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Cuando estar cerca es demasiado: cómo afecta a los niños la sobreprotección de los padres

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Un control excesivo puede limitar la capacidad de los infantes para manejar sus propias emociones y comportamientos

Por Luz Saint-Phat – [email protected]

Encontrar la manera adecuada de acompañar el desarrollo de los niños es una tarea realmente compleja. Conocer los tiempos y las necesidades de los infantes, a la vez de permitir que experimenten por sus propios medios la vida, sin experimentar demasiados riesgos, resulta un arte.
En este sentido, es necesario que los adultos tengan en cuenta que es fundamental que los pequeños desarrollen su propia autonomía en la medida que van atravesando las distintas fases de su desarrollo.
De hecho, una investigación publicada recientemente en la revista especializada Developmental Psychology indica que la sobreprotección por parte de padres puede afectar la capacidad de los niños de controlar sus sentimientos y actitudes. “La capacidad de autorregular las emociones y el comportamiento en respuesta a las cambiantes demandas ambientales se encuentran entre las más fundamentales habilidades que los niños desarrollan en la primera infancia y éstas subyacen el desarrollo exitoso en múltiples dominios en todo el duración de vida”, dice el artículo perteneciente a Nicole Perry de la Universidad de Minnesota (Estados Unidos) y a Jessica Dollar, Susan Calkins y Susan Keane, investigadoras de la Universidad de Carolina del Norte (Estados Unidos).
Vale señalar que la autorregulación es definida por las especialistas como una acción adaptativa al entorno que puede observarse en distintos niveles: emocional, conductual y cognitivo. En general, esta capacidad se comienza a desarrollar en los primeros cinco años de vida para luego funcionar como cimiento de la adaptación a las etapas posteriores del ciclo de la vida (adolescencia, adultez y senectud).

En este sentido, distintas investigación indican la importancia del rol de los adultos encargados de la crianza en este proceso de la infancia.
“Los niños dependen de los cuidadores para regular su estado, excitación y comportamiento para desarrollar gradualmente la autosuficiencia en la gestión de sus propias acciones y emociones en la primera infancia”, dice el artículo consultado.
“Padres que son sensibles a las necesidades de los niños durante situaciones emocionalmente desafiantes y responden al fracaso de los infantes en sus intentos de autorregulación de manera solidaria para reducir la tensión, guían a los niños en el desarrollo de las habilidades necesarias para lograr una baja en la excitación y el control de sus impulsos”, dicen las investigadoras.
Así, este tipo de acompañamiento de los adultos permite que los infantes puedan aprender las estrategias más efectivas y trasladar estos aprendizajes a un mundo social “más amplio”, en la medida que van creciendo.
“Por el contrario, los comportamientos de crianza negativos pueden socavar el desarrollo de la autorregulación. Cuando los bebés hacen su transición a la niñez, las interacciones cotidianas entre padres e hijos puede caracterizarse frecuentemente por los esfuerzos de los padres de ejercer el control sobre el niño, que se encuentra explorando sus fronteras y buscando autonomía e independencia”, advierte la publicación. Así, el “dominio excesivo o intrusivo, caracterizado por intervenciones de los padres antes de que los niños intenten regular sus emociones o comportamientos por sí mismos, limita considerablemente la capacidad para practicar estrategias regulatorias”, explica. La importancia de que los niños desarrollen sus propias estrategias en el hogar resulta fundamental para que luego puedan adaptarse a entornos sociales más complejos como, por ejemplo, la escuela.

De hecho, el desarrollo de buenas habilidades de autorregulación emocional y comportamental disminuyen la posibilidad de los niños actúen destructivamente en los niveles escolares iniciales, a la vez que impide que puedan internalizar emociones negativas que pueden contribuir a cuadros de ansiedad o depresión infantil.
Por otro lado, una autorregulación positiva tiene incidencia en el rendimiento académico en los niveles educativos posteriores, según detalló la investigación.

Estudio y resultados
Las investigadoras indagaron a los mismos 422 niños en el transcurso de ocho años y los evaluaron a las edades de dos, cinco y 10 años, como parte de un estudio de desarrollo social y emocional.
Los niños que participaron del experimento eran predominantemente blancos y afroamericanos, con orígenes económicamente diversos.
Los datos se obtuvieron a partir de las observaciones de las interacciones entre padres e hijos, las respuestas informadas por los docentes y los autoinformes de los niños de 10 años.
Específicamente durante las observaciones, el equipo de investigación les pidió a los padres y a los niños que jugaran como normalmente lo hacían en sus hogares.

En general, los resultados mostraron que el control excesivo de la crianza de los hijos -cuando el niño tenía dos años- se asoció con una peor regulación emocional y de comportamiento a los cinco años.
Por el contrario, cuanto mayor fue la autorregulación emocional de un niño a los cinco años, existió menor probabilidad de que tuviera problemas emocionales y mayores posibilidades de que tuviera mejores habilidades sociales y sea más productivo académicamente.
De manera similar, a la edad de 10 años, los niños con un mejor control de los impulsos se inclinaron menos a experimentar conflictos emocionales y sociales y también obtuvieron rendimientos académicos más altos.

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