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Hombre mirando al sudeste, Subiela mirando al norte

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Por Sergio Castelli* y María Constanza Leiva**

El cine de forma retrospectiva nos permite descubrir, mediante el juego de la comparación y la investigación histórica,  sorprendentes datos, y en un ataque de revisionismo fílmico me di un gustito con una película nacional,  Hombre mirando al sudeste, dirigida por  Eliseo Subiela, cinta estrenada en la década de 80, que fue ampliamente  premiada y correspondida por el público.
Esta  historia oscila entre el drama y la ciencia ficción,  ofreciendo una obra más que inquietante,  que atrapa hasta el final y deja pensando, cosa no muy usual en el cine de hoy.
El protagonista  es un joven llamada Rantés, quien al ingresar en un psiquiátrico declara ser un alienígena. El  doctor Denis, psiquiatra a cargo,  se entrega apasionadamente al caso, llegando a poner en tela de juicio la verosimilitud de la historia.
Es que Rantés relata su epopeya con profunda convicción e inteligencia, asombrando paulatinamente a todos los que toman contacto con él, y comienza un informal pero afectuoso liderazgo dentro del nosocomio.
De manera creciente, la realidad se mezcla con hechos inexplicables  que hacen dudar, en especial al doctor Denis y fantásticamente al espectador que participa de esta incertidumbre; la pregunta persiste indefinidamente ¿y si es verdad, si este hombre no está loco?
De mi incursión investigativa surgió espontáneamente que la película argentina tenía una gemela -o, al menos- melliza estadounidense; que incluso hizo al propio Subiela cuestionarse si existía plagio con respecto a su reconocido film.

La controvertida era  K-Pax, dirigida por Iain Softley, estrenada en 2001. Esta película fue basada en una novela de Gene Brewer que tenía el mismo título, publicada originalmente en 1995. Y, claro, como nos tiene acostumbrados el cine de Hollywood, K-Pax recaudó muchos  millones de dólares,  una cifra bastante más abultada que Hombre mirando al sudeste.
Subiela, indignado con la situación, expresó a medios periodísticos que la película norteamericana era una grosera copia de la suya, “El argumento es idéntico: un enfermo psiquiátrico internado en un hospital que asegura haber llegado de otro planeta. El papel que acá hizo Hugo Soto, allá lo tuvo Kevin Spacey, y el del médico, que acá lo hizo Lorenzo Quinteros, allá recayó en Jeff Bridges. Fue a través de amigos que comenzaban a tener noticias de esa película en los Estados Unidos y me escribían pensando que yo había vendido los derechos de mi film y que K-Pax era una remake”.
La resolución del conflicto entre Subiela y Softley no es de público conocimiento, aunque se dice que llegaron a un acuerdo económico. Pero mas allá de eso, en casos como éstos, podemos apreciar la importancia de proteger la propiedad intelectual, y las obras que son fruto de ella, ya sean artísticas, literarias, industriales, etcétera.
Seguramente, si Subiela no hubiera contado con un marco legal protector de su obra, se hubiera quedado como Rantés, con la mirada perdida en el horizonte, pero no hacia el sudeste, sino un  poco más al norte.

* Agente de la propiedad industrial. ** Abogada

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