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Abuelos

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Cuando recibimos los casos en los que el motivo de la solicitud es “régimen de visitas para abuelos”, creo que todos nos conmocionamos, que siempre son casos difíciles porque generalmente los abuelos que piden la visita son los padres de un papá o una mamá muchas veces ausente y en los cuales las emociones, enojos e incluso “broncas” de la mamá o papá presente, no les permiten entender que los abuelos son parte de la familia del niño y como tales deben formar parte de su vida.

Por Estela Hawkes* – Exclusivo para Comercio y Justicia

Fue uno de los primeros casos en los que me tocó intervenir como mediadora, cuando hacía muy poco tiempo que había terminado mi formación y obtenido mi matrícula, y considero que fue “el caso” que me hizo interesar en la “mediación familiar” y hacer la especialización en ella. Fue solicitado en un centro público. Cuando me llaman para informarme sólo me dicen: “Es una abuela que pide régimen de visitas para su nieto”. Y lo recordé muy especialmente cuando leí un artículo del Dr. Enrique Orchansky publicado en La voz del Interior en marzo del 2013:

“Los abuelos no sólo cuidan, son el tronco de la familia extendida, la que aporta algo que los padres no siempre vislumbran: pertenencia e identidad, factores indispensables en los nuevos brotes.

La mayoría los abuelos siente adoración por sus nietos. Es fácil ver que las fotos de los hijos van siendo reemplazadas por las de éstos. Con esta señal, los padres descubren dos verdades: que no están solos en la tarea y que han entrado en su madurez.

El abuelazgo constituye una forma contundente de comprender el paso del tiempo, de aceptar la edad y la esperable vejez.

Lejos de apenarse, sienten al mismo tiempo otra certeza que supera a las anteriores: los nietos significan que es posible la inmortalidad. Porque al ampliar la familia, ellos prolongan los rasgos, los gestos: extienden la vida. La batalla contra la finitud no está perdida, se ilusionan.

En la primera reunión junto a la otra mediadora, pudimos conversar con Alicia, la abuela, una persona humilde de más de 70 años y bastante reticente a hablar con Verónica, la nuera. Así supimos que prácticamente desde que había nacido Agustín (7), Verónica y Ángel (el hijo de Alicia), habían dejado de convivir. Que tanto ella como él habían formado nueva familia, teniendo también Ángel un hijo de un año.

Hubo algo que ambas relataron y era que mientras Verónica estuvo viviendo en el interior de la provincia, cada 15 días Alicia viajaba a visitar a Agustín y que nunca habían tenido problemas por el contacto abuela-nieto; que éstos habían comenzado cuando Verónica regresó a Córdoba.

Me llevó (la otra mediadora se había retirado del caso por problemas particulares y me habían pedido que lo siguiera sola) varias reuniones -una de las cuales fue con Ángel, quien veía muy poco a su hijo, e incluso una con Agustín a pedido de su mamá y con la anuencia de las autoridades de DiMARC- poder “comprender” que Verónica estaba aún muy “enojada” con Ángel y que este enojo lo reflejaba no dejando que Alicia viera a Agustín. Y allí comenzó mi verdadera tarea, lograr acuerdos mínimos, por poco tiempo y con seguimientos mensuales… tan “mínimos” que Alicia sólo podía buscar a Agustín a la salida del colegio al que concurría, un viernes cada 15 días y llevarlo hasta el trabajo de Verónica, a tres cuadras de la escuela… la felicidad de Alicia por ese poquito tiempo compartido con Agustín era inmensa, pero se acercaba el fin de las clases y era necesario “mejorar” este acuerdo. Luego de otras dos reuniones Verónica permitió que Agustín fuera los sábados a la tarde a casa de Alicia y, entonces, para la abuela Alicia la felicidad fue completa, pues con ella vivía una hija y su familia y esto permitiría que Agustín se conociera y contactara también con sus tíos y primos.

Al comenzar el nuevo año escolar volvieron los inconvenientes pues Verónica había decidido cambiarlo de colegio, y Alicia no podría buscarlo a la salida de la nueva escuela pero, conversando otra vez con Agustín, me dijo: “Doctora, a mí me gusta ir a la casa de mi abuela Alicia y me gusta jugar con mis primos también y como queda cerquita de la casa de mi abuela María, ella me dijo que me iba a seguir llevando”

Tomando las palabras de su hijo, al hablar con Verónica ésta accedió a lo que el niño quería y pudimos redactar un acuerdo en el cual Alicia seguiría en contacto con su nieto, quien iría a su casa los martes a la tarde, cuando saliera del nuevo colegio, y los sábados a la tarde. Y sé que este acuerdo se cumplió porque Alicia me llamó por teléfono durante varios años todas las navidades para saludarme y agradecerme la intervención que le había permitido “recuperar” el contacto con su nieto.

 * Contadora, mediadora

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