ANUARIO
COMERCIO Y JUSTICIA
2024

Una experiencia humana

Por Patricia Altamirano (*)
Exclusivo para Comercio y Justicia

Las personas siempre tuvimos la fantasía de que las máquinas podrían simular la inteligencia humana. Como si de una serie de ciencia ficción se tratara, desde los años 50, se intenta emular el comportamiento humano por medio de las máquinas, y a ello se le da el nombre de inteligencia artificial.

Tomamos conciencia de la intensidad con la que convivimos con las inteligencias artificiales y de las múltiples situaciones donde éstas se involucran directamente con nuestra vida cotidiana, con nuestra intimidad y cómo hacen nuestra vida más sencilla.

Tanto para la trama empresarial, como para el articulado profesional, la inteligencia artificial ya está transformando las cosas que hacemos. De una u otra forma todos nuestros productos y servicios se simplifican y se hacen más accesibles.
En un mundo donde la inteligencia artificial hará casi todo lo que antes hacíamos los humanos, ¿cuál será el lugar de la trama productiva y profesional? ¿dejarán de existir los trabajos actuales? 

Estas preguntas van acompañadas con un entusiasmo desmedido que empuja la inversión hacia los emprendimiento que tenga incluida la inteligencia artificial.

¿Será sencillo incluirse en los eslabones claves de la cadena de valor de la inteligencia artificial? ¿Será posible, para una trama empresarial como la argentina, vincularse con las empresas tecnológicas que controlan el acceso al cómputo? ¿Nos encontraremos en una situación de dependencia que condiciona nuestro propio desarrollo?

El futuro ya llegó, el uso de la inteligencia artificial es un hecho y con eso los cambios en la sustitución de muchos servicios y productos que antes requerían de empresas locales y profesionales.

Una cosa está clara, para que las empresas y profesionales puedan competir en este mercado hay que tener acceso a capacidad de cómputo asequible y abundante, que dependen de la energía y la cantidad de chips.

Sobrevivir, producir, trabajar y amar, en tiempos de inteligencia artificial implica convivir con modelos de lenguajes que interactúan con la gente.

Sorprende la rapidez que estas herramientas se insertaron en la vida cotidiana aunque todavía no tenemos claro qué significan, quién las gobierna y cómo transformará nuestro futuro. En el pasado fuimos incluyendo muchas transformaciones tecnológicas, el wifi, la banca electrónica, las clases en línea, la atención sanitaria en línea y otras, y ya no estamos dispuestos a volver atrás.

Sin embargo, cuando estos sistemas se perfeccionen, será difícil saber qué decisión es humana. 

¿Acaso no genera faltas de aprendizaje? ¿Seremos testigos de personas que simulen a partir del uso de estas herramientas, que se desacostumbren a aprender de manera sistemática, y no tengan criterio para la toma de decisiones? A su vez ¿cuál es el lugar de las instituciones y las personas que hacían posible el intercambio económico,cultural y social?

Necesidad de un marco regulatorio

¿Se viene el apocalipsis? No sabemos, pero el dilema está instalado. ¿Debemos prohibir el uso de la tecnología? Seguramente no, pero es necesario ordenar el marco regulatorio y las orientaciones éticas, para poder acompañar todas las potencialidades propias de la tecnología, pero no dejarla en manos, que pueden sesgarla, utilizarla sin cuidado humano o con fines de lucro intensivo. Por ello la inteligencia artificial no debe ser opaca, y debe existir un formato de control al respecto de sus formas de aprender. 

El bienestar humano, es, o debe ser, una acción pública, abierta, y transparente, por ello es imprescindible mantener estos algoritmos en un formato abierto. 

Trabajar, aprender, crear, amar es una experiencia por la cual hemos pasado, poder resolver algo, tomar una decisión con fundamento y con buenos resultados, proponer un curso de acción, debe vincularse con la tecnología, pero sigue siendo una experiencia humana. 

Puede que cambien las empresas, los trabajos, las profesiones, pero esta transformación colectiva, siempre tendrá en el centro la experiencia humana y responsabilidad sobre las consecuencias de estas acciones. 

Estas tecnologías y sus sesgos tienen control de sus propios creadores y constructores.

Quizás este sea el fundamento por el cual hoy más que nunca, hace falta la reflexión, el consenso colectivo y entendimiento para construir significados.

¿Cuáles cosas se pondrán en valor en el proceso del quehacer tecnológico? Todo lo que la inteligencia artificial no pueda hacer. Los estilos propios, la intuición, los relatos de los logros, la crítica, la creación, las formas de contar como fue la experiencia que nos lleva a poder hacer algo que es muy importante para nuestra vida.


(*) Directora del Campus Virtual de la UNC. Ex decana de la Facultad de Psicología

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