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“Brasil vive una de las más grandes desindustrializaciones de la historia»

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El debate sobre las consecuencias de la primarización económica que viene ocurriendo en Argentina y en Brasil, entre otras regiones del mundo, consecuencia directa de políticas neoliberales que impactan en la industria, tiene consecuencias a corto y largo plazos que es importante discernir. El coreano Ha-Joon Chang, uno de los economistas heterodoxos más destacados del mundo, especializado en la economía del desarrollo, tiene una opinión al respecto, que vertió especialmente en una entrevista brindada a medios europeos en su reciente visita a Brasil, donde participó del Foro de Desarrollo que se realizó en la ciudad de Belo Horizonte -capital del estado de Minas Gerais-.
Formado en la Universidad de Cambridge, donde actualmente trabaja como profesor, Chang es el autor de varios libros, entre ellos Patada a la escalera. También ha sido consultor del Banco Mundial, del Banco Europeo de Inversiones y de varias agencias de Naciones Unidas. También es conocido como inspirador de las ideas económicas del ex presidente de Ecuador, Rafael Correa. Lo que sigue son los aspectos de esa entrevista que cruzan la problemática planteada al inicio.

-Usted es muy crítico de la desindustrialización de los países emergentes. ¿Por qué es tan malo ser dependiente de las materias primas?
-Las personas tienen que entender la gravedad de la reducción de la industria manufacturera en Brasil. En los años 80 y 90, en el punto más alto de la industrialización, ese sector representó 35% de la producción nacional. Hoy no es ni 12% y está cayendo. Brasil está experimentando una de las más grandes desindustrializaciones de la historia, en un período muy corto. El país tiene que preocuparse. Y no estoy diciendo nada nuevo. Muchos economistas latinoamericanos ya planteaban el problema de la dependencia de las commodities primarias en la década de 1950 y 1960. Cuando usted es dependiente de ellas hay una tendencia a que el precio de los productos caiga a largo plazo en comparación con los productos manufacturados. Además, los países dependientes de materias primas no logran controlar su destino.

-¿Por qué? ¿Cómo funciona?
-Cuando alguien inventa una alternativa a su producto, puede devastar el valor de su economía. La industria brasileña del caucho fue un gran éxito hasta que los americanos y los rusos inventaron caucho sintético en 1930 y 1940. Cuando los alemanes inventaron el llamado proceso de Haber para la producción de amoníaco para ser utilizado en la fabricación de fertilizantes, Chile y Perú comenzaron años de estancamiento económico. Habían hecho un montón de dinero por la exportación de guano, el fertilizante natural y el más valioso del siglo XIX. Esto, sin contar el potencial lento de crecimiento de las commodities en relación con otras industrias, como la de tecnología.

-Pero el caso de Brasil no sería diferente, ya que el país invierte en tecnología en la agricultura, no sólo la extracción de materias primas…
-Para ser justos, sé que Brasil ha tenido cierto éxito en el área de la agricultura. La forma de producir soja en el Cerrado, que es una región muy árida, donde tradicionalmente esta especie no crece, es realmente impresionante. Pero cuando usted se especializa en la soja usted no puede aumentar su productividad de la misma manera que un país especializado en alta tecnología, que puede aumentar su productividad en 20%, 30% al año. Sinceramente, Brasil es uno de los países que parece estar volviendo en el tiempo en su desarrollo económico.

-¿Cómo valora el papel del Estado en este escenario?
-A diferencia de otros países desarrollados, Brasil tiene la capacidad de hacer que las cosas sucedan mediante la intervención del gobierno. Embraer, por ejemplo, es una sociedad anónima estatal. La agricultura en el Cerrado es subsidiada con recursos del gobierno. En varios sectores, el país ya mostró que cuando quiere hacer una cosa, lo logra. Desgraciadamente, los responsables de hacer las políticas públicas parece que perdieron el rumbo. Básicamente abandonaron el modelo de desarrollo económico por medio de una mejora en la economía con la inversión en industrias de alta tecnología.

-¿Dónde piensa usted que la política pública no?
-Me encontré con varios hombres de negocios en São Paulo enojados porque el gobierno no parece estar preocupado con la disminución de la fabricación en el país. Sé que muchos economistas sostienen que no importa si usted está exportando soja o aviones, siempre y cuando esté haciendo dinero. En el corto plazo, esto puede incluso ser cierto. Pero a largo plazo, es muy malo para la economía. Además, las políticas macroeconómicas han sido muy malas para el sector industrial, especialmente la alta tasa de interés, una de las mayores del mundo.

-En el gobierno de Dilma Rousseff, varios sectores recibieron subsidios y, sin embargo, los empresarios parecían no estar satisfechos. ¿Qué le faltó?
-El gobierno de Dilma canaliza varios subsidios en algunos sectores particulares. Pero eso sólo fue necesario por la política de alta tasa de interés, ya que las compañías brasileñas no consiguen competir en el mercado global de otra forma. Pero sé que había errores en ese esquema, además de la corrupción. Las metas gubernamentales también fueron determinadas de forma equivocada, siempre privilegiando la estabilidad macroeconómica. El declive de la industria no se consideró un problema. Estuvieron centrados en acciones tales como Bolsa Familia, pero sin prestar atención a una mejora en la economía real, en la producción.

 

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