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El fútbol

Por Alicia Migliore*
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Por Alicia Migliore (*)

El pato es el deporte nacional argentino, establecido por resolución del presidente Perón en 1953 y recientemente así declarado por ley 27368 del 31 de mayo de 2017.
Su adopción como tal responde a una concepción de la sociedad y del deporte predominante en la primera mitad del siglo XX. El deporte era cosa de hombres y se lo adoptó por su carácter viril y ciertamente violento, que motivó su prohibición entre los gauchos en tiempos de la organización nacional.
No conocemos si existen sectores en el interior del país que lo practiquen habitualmente pero descartamos que no son masivos por cuanto supone la tenencia de caballos adiestrados y un campo para su práctica. Desarrollado en los campos bonaerenses en tiempos de gauchos a caballo, continúan la tradición en esas tierras, en demostración constante de destrezas.
El deporte más popular en nuestro territorio es, sin lugar a dudas, el fútbol, cuyo origen se atribuye a la Inglaterra medieval, aunque algunos historiadores rescatan juegos de pelotas con el pie por los guaraníes en la misión jesuítica de San Ignacio Miní.

Seguramente influye en su práctica masiva la facilidad de acceso a sus elementos, dado que alcanza con una pelota, que en algún tiempo hasta pudo ser de trapo, y un potrero o terreno baldío.
La pasión que genera entre jugadores y el público al advertir las habilidades que éstos demuestran le confieren un condimento innegable que populariza al juego y a quienes se destacan en él.
Como todo deporte, estuvo primero reservado a los hombres, quienes cuestionaron a las rebeldes que desarrollaron mágicas aptitudes en “jueguitos”, después de largos ejercicios solitarios y a escondidas.
Algunos textos señalan que fueron ellas quienes comenzaron a practicar este juego en China, en la antigüedad; otros rescatan los primeros equipos femeninos en Escocia como parte de la lucha de las mujeres por su emancipación. Lo concreto es que aún no se visualiza como un espacio femenino, aunque sea el deporte que, en el mundo, mayor cantidad de mujeres elige practicar.
Existe un marcado interés en la actualidad para posibilitar el máximo desarrollo de la disciplina por las mujeres. La Confederación de Fútbol Sudamericano ha jugado una fuerte carta en este sentido, al anunciar que aquellos clubes que no organicen su equipo femenino no podrán participar en torneos internacionales. El presidente de la Asociación de Futbol Argentino (AFA) ha declarado su pretensión de erigirse en el presidente de la igualdad de género para el futbol nacional. Esta legitimación desde lo institucional va generando un cambio cultural que determina la aceptación social de nenas practicando un juego reservado a los varones hasta el siglo pasado.
El proceso de cambio no es fácil. Reflejo de una sociedad que resiste los avances de las mujeres, es noticia, esporádica, la aparición de periodistas deportivas, árbitras, juezas de línea, que se van incorporando paulatinamente al medio futbolístico. No les resulta sencillo; son pioneras.
El folklore que rodea al fútbol sigue enarbolando un lenguaje, sino machista, al menos excluyente de las mujeres, pretendiendo reservar el lugar para sí, con algún permiso excepcional.
Y tiene mucho que ver con la violencia. Es causa y efecto del rechazo a las mujeres en el espacio.

El fútbol es una herramienta de transformación social que debe ser utilizada para la construcción de una sociedad respetuosa de valores, derechos y normativas.
Los niños se esmeran en parecerse a sus ídolos, quieren su destino de gloria; en eso incluyen sus destrezas y sus conductas. En un juego de equipo, debe prevalecer la solidaridad y la lealtad.
Cada vez que se premia una “picardía” donde se engaña a quien administra las reglas, se fomenta una distorsión en otros aspectos. El tramposo no es considerado tal sino que tiene viveza para violar la ley.
Cuando los instructores de la Fundación Messi indican a los niños que practican un juego mixto, que es necesario para la validez del gol que alguna de las niñas haya tomado contacto con la pelota, están favoreciendo la integración y el respeto por los otros, cualquiera sea su sexo, y contribuyendo a erradicar la violencia en el juego de contacto.
Cuando la hinchada baña literalmente de insultos sexistas a los jugadores que cometen errores o no responden a sus demandas, están denostando a todas las mujeres, y en esa conducta se están denigrando a sí mismos.
Hace poco tiempo, el equipo chileno Colo-Colo salió a la cancha portando perros callejeros de un refugio, para estimular la adopción y el cuidado de mascotas. La medida obedeció a un convenio suscripto por quienes advirtieron la fuerza de esas imágenes para el público en general.
Sabemos que hay manifestaciones puntuales previas a los partidos cuando algún hecho produce conmoción social: un accidente con muchas víctimas, un atentado terrorista, etcétera.
La violencia contra las mujeres alcanza proporciones endémicas. Algunos le llaman genocidio. A pesar de ello, no ha merecido una repulsa constante y sostenida. Tampoco ha surgido desde el campo de juego un discurso unánime, que establezca que es hombre sólo aquel que respeta a la mujer.

El programa “Tribuna Segura”, que encuentra entre uno de sus antecedentes directos a la “ley De la Rúa” sobre violencia en el fútbol, va logrando lentos avances, debido a que se privilegian los números de recaudación y los pactos de barras bravas con políticos. Será cuestión de sincerar esta distorsión y recuperar las canchas para que disfrute la familia sin la zozobra de perder la vida en el espectáculo. No es una exageración la frase precedente sino una descripción.
La erradicación de la violencia no es una ventaja que disfrutarán de modo exclusivo las mujeres. Todo lo contrario, disminuir la violencia urbana es un objetivo básico para mejorar la calidad de vida de todos los integrantes de la sociedad. Hay responsables de mantener estos niveles de locura directamente proporcionales a las cifras millonarias de dinero que se manejan.
El compromiso de erradicar la violencia debe ser mucho más que una mera declaración. Cuando la justicia actúe de manera seria, cuando las sanciones económicas sean significativas para los clubes y las dirigencias, todas las patotas que se creen dueñas de las vidas y las banderas de los clubes serán raleadas hasta que vuelvan a aprender a convivir en la sociedad, que incluye a las mujeres.
Quizás sea tiempo de que suscriban un acuerdo quien preside el Consejo Nacional de la Mujer y el presidente de la AFA -que pretende liderar la igualdad de género- y solicitar se implemente en todos los partidos, de todos los campeonatos, una medida tendiente a recuperar el respeto por las mujeres y sus vidas.
Tal vez deban entrar los jugadores con mujeres a la cancha. Declarar que se es hombre cabal si, y solo si, se respeta a la mujer. Suena tremendo pero parece ser el tiempo de pedir que nos quieran como a los perros de Colo-Colo. Que se horroricen y condenen la violencia que nos victimiza a diario. Sí, las mujeres pedimos que nos quieran como a los perros, que nos protejan, que se generen albergues para los casos de maltrato hasta que se recupere nuestra autoestima. Que la sociedad reaccione ante la violencia de género con el mismo horror y rechazo con el que reacciona ante el maltrato de un perro o un caballo.
Así como dedican sus goles los jugadores con señas que indican a sus madres, sus esposas embarazadas o sus hijos, creemos necesario que se exhiban en una constante actitud de respeto por las mujeres que los rodean en sus vidas. Lograrán un efecto social impensado y crecerán como seres humanos.
¿Habrá alguien que tenga poder y considere pertinente este aporte?..

(*) Abogada-ensayista. Autora del libro Ser mujer en política

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