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El progresismo en España se une en el espanto a la ultraderecha

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El avance del partido Vox aceleró las negociaciones y limó asperezas entre el Partido Socialista (PSOE) y la coalición de izquierda Unidos Podemos (UP)

En España, una negociación “exprés” parece haber destrabado la encerrona política en la que está el país desde el llamado a nuevas elecciones hechas por el presidente en funciones Pedro Sánchez en septiembre.
Ayer, el Partido Socialista (PSOE) y la fuerza de izquierda Unidos Podemos (UP) sellaron un acuerdo para formar un gobierno de coalición progresista, el primero en el país desde la transición democrática. El acercamiento surgió luego de una negociación contrarreloj que se aceleró por el shock que generó del avance de la ultraderecha.
Sucede que la abrupta irrupción de la derecha más radical con el partido Vox (liderado por Santiago Abascal) logró lo que hace seis meses fue imposible.
En ese momento, el socialismo tuvo la oportunidad de generar una base parlamentaria estable si se aliaba en el gobierno a los liberales de Ciudadanos. Con 123 legisladores -los primeros – y 57 -los segundos- hubiesen logrado cuatro escaños más que los 176 que se requieren para ser mayoría en el Parlamento español. Una situación más cómoda y estable que la que originó desde las frustradas negociaciones de ese momento.

Posteriormente Sánchez llamó a elecciones, convencido de que podía conseguir un respaldo más amplio que el conseguido en los comicios de abril cuando resultó ganador.
Las elecciones españolas del domingo pasado dejaron en claro dos cosas: que la estrategia de Sánchez de llamar nuevamente a las urnas fue una pésima decisión y que se dio a la ultraderecha la posibilidad de lograr un posicionamiento impensado meses atrás.
Hace casi un año Vox tenía solamente algunos concejales y no tenía diputados nacionales. El domingo, en la cuarta elección en cuatro años en España, se convirtió en la tercera fuerza detrás del socialismo y el Partido Popular (PP).
Ello, más el crecimiento de la derecha moderada obligó a Sánchez a nuevas negociaciones para lograr gobernabilidad.
Ahora, para que el nuevo Ejecutivo acordado entre el PSOE y la coalición de Unidos Podemos vea la luz será necesario convencer a los independentistas catalanes de que se abstengan, en un escenario muy complejo por la escalada del conflicto de secesión, ya que ni el conservador PP ni Ciudadanos están dispuestos a facilitar la reelección de Sánchez.
A menos de 48 horas de la repetición de las elecciones generales, el presidente del gobierno español en funciones y el líder de UP, Pablo Iglesias, sellaron el histórico acuerdo con un abrazo en el Congreso de los Diputados.

Precisamente ese abrazo, iniciativa de Iglesias, generó suspicacias. Por la forma sorpresiva en la que se llegó al convenio y por borrar de un plumazo los viejos rencores, las acusaciones mutuas y la desconfianza que marcaron la relación entre el PSOE y UP en los últimos meses.
Fue necesario que los españoles votaran por segunda vez en un año -lo hicieron el 28 de abril y el 10 de noviembre- y que Vox escalara a una posición amenazante para que las dos principales fuerzas progresistas de España superaran sus diferencias y se pusieran de acuerdo.
«Es tiempo de dejar atrás cualquier reproche y trabajar codo con codo en la tarea histórica e ilusionante que tenemos por delante», dijo Iglesias al presentar junto a Sánchez el preacuerdo entre PSOE y UP. Como parte del convenio, Sánchez ofreció Iglesias la vicepresidente del gobierno de España.
Ambas fuerzas progresistas perdieron terreno en las elecciones del domingo, que ganó el PSOE en un resultado más agrio que dulce.
El futuro gobierno trabajará «por el diálogo para afrontar la crisis territorial y por la justicia social como la mejor vacuna frente a la extrema derecha», subrayó el líder de UP.
«Este proyecto político es tan ilusionante y esperanzador que supera cualquier desencuentro», apuntó Sánchez, quien luego de perder tres diputados con la repetición electoral dijo que ambos eran conscientes de la “decepción” que supuso para los votantes progresistas que no hayan podido alcanzar un acuerdo después de los comicios de abril.

Ayer, el líder socialista vaticinó: «Este gobierno va a ser rotundamente progresista, por sus integrantes y por su trabajo». Y sentenció en un claro mensaje a Vox y sus 52 legisladores: «Lo único que no cabrá será el odio y la confrontación entre españoles».
Es que Vox encarna un mensaje xenófobo, racista, islamofóbico y machista, calificado como “neofranquista”.
De momento, PSOE y UP pactaron un programa básico con diez líneas principales de acción, entre las que se destacan la mejora del empleo; la protección de la sanidad, la educación y las pensiones; garantizar el derecho a la vivienda; la lucha contra el cambio climático, la igualdad de la mujer y la ampliación de los derechos sociales.
En cuanto al conflicto secesionista catalán, afirman que tienen como «prioridad garantizar la convivencia en Cataluña y la normalización de la vida política» fomentando el diálogo y buscando fórmulas de “entendimiento y encuentro, siempre dentro de la Constitución”.
Todavía no se sabe cómo será la estructura del próximo Ejecutivo, salvo que Iglesias ocupará unas de las vicepresidencias, algo que parecía impensable después de Sanchez vetara esa posibilidad en julio pasado.

«Éste es un acuerdo para cuatro años, de legislatura, y nace con el propósito de abrirse a otras fuerzas parlamentarias que permita no solo la investidura sino una legislatura», explicó el líder socialista, quien apeló a la «generosidad y responsabilidad» de todas las fuerzas políticas para que España tenga un gobierno estable.
PSOE y UP no alcanzaron una mayoría, por lo que tendrán que buscar el respaldo de otras fuerzas políticas para en primer lugar superar la votación de investidura de Sánchez, algo que pretenden hacer sin los secesionistas.
Cuentan de antemano con la disposición de los progresistas de Más País, los nacionalistas vascos del PNV y otros partidos regionales minoritarios. Y tendían lazos nuevamente a los liberales de Ciudadanos, debilitados después del paso por las urnas y la renuncia de su ya ex líder, Albert Rivera.

Pero las primeras noticias no son buenas: «Ciudadanos no puede apoyar que Sánchez y Podemos lleven las riendas del Gobierno de España. Es nefasto y contrario a los intereses de la mayoría de españoles», se adelantó el partido liberal en un comunicado.
«Sánchez cierra la puerta, con estruendo, a cualquier colaboración con el PP», apuntó por su parte Pablo Casado, líder del PP, que rechaza abstenerse.
De no cambiar estas posiciones, la única salida es lograr la abstención de los independentista de ERC (Esquerra Republicana de Catalunya), que exigieron el reconocimiento de la existencia de «un conflicto político» en Cataluña a cambio de su colaboración.
«Ahora mismo nuestra respuesta es un ‘no», afirmó Marta Vilalta, vocera de ERC.
«Si quieren alguna cosa, exigimos sentarnos y hablar, entender que hay un conflicto político que requiere una solución democrática y política; si no, no hay nada que hacer», añadió la dirigente republicana en conferencia de prensa en el parlamento regional en Barcelona, horas después de conocido el acuerdo entre Sánchez e Iglesias.

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