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Europa: problemas, opiniones y pocas soluciones (III)

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 Por Silverio E. Escudero

Nuestra visita a la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, fundada en tiempos de la II República Española, cuyo primer rector fue el querido Ramón Menéndez Pidal, concluye tras un enriquecedor aprendizaje. “¿Quo Vadis IV?” dejó importantes conclusiones y un sinnúmero de temas pendientes que merecen urgente atención por parte de los gobiernos y la sociedad europea.
El debate santanderino, según nuestras fuentes, de alguna manera, ganó las calles. La suerte de la integración de los países de Europa Central y Oriental -PECO, en la jerga comunitaria- fue uno de los ejes de las actividades colaterales. Discusión que tropezó con las pretensiones de los neonazis y nacionalistas austríacos de transformarse en tutores políticos e ideológicos de la integración por “ser la frontera contra la invasión del Islam y las ratas eslavas”. Enfoque que encuentra eco en el pannacionalismo europeo integrado por el Bloc Identitaire francés, los belgas de Synergies européennes y el Parti Communautaire National-Européen, un grupo nacional-bolchevique que nació de las entrañas del Parti Communautaire Européen de Jean Thiriart.
Los PECO, en la definición de la Unión Europea son once: Albania, Bulgaria, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Polonia, Chequia, Eslovaquia, Rumania y Eslovenia. Alianza estratégica que, de consolidarse, conformaría un bloque de 1,3 millones de kilómetros cuadrados, cuya integración obligaría a redefinir las reglas de la Unión Europea.
En especial las que rigen la producción agropecuaria, tan vituperada por un pseudo progresismo urbano de otras regiones del planeta al que no le interesa entender la naturaleza del trabajo rural conformado por millones de pequeños y medianos productores.
Ésa es la razón por la que la ultraderecha austriaca pretende apoderarse del Instituto Internacional de Viena para Estudios Económicos.
Desde su sede sita en Rahlgasse 3, 1060 en Viena, busca transformar el organismo en una banca alternativa y ser llave maestra de todas las transacciones este-europeas, atento a las promesas incumplidas tras la caída del Muro de Berlín, según las denuncias consignadas en un interesante trabajo de Marie Lavigne y publicando por Le Monde Diplomatique titulado Une coopération économique limitée. La CEE est-elle l’avenir de l´Est?
Promesas incumplidas que han originado un profundo desencanto “en esta relación poco promisoria y los efectos de la ‘transición’ – fuerte aumento del desempleo y de la pobreza, auge de la extrema derecha y de nuevos ricos oscuros- se refleja inevitablemente en la política interna.
Así, en las primeras elecciones libres de Polonia los votantes tenían que elegir entre el histórico líder Lech Walesa (ya con razón acusado de tendencias autoritarias y clericales), el antiguo primer ministro Tadeusz Mazowiecki y un aventurero empresario llamado Stanislaw Tyminski; este último pasó a la segunda vuelta.
Muchos, por temor a Tyminski, habían votado a Walesa en la primera vuelta, desplazando al meritorio Mazowiecki, que fue objeto de odiosos ataques, incluso antisemitas, según cuenta cinco años después -en el diario El País, de España- el intelectual independiente Adam Michnik, harto de tener que elegir otra vez, en 1995, ‘entre la Polonia del negro de las sotanas y la Polonia del rojo de los ex comunistas”.
Esas encrucijadas de la historia no son una mera casualidad. Los ejemplos sobran. Por allí andan los antecedentes del ultra pintoresco “Partido de Bebedores de Cerveza” en Polonia hasta el Partido Liberal Democrático del admirador ruso de Hitler, Vladimir Zhirinovsky, y “líderes afines en los PECO”, podrían ser multiplicados para ilustrar el desencanto popular. Un prestigioso diario liberal de Suiza -Neue Zürcher Zeitung- ya se preguntó si “a la revolución suave del Este europeo no le sigue ahora la restauración suave”.
Sin embargo, anota el austriaco Viktor Sukop, que los propios “ex comunistas” reelegidos en Polonia y en otras partes adoptan recetas neoliberales y aperturistas, aunque combinadas con otras medidas. “Así, entre los países de la primera línea de candidatos de la Unión Europea se formo el grupo de Visegrad –una antigua alianza de cuatro países centroeuropeos: Hungría, Polonia, la República Checa y Eslovaquia que sobrevivió al hegemonismo soviético- con una ‘Asociación de Libre Comercio de Europa Central’, Cefta, en sigla inglesa, para volver a aumentar la cooperación sobre-regional frente a las dificultades de ingresar y permanecer en la Unión Europea”.
El trasfondo estructural de ese conflicto permanente que se vive en Europa y quedó a la vista en Santander, fue sintetizado por Marie Lavigne al decir: “La especialización de las exportaciones del Este responde a una estrategia –hay que vender lo que se pueda en lo inmediato-, lo que no es viable a largo plazo porque los sectores correspondientes están condenados a declinar. La industria química no había podido crecer sino gracias a la importación de productos petroleros soviéticos a bajo precio. La agricultura atraviesa una fase de mutación insegura marcada por la privatización y la disolución de las antiguas cooperativas. La agricultura familiar no tiene porvenir y el Este no tiene medios para construir una gran agricultura capitalista. Por fin, en la industria textil, sólo a confección goza de una situación relativamente favorable, gracias a las actividades de subcontratación desarrolladas por los productores comunitarios.”
¿Este “¿Quo Vadis V, 2016?” convalidará el fin de la Europa comunitaria que proclaman, con irresponsabilidad, neonazis, nacionalistas europeos y populistas?

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