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Aproximaciones a los conflictos mundiales tras la pandemia

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Por Silverio E. Escudero – Exclusivo para
Comercio y Justicia

La presencia planetaria del covid-19 ha despertado todo tipo de debates sobre el futuro de la humanidad. No sólo se discute la suerte del hombre como especie sino también la conformación de un nuevo orden internacional que supuestamente se conformaría cuando la ciencia detenga el proceso de destrucción masiva que genera el coronavirus.
La búsqueda de la pócima que necesita el “nuevo mundo que asoma” se enfrenta, como ocurrió a lo largo de los siglos, con las supercherías y dislates que proponen las religiones que obstruyen el trabajo científico. Quizá sean los dichos del cardenal de Valencia, Antonio Cañizares, el mejor ejemplo. El purpurado, en plena misa de Corpus Christi, afirmó en su sermón: «El demonio existe en plena pandemia intentando llevar a cabo investigaciones para vacunas y curaciones. Nos encontramos con una dolorosísima noticia de que una vacuna se fabrica a base de células de fetos abortados, así de claro», para después señalar que eso «es ir en contra del hombre.»
Dicho esto a manera de marco referencial abrimos las puertas de este foro para fomentar debates sobre un conflicto complejo que afecta a todos. Problemas que escapan a los cánones clásicos de los análisis político, económico y financiero. No habrá espacio para desentendidos.
Los avances y retrocesos en la intencionalidad hegemónica de las grandes potencias avisan de la existencia de un estado prebélico de gravedad creciente.
Estados Unidos, China, Rusia y Europa alistan sus fuerzas e instruyen a sus mejores cuadros para unificar “las voces de mando”. Así reclamaran a los países dependientes mayores contribuciones y sumisión para integrar las tropas de vanguardia si la guerra comercial en curso deviene en una conflagración de la que saldrá victoriosa la industria armamentista.
Los medios de comunicación participan activamente en el juego perverso que se propone. Cada cual cumple su rol de acuerdo a sus alineamientos ideológicos fraguando un debate que no es tal. Un debate que resolverá una minoría que reserva al ciudadano común un cúmulo de denuncias de corrupción, violaciones de los derechos humanos, bloqueos navales, sanciones económicas y un largo etcétera que entrecruzan a tirios y troyanos.
La complejidad del tablero internacional obliga a transitar con mucha prudencia para comprender su deriva. Así buscamos una opinión autorizada que alumbre el camino. Una figura excluyente de la diplomacia latinoamericana que es escuchada con suma atención en todos los foros internacionales hemos, imaginariamente, convocado.
Celso Amorim es nuestro invitado. Es el hombre que explicó hasta el hartazgo el rol de Sudamérica en el concierto internacional y la necesidad en encontrar comunes denominadores para que la región se construya, desde su condición de continente bioceánico, como una potencia cuasi autosuficiente cuyo poderío basado en la cooperación le protegería de las tensiones de la política mundial porque la fortaleza del conjunto será es la mejor forma de disuasión.
Enseña el diplomático brasileño: “Cuando uno discute temas globales en el mundo el hecho de que nuestra región sea pacífica es un valor a favor extraordinario. Cuando se habla de la competitividad y se habla de la capacidad de atracción de inversiones, se trata de una ventaja formidable para la paz. Y eso también nos da gran autoridad para hablar de otros problemas en el mundo. Además somos una región muy diversificada, desde el trópico más ecuatorial hasta Tierra del Fuego, que nos exige tener una visión común de defensa”.
Las reflexiones de Amorim en esta hora compleja adquieren un valor superlativo por lo que sería de utilidad incluirlo en un plan de lecturas periódicas para aproximar al análisis global la visión de un latinoamericano de nota. Un latinoamericano que fue distinguido –en 2009- por la revista estadounidense Foreign Policy como «el mejor Ministro de Asuntos Exteriores del mundo».
Su pensamiento adquiere valor extra al transformarse en vocero oficioso de los países en vías de desarrollo que encuentran en él un abogado que denuncia las pretensiones de las grandes potencias, que buscan restringir/anular la soberanía de los estados nacionales e instituir un nuevo modelo de la governanza global que en nada diferiría del que estuvo vigente en tiempos de la Guerra Fría.
“Una de las grandes incógnitas -advierte el dos veces canciller de la República Federativa del Brasil- que se aclarará en los próximos meses, es precisamente hacia dónde se dirige la política exterior de EEUU. Obviamente, los intereses estructurales de EEUU seguirán siendo los mismos, empezando por el capital financiero, las grandes empresas de tecnología y las consideraciones estratégico-militares, aunque los intercambios internos derivados de la pandemia y la creciente agitación de la población afroamericana puedan modular sustancialmente la forma en que esos intereses se presentarán y defenderán en todo el mundo. En esencia, se trata de saber (a la hora de elegir entre Joe Biden y Donald Trump), si Washington mantendrá una actitud de defensa agresiva de sus intereses económicos y estratégicos sin tener en cuenta otras posiciones o sensibilidades.
O si, como ha ocurrido en gran medida desde la Segunda Guerra Mundial, tratará de modular su acción para evitar conflictos arriesgados y enfrentamientos innecesarios. Tendremos respuesta a esta pregunta en los primeros días de noviembre”.
Pero no será necesariamente así. En primer lugar, desde un punto de vista militar-estratégico, no se puede descartar a Rusia, cuyo potencial de armamento moderno altamente destructivo ha sido continuamente actualizado y mejorado. Desde cohetes supersónicos hasta torpedos de gran alcance con capacidad nuclear. Además, Rusia posee un vasto territorio, que va desde el corazón de Europa hasta las estepas árticas y desde el mar Báltico hasta un Lejano Oriente. Es rico en recursos naturales, empezando por el petróleo y el gas, cuyo papel en la economía mundial no necesita ningún comentario.
Por no mencionar el hecho de que, tras el período de “resaca yeltsiana” que sucedió a la disolución de la URSS, Moscú demostró de nuevo una gran firmeza en la escena internacional, ilustrada entre otras cosas por sus acciones en Crimea y Siria.
Amorim plantea un escenario: “Desde un punto de vista estratégico-militar, pero con evidente impacto político, sería quizás más correcto, en lugar de la bipolaridad, hablar de un ‘trípode’ en el que tres  superpotencias buscarían un equilibrio variable.
Hoy este equilibrio tiende a manifestarse mediante una alianza ‘euroasiática’ entre Moscú y Pekín, frente a un gobierno estadounidense deliberadamente agresivo e imprevisible”.
Pero para el ex ministro de Relaciones Exteriores y de Defensa de Brasil la estabilidad de esta alianza está lejos de ser permanente. Considera que nada descarta la posibilidad de que, como en el pasado (y menciona el conflicto chino-soviético de los años 60 y 70), se produzcan choques de intereses entre las dos grandes potencias del continente euroasiático de los que, llegado el momento, pueda beneficiarse Washington.

Comentarios 1

  1. Pedro A. Ramacciotti says:

    Muy bueno tu artículo Enrique.

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