias de la salud. 

Es un ejemplo de tantos, demostrativo de que durante mucho tiempo y hasta no hace tanto, las cuestiones de bioética permanecieron contenidas e indiferenciadas dentro del concepto del sentido de humanidad en las diversas ocupaciones. 

Entiendo que el llamado “Código de Nüremberg”, con principios relativos a la experimentación médica en seres humanos, resulta uno de los textos que impulsaron el desarrollo disciplinario autónomo de la bioética. Fue publicado el 20 de agosto de 1947 a resultas del denominado “juicio de los doctores”, como parte de los procesos internacionales que tuvieron lugar luego de la Segunda Guerra Mundial en Nüremberg, contra el nazismo. Uno de los principales escollos para lograr una condena había sido precisamente la inexistencia de reglas que regularan, por ese tiempo, la experimentación en seres humanos.

Luego, en 1964, la Asamblea General de 1964 de la Asociación Médica Mundial, reunida en  la capital finlandesa, adoptaría la denominada “Declaración de Helsinki”, que vendría a completar y especificar a dicho documento.

Pero no sería hasta 1971 que Van Rensselaer Potter utilizaría la palabra bioética en su libro Bioethics: bridge to the future, conceptualizándola como la «disciplina que combina el conocimiento biológico con el de los valores humanos». Al siguiente año, André Hellegers crea el Instituto Kennedy de Bioética, en la Universidad Georgetown, siendo ésta la primera vez que una institución académica recurre al nuevo término. Desde allí hasta nuestros días la disciplina no ha hecho más que desarrollarse, abarcar nuevas temáticas y profundizar con nuevas dimensiones en los conceptos de base.

Córdoba en general y los abogados en particular podemos exhibir una tradición en ello. Por razones de espacio debo limitarme a los más próximos, con los que tuve el gusto de compartir esa verdadera pasión que es esta disciplina.

Los trabajos y la actuación de Armando Andruet en la materia han sido señeros al respecto. También debo citar a María del Pilar Hiruela de Fernández, tempranamente fallecida en 2015; Pili, para quienes tuvimos la dicha de contar con su bonhomía y amistad. Me tocó compartir con ambos la comisión asesora para la reglamentación de la ley provincial Nº 10058, de voluntad anticipada y muerte digna. 

Por el lado del Colegio de Abogados, durante la gestión de María Cristina Curtino se produjo el hito de constituir dentro del Instituto de Estudios Jurídicos una Sala de Bioética, de modo autónomo de otras. Recuerdo la dedicación al tema de Edgar Gribaudo y la consulta sobre quién debía dirigirla. Mi opinión, como la de otros, recayó en una misma persona: María Daniela González.

Fueron años de un importante trabajo de divulgación y también de actuación interdisciplinaria de esa querida amiga, recientemente desaparecida. Daniela tenía no sólo un humanismo acendrado, fruto de una aún más sólida fe espiritual, sino también la visión y generosidad suficiente como para encarar una gestión de puertas abiertas, miradas amplias e inclusivas sobre todos los tópicos y de vasos comunicantes en lo académico y la vinculación con la sociedad civil. Por eso, la sala intervino en actividades conjuntas con la de Derechos Humanos y, especialmente, con la Sala de Derecho a la Salud. La dupla de “Tibu”, como cariñosamente se le decía, con la Dra. Viviana Perracini, produjo resultados impresionantes en acercar al colegiado una oferta de calidad e interdisciplinaria en la materia. Temas como muerte digna, aborto, derechos del paciente y trasplantes -entre otros- fueron tratados desde una doble perspectiva, sanitaria y bioética, con la mayor calidad.

Fue una época en que se avanzó mucho y se difundió aún más. Por primera vez el Colegio de Abogados sentó posiciones públicas en la materia.

Lamentablemente, esa labor fue interrumpida de modo abrupto por una inconsulta decisión de las actuales autoridades colegiales quienes, sin aviso previo ni posterior, disolvieron la sala sin siquiera comunicárselo a su directora. Debo aclarar que no sólo pasó con ella. A muchos colegas, quienes tenían una larga actuación en las salas, se los reemplazó sin dar aviso o motivo alguno. Una inexplicable omisión, reñida con el más elemental don de gentes, que no opaca todo lo conseguido en la materia por esa Sala de Bioética señera, única entre los colegios de Abogados del país por su enfoque e incluso por su misma existencia, hasta donde es de mi conocimiento. 

Si bien la adición de la materia en la Sala de Derecho de la Salud palió un tanto la cuestión, se trata de una inclusión que no es técnicamente el abordaje correcto y que supone asimismo un reduccionismo en la materia. La bioética es mucho más que salud, aunque su actuación pública se concrete mayormente en ese campo. Es también ecología, derechos humanos, derecho animal, capacidad civil de las personas, entre muchos otros tópicos.

En los tiempos de pandemia que corren, con la noticia de la aprobación por la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires del “Marco bioético de las religiones monoteístas para la actuación frente al covid-19”, última regulación en nuestro país en la materia, esos faltantes se evidencian particularmente. Hay veces que, con decisiones inexplicables, en lugar de progresar se involuciona.

Comentarios 1

  1. Mónica says:

    Excelente nota. Debo agregar q entre Helsinki y Potter, se desarrolla el concepto de muerte cerebral, q también impulsó el desarrollo d la bioetica.

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