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De litigar a escribir novelas

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Heather Terrell: reescribir la propia vida. A partir de su ejercicio profesional se ha destacado en la novelística contemporánea.

Por Luis R. Carranza Torres

Marie Benedict, la novelista del momento, no existe en realidad. Se trata del seudónimo literario de Heather Terrell, una abogada estadounidense que cursó estudios en la Upper St. Clair High School en Pittsburgh, luego en el Boston College y, por último, en la Boston University School of Law, donde recibió con honores su título en leyes.
Por una década, fue una ascendiente abogada litigante en la ciudad de Nueva York para firmas legales como Skadden, Arps, Slate, Meagher&Flom, comúnmente conocidos sólo como «Skadden». También se desempeñó en las cortes para Morrison&Foerster. Pero en ese momento la pasión literaria se cruzó en su camino.
Ya por entonces, algo en su espíritu inquieto preanunciaba que el derecho no le era suficiente a su vida. Por algo asumió el esfuerzo de estudiar por las noches historia del arte y arqueología, mientras pleiteaba de día.

Dicho con conocimiento de causa, las novelas se originan en los lugares y situaciones más insólitas. La que iba a cambiar la vida de Heather y otorgarle el renombre que da lograr un best-seller surgió de la pregunta hipotética que un colega le planteó, a inicios de su ejercicio como abogada: ¿Te negarías, por cuestiones morales, a representar a un cliente que tenía un caso fuerte legalmente?
El dilema de Terrell no es nuevo en el derecho. Remite al antiguo problema de qué hacer frente a una cuestión que es perfectamente legal pero no es justa. Por eso mismo, el juramento en el Colegio de Abogados de Córdoba, previo a ejercer la profesión, lo contempla.
Esa inquietud la acompañó mientras trabajaba para grandes compañías. Al combinarla con el interés que tenía por la historia del arte y después de tener que estudiar la ley que rige las obras de arte que los nazis confiscaron a las víctimas del Holocausto, su novela The Chrysalis empezó a ser escrita.
En ella, una joven abogada, Mara Coyne, debe batallar en los tribunales por una pintura holandesa del siglo XVII, que desapareció durante la Segunda Guerra Mundial; ella representa a la prestigiosa casa de subastas que la posee, en contra de una anciana holandesa que alega que fue robada a su familia por los nazis cuando la ejecutaron.

Como dijo luego, luego del éxito de ventas del libro, durante una entrevista literaria: «Muchos de nosotros, abogados, estamos en conflicto con el trabajo que hacemos. Para mí fue divertido fantasear: ¿Qué decisiones tomaría Mara? ¿Qué opciones tomaría yo?»
Dicen que algunas veces la realidad copia de la ficción. Eso también pareció sucederle a Heather con su primera novela, en un paralelismo curioso con su protagonista, una abogada joven que decide dejar una carrera prometedora para tomar otro rumbo con sus afectos. A su autora le pasó algo similar. Terrell todavía era una abogada en ejercicio cuando, a mitad de la escritura del libro, decidió dejar atrás tanto la litigación como a Nueva York, regresando junto a su esposo a su área natal en Pittsburgh. Se establecieron en Edgeworth, donde comenzó a escribir en su casa, éxito tras éxito.
Cómo conoció a su esposo, James Alan Terrell, tiene también mucho de novela. El encuentro inicial fue en mayo de 2000 en la cola para control de pasaportes del Aeropuerto Internacional de Hong Kong. Ambos habían llegado allí en el mismo vuelo. Ella había olvidado llenar su tarjeta de ingreso y le pidió ayuda para recordar su número de vuelo y otra información que requería el formulario. Al trámite le siguió una charla y cambiar números de teléfono. Varios meses más tarde, James debía ir a Nueva York y le ofreció encontrarse. Salieron a cenar y repitieron al siguiente día, almorzando en el Boathouse de Central Park.

El 18 de mayo de 2002 se casaron en la catedral católica de St. Paul en la ciudad de la Gran Manzana.
Después del éxito de su primera novela y dejar la práctica legal, vinieron otras obras dentro del género del suspenso, como The Map Thief y Brigid of Kildare.
Luego empezó a usar su pseudónimo literario y a escribir respecto de mujeres invisibilizadas por la historia. Carnegie’s Maid, A la sombra de Einstein y La única mujer pertenecen a esta etapa actual, a la que se abocó con el recuerdo de las varias defensas como letrada respecto de casos que involucraban los derechos de las mujeres.
La experiencia en la práctica del derecho la llevó a escribir ficciones con no poco de realidad y a un creciente interés de sus lectores. Suele pasarles… a algunos abogados.

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