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“A mayor globalización se registran procesos de más segregación”

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Silvina Sanmartino advierte que, en las sociedades contemporáneas, el rechazo a la diferencia muestra su costado más crudo.

Por Luz Saint Phat – [email protected]

La foto del niño sirio en las playas de Turquía; la periodista europea que agrede a un inmigrante desesperado por cruzar la frontera; las declaraciones de Donald Trump sobre los inmigrantes que viven en Estados Unidos y las problemáticas Latinoamericanas en torno a los descendientes de los pueblos originarios son apenas postales de un fenómeno que atraviesa la contemporaneidad.

Silvina Sanmartino es psicóloga y psicoanalista, miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana (EOL) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). También es adherente del Centro de Investigación y Estudios Clínicos (CIEC) y se desempeña como responsable editorial de la revista Contingencia, que dedicará su próximo número a los efectos de los procesos actuales de migración.

En diálogo con Comercio y Justicia, la especialista indicó que la principal consecuencia de las migraciones masivas es el recrudecimiento de los procesos de segregación, e indicó algunas lecturas que el psicoanálisis puede ofrecer como orientadoras para abordar estas problemáticas.

-¿Qué aportes puede realizar el psicoanálisis para comprender la complejidad de los procesos migratorios actuales?
-Más allá de las imágenes que circularon la semana pasada del niño muerto en la costa de Turquía, tratamos de indagar debajo del horror que despiertan las noticias de este tipo y que ocurren no sólo en Europa sino también en América, teniendo en cuenta que estamos asistiendo al segundo momento histórico (después de la última guerra mundial) en el cual una gran masa de personas circula por el mundo. Este análisis es realmente delicado, porque cuando nos salimos del primer impacto de ver las fotos, que producen mucho dolor, tenemos que preguntarnos cuál es la principal consecuencia de estos procesos. Al respecto, Jaques Lacan advritió ya en 1967 de que el porvenir de mercados comunes sería balanceado por una extensión más dura de los procesos de segregación. Es decir que hoy -a diferencia de lo que podemos pensar sobre que una mayor globalización hace al hombre más tolerante a lo diferente- lo que se produce como efecto de los procesos de migración es justamente lo contrario: a mayor globalización se registran procesos de más segregación.

-Además de las cuestiones económicas y laborales ¿qué consecuencias tienen en las subjetividades estos procesos de migración?
-Desde el psicoanálisis partimos de la idea de que el sujeto como tal siempre es inmigrante. Cada uno de nosotros es inmigrante porque siempre hay algo de lo extranjero, de lo que no se reconoce como propio, al interior de cada uno. Ahora ¿qué hace hoy que la gente se mueva por el mundo? Sin duda, existen factores económicos y geopolíticos, pero también constatamos que cuando alguien se va de su país es porque se siente extranjero en una tierra que ya no lo puede alojar, se ve expulsado de su propio territorio. Y luego, cuando llega a una tierra extranjera -a pesar de los avances en los derechos del hombre- se da una segunda expulsión, un rechazo. Y es en las consecuencias de este proceso de segregación que nosotros estamos investigando. Porque los sujetos, en vez de ser alojados, vivencian el rechazo. Y lo que se rechaza es el goce, el estilo de vida distinto. Pero es necesario advertir de que estos mismos procesos segregativos pueden verse también en nuestras ciudades -como por ejemplo los countries-, cuando la gente se agrupa por determinados modos de vida. Es decir, hoy lo que se rechaza del otro es que no vive como vivo yo.

-Articulando esto con lo político, ¿cómo se interpreta que esa modalidad de rechazo a lo diferente se convierta en políticas públicas antiinmigración?
-En mi opinión personal, entiendo que actualmente hay políticas que alojan a un mayor número de personas y otras que no. Respecto específicamente de la foto de la semana pasada, escuché información sobre los cupos que existen en los países para recibir inmigrantes y sobre las manifestaciones de solidaridad con los refugiados sirios por parte de los distintos ciudadanos. A mí me impactó esta acción de dividir personas y repartirlas en distintos países como si fueran cualquier tipo de objeto. Pero el problema contemporáneo de la inmigración no termina con estas soluciones políticas sino que llevará años. No sólo en Europa sino también en América, como pasa con los movimientos campesinos, los descendientes de los pueblos originarios, con las personas que se desplazan dentro del mismo país en busca de trabajo y que terminan segregadas en las grandes ciudades. Al respecto, el psicoanálisis puede advertir de este fenómeno que sucede cotidianamente y señalar que este odio a lo extraño, al goce otro, es un rechazo estructural e inherente a la condición humana pero que en algunos momentos -como el actual- recrudece y da lugar a que poblaciones enteras estén marginadas y hacinadas.

-¿Qué herramientas ofrece el psicoanálisis para atenuar este efecto de segregación?
-Es una pregunta difícil porque el psicoanálisis puede ofrecer siempre a aquellos que llegan a nuestras consultas, un espacio para poder ir construyendo, sabiendo algo del propio malestar. Pero creo que podemos justamente advertir que estas cuestiones son estructurales y podemos hablar de las distintas formas mediante las cuáles es posible construir o pensar el lazo social.

También se puede decir algo sobre la fascinación que producen las imágenes en nuestra época. Además tratamos de señalar que hoy opera un discurso -que no es el de la tradición que ordenaba- que hace que los sujetos estén extraviados y busquen respuestas en las masas. Frente esto, por ejemplo, aparece el retorno a las religiones como orientadoras, pero que a la vez vuelven de la forma más feroz.

El psicoanálisis, en fin, puede ofrecer estas lecturas para orientar la investigación sobre la temática y para guiar nuestra práctica, que siempre es singular, caso por caso.

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