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La relación entre bajos ingresos y estrés, en el centro de la investigación científica

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El estatus socioeconómico y la etnia afectan el estado de salud física y mental, según se demostró. Por Luz Saint Phat – [email protected]

Es sabido que las condiciones de existencia de las personas son factores fundamentales en la salud física y mental.
Específicamente, la relación entre la pobreza y el estrés fue abordada por una investigación publicada por la American Psychological Association (APA) en su sitio web http://www.apa.org
Aunque el ámbito de desarrollo de este estudio es Estados Unidos, sus resultados valen para reflexionar sobre lo que también sucede en el resto del mundo.
“Las personas con bajos ingresos y las minorías étnicas experimentan mayores niveles de estrés que las personas más adineradas, lo que puede conducir a importantes disparidades en la salud mental y física que finalmente afectan la esperanza de vida”, indica la nota descriptiva de la entidad, en la que se informa sobre el estudio realizado.
La investigación fue llevada adelante por un grupo de científicos presidido por Elizabeth Brondolo y se titula Stress and health disparities (http://www.apa.org/pi/health-disparities/ resources/stress-report.pdf).

Según el estudio, las personas con ingresos más bajos han tenido más eventos traumáticos y violentos en su niñez, como es el caso -según el estudio- de los afroamericanos y los descendientes de hispanos nacidos en Estados Unidos.
“El estrés afecta cómo percibimos y reaccionamos ante el mundo exterior”, dijo Brondolo. “El bajo nivel socioeconómico ha sido asociado con pensamientos negativos, incluida la baja autoestima, la desconfianza en las intenciones de los demás y la percepción de que el mundo es un lugar amenazante y la vida tiene poco significado. El estrés también contribuye a la depresión”, indicó la especialista, según el comunicado de APA.
En este sentido, el análisis señala que los hombres cuyos ingresos pertenecen al uno por ciento más rico de la población viven casi 15 años más que quienes se encuentran en el uno por ciento más pobre. En el caso de las mujeres, la diferencia en la esperanza de vida es de alrededor de 10 años.

Vale señalar, en este punto, que los altos niveles de estrés se han correlacionado constantemente en los estudios con el tabaquismo, el consumo de alcohol y drogas y la inactividad física. Estos comportamientos y sus resultados (por ejemplo, la obesidad) están estrechamente relacionados con el inicio y el desarrollo de numerosas afecciones, incluidas la diabetes, el cáncer, las enfermedades cardiovasculares y el deterioro cognitivo, según indica el documento consultado.
Por otro lado, según el informe, este tema es fundamental en la cuestión pública, pues se estima que las enfermedades y lesiones relacionadas con el estrés cuestan más de US$300 mil millones por año, debido a su vinculación con los accidentes, el ausentismo, la rotación de empleados y la productividad directa y los costos legales, entre otros puntos.

Recomendaciones
Una serie de intervenciones a nivel individual, familiar y de la comunidad pueden ser útiles para ayudar a mejorar los efectos negativos del estrés en este tipo de poblaciones.
En este sentido, en el ámbito individual, el documento destaca la práctica de disciplinas como el yoga o la meditación, que han sido aceptadas por algunos grupos y demostraron ser efectivas.
Sin embargo, más allá de eso, otras acciones de mayor alcance, como mejorar los programas de comunicación entre los pacientes y sus agentes sanitarios o promocionar los vínculos positivos entre padres e hijos, pueden ser intervenciones adecuadas.
En este marco, el informe concluye con una serie de recomendaciones, que incluyen la solicitud de una investigación multidisciplinaria adicional sobre la interrelación de las barreras a la salud por parte de las personas que pertenecen a grupos vulnerables.
También se requiere, según los investigadores, apoyar estudios que identifiquen las mejores estrategias para reducir el prejuicio y la discriminación que padecen estos grupos de personas.

Además, es necesario el desarrollo de modelos y métodos estadísticos que posibiliten comprender los efectos del estrés en la susceptibilidad y la resiliencia de las personas.
Con relación a los profesionales, la investigación señala que es fundamental capacitar a los médicos para que puedan abordar los efectos que la desigualdad y la injusticia social tienen en la salud comunitaria. Por otro lado, resulta urgente continuar formando a los profesionales que trabajan con estas poblaciones, integrando equipos de trabajo interdisciplinario. En el ámbito comunitario, los especialistas recomiendan generar redes con organizaciones de base y con escuelas para planificar colaboraciones estratégicas con el objetivo de difundir información sobre el estrés y sus implicancias en la salud.
En cuanto a las políticas públicas, resulta necesario mejorar tanto los fondos para continuar las investigaciones sobre estos temas como el acceso a servicios de salud mental por parte de la población con menores ingresos, concluye el informe consultado.

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