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El desafío de regular la inteligencia artificial

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El presidente del Grupo Telefónica, José María Alvarez- Pallete, instó a autorregular la inteligencia artificial, una tecnología que impacta en el lenguaje y trae como consecuencia usos erróneos y cercenación. Indicó que los humanos deben conocer las limitaciones de las máquinas y decidir cuáles deben ser para que el idioma «no se diluya»

La lengua de la inteligencia artificial es el tema que se llevó a adelante en la primera sesión plenaria especial de CILE 2019, presentada por Santiago Muñoz Machado, director de la Real Academia Española, y presidente de la Asociación de Academias de la Lengua Española.
El panel, conformado por el presidente del Grupo Telefónica, José María Álvarez-Pallete, y por Chema Alonso, un investigador de Internet y consultor de seguridad informática -perteneciente a la misma empresa-, llegó conclusiones preocupantes.
El directivo de Telefónica aseguró que hay una competencia real entre las máquinas y los seres humanos, al punto que las primeras han llegado a superara los segundos en muchas ocasiones. Entendió que la interacción entre los humanos y las máquinas ocurre de manera natural, lo que genera una influencia de las unas a las otras. Aseguró que la tecnología en manos de la inteligencia artificial impacta de manera directa en el lenguaje, lo que causa malos usos y cercenación, lo que además conlleva a una interpretación equivocada del contexto y de las emociones.

Álvarez-Pallete explicó que se está viviendo una generación de acumulación de tecnologías, la mayor revolución tecnológica que, como tal, no incide sólo en la economía sino también en el arte, las ciencias, las culturas y la sociedad.
En la historia, indicó que la tecnología incidió en la lengua en dos momentos específicos, pero de manera indirecta: uno, “en el Renacimiento, que llevó a la conclusión de que la tierra no era plana”, y los estudios de Nicolás Copérnico y los viajes de Cristóbal Colón, cuando “se produjo el descubrimiento América y un idioma florecido como producto de las nuevas tierras”, amplió; el otro, en la Revolución Francesa, de la mano de la burguesía ilustrada que promovió las independencias y, con ello, un “riesgo de fragmentación claro del idioma”.
En la actualidad, destacó, el impacto de la tecnología en la lengua es mucho mayor, porque la tecnología viraliza rápida y eficazmente. “A la imprenta le costó medio siglo alcanzar 200 ciudades para democratizar la cultura; el automóvil tardó 13 años en viralizarse y al teléfono fijo le costó 75 años alcanzar cien millones de hogares”, recordó, al tiempo que contrastó con el caso de Pokemon Go, aplicación a la que expandirse le llevó tan sólo 25 días .
De ese modo, el lenguaje está cambiando, y con él cambian las maneras de expresión, según añadió. “Algunos dicen que vamos para atrás y comparan los emoticones con los jeroglíficos; nos expresamos de manera distintas con emociones, con sentimientos”, apuntó.

Pero sumado a esa rapidez y eficiencia, la acumulación de tecnologías como la computación, la robótica, realidad virtual, realidad aumentada, algoritmos, virtualización, nube, secuenciación, genoma humano y computación cuántica, hacen que la “exponencialidad se acelere aún más”
“Un teléfono celular tiene 360 mil veces más de capacidad de computación que la Nasa cuando llevó el hombre a la luna, a lo que se le suma que dentro de cinco años los celulares vendrá con realidad aumentada y realidad virtual y, más adelante, con reconocimiento facial y de voz incorporado”, precisó.
Con todo, el ser humano “se está acostumbrando a hablar con las máquinas como algo natural, señal de que la inteligencia artificial está madurando muy rápidamente”, según subrayó.
“Se trata no sólo de reconocimiento de voz o imagen, de machine learning, de sistemas expertos que pueden programar línea por línea, que los programan para que aprendan y ya en la última generación de inteligencia artificial hay máquinas que enseñan a otras sin necesidad de la interacción humana”, graficó.

La competencia
Es en este escenario, en el que ya no se separa la programación del lenguaje formal de la programación de las máquinas, o el de las matemáticas del lenguaje natural, donde comienza a programarse no sólo el lenguaje formal sino el de los sentimientos. “Ya no estamos hablando de programar el lenguaje de los humanos, sino también estamos hablando de programar sentimientos. Se programa el contexto. Ya estamos traspasando la barrera del lenguaje formal”, dijo y agregó: “Los módulos de reconocimiento de voz no sólo entienden la tonalidad, sino el contexto por lo que se está pasando”.
Una persona reconoce la voz de otra en 94%, mientras que la máquina lo hace en el orden de 96%; en cuanto al reconocimiento de la imagen, la máquina lo hace a 99% y las personas, a 95%. Asegura que también “nos superan en comprensión lectora y en capacidad de traducción”, al tiempo que hoy “Google reemplaza al profesor con las tareas de los niños y las explicaciones”.

Mencionó dos casos en los que la máquina superó al ser humano: la realización de una obra de arte que luego se subastó de manera millonaria y la escritura de novelas presentadas en concursos literarios. En ambos casos, sólo se supo después que habían sido desarrolladas con inteligencia artificial.
“La evolución de las máquinas ha llegado a tal punto que comienzan a desarrollar una lógica entre ellas que los humanos no comprenden. Al tiempo que también cometen errores, no son perfectas”, aclara con énfasis. Es por eso mismo que destaca la importancia de comprender cuáles son las “limitaciones de las máquinas” y que éstas deben ser establecidas por los humanos.

Errar también es tecnológico
La máquina reconoce el lenguaje humano mediante algoritmos, que funcionan viralizando lo que más se usa porque entiende que es lo correcto. “Los errores más usuales los viralizan, tanto los gramaticales como los sintácticos, la máquina aprende. Y no podemos dejar que la máquina decida cuál es la forma correcta de hacer las cosas y viceversa, palabras que poco se usan, no las reconoce y las va desechando. Considera que no son correctas y las cercena”, explicó Álvarez-Pallete.
En efecto, de 93.000 palabras del diccionario de la REA, 7.500 no son reconocidas por Microsof Word y 8.700 por Google, conforme una investigación realizada por la empresa, bajo la dirección de Chema Alonso, según relató el presidente de Telefónica.

Qué puede y qué no debe hacer la tecnología

– “El español es el segundo idioma más hablado en el mundo y el inglés está diez veces por encima del español en el uso digital. No podemos permitir que nuestro idioma se diluya. Debemos decidir qué puede y qué no debe hacer la tecnología. Son las personas las que deben escribir las reglas y no las máquinas. Tenemos que autorregular la inteligencia artificial, estamos en un momento muy parecido al de la declaración de los Derechos del Hombre”, expresó.
– “Internet ha hecho que la cultura se globalice y debemos decidir las reglas. Habrá 780 millones de máquinas a fines del siglo, contra 741 millones de personas hablantes. Debemos decirles a las máquinas cuáles son los algoritmos y las formas correctas, los sentimientos y los valores, somos las personas las que debemos decidir qué ocurre con nuestro lenguaje”, concluyó.

Acuerdo

En la presentación, Santiago Muñoz Machado anunció que se firmó con Telefónica un acuerdo “de investigación y colaboración sobre la lengua de la inteligencia artificial abierto a otras grandes empresas tecnológicas y medios de comunicación” con el fin de “jugar un papel importante en esta revolución del lenguaje”.

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