Por Florencia G. Rusconi (*)
El papa Francisco presidió el pasado 25 de noviembre en el Vaticano el acto conmemorativo por los 40 años del Tratado de Paz y Amistad entre Argentina y Chile, destacando este acuerdo como un modelo de resolución pacífica de conflictos. Recordó que la mediación papal liderada por Juan Pablo II evitó un enfrentamiento armado y permitió encontrar “una solución digna, razonable y ecuánime” para ambas naciones, en un contexto de tensión que amenazaba con dividir a dos pueblos hermanos
En su discurso, el Papa subrayó que la paz y la amistad, elementos esenciales del tratado, son valores universales que trascienden las fronteras. Citó a San Juan Pablo II al afirmar que la paz requiere “un esfuerzo cotidiano para preservarla de los obstáculos que puedan oponérsele” y destacó la importancia de fomentar “una armoniosa amistad a través de la colaboración en todos los campos”. Para el Papa Francisco, este legado cobra especial relevancia en un mundo marcado por conflictos que aún no logran extinguirse.
Una historia de disputas y resoluciones
El conflicto del canal de Beagle es un episodio histórico que marcó profundamente las relaciones entre Argentina y Chile. Este conflicto territorial, centrado en la soberanía de las islas ubicadas al sur del canal de Beagle, al este del meridiano del cabo de Hornos y sus espacios marítimos adyacentes, se desarrolló durante gran parte del siglo XX.
Por haber sido contemporánea de los hechos para la solución del diferendo, paso a relatarlos:
Antecedentes: tratado de 1881
El conflicto se remonta a fines del siglo XIX: el primer tratado de límites entre Argentina y Chile data de 1881; se firmó en la ciudad de Buenos Aires el 23 de julio de 1881 por los representantes de ambos gobiernos.
En la actualidad el tratado continúa siendo válido, ya que no ha sido modificado por ningún otro posterior. Sin embargo, una serie de cuestiones quedó sin resolver y dio lugar a distintos litigios a lo largo de los años.
Este tratado de límites establecía la frontera entre Argentina y Chile, pero no especificaba claramente a quién pertenecían las islas de Lennox, Picton y Nueva, situadas al sur del canal de Beagle. Esto llevó a interpretaciones contradictorias por parte de ambos países, dando origen al conflicto.
El canal de Beagle está ubicado al sur de Tierra del Fuego. Sin embargo, en 1901, un mapa oficial de Argentina las hacía automáticamente parte de su territorio
Así, el centro del litigio fue la soberanía de esas islas en función de la importancia económica de sus aguas y fondos marinos y de la proyección continental hacia la Antártida.
A pesar del pequeño tamaño de las islas, su valor estratégico entre los océanos Atlántico y Pacífico generó tensiones y escaló durante el siglo XX a proporciones de generar un conflicto bélico.
Ante las crecientes tiranteces, ambos países intentaron resolver la disputa de manera pacífica.
El arbitraje
En 1960, los presidentes Arturo Frondizi y Jorge Alessandri firmaron un protocolo de arbitraje por la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Debido a resistencias en ambos países, el proceso se detuvo.
Hubo otros dos intentos infructuosos, en 1964 y 1967, y en julio de 1971 los presidentes Alejandro Lanusse y Salvador Allende suscribieron el Acuerdo sobre Arbitraje. Se solicitaba sólo la determinación del límite en el canal de Beagle y la adjudicación, a un país o al otro, de las islas Picton, Nueva y Lennox e islotes adyacentes.
Argentina y Chile, por el tratado de 1902, habían resuelto que todas las cuestiones de límites territoriales que entre ellos se produjeran, serían llevados al arbitraje de la corona británica. Por lo tanto, en 1967, Chile pidió que la cuestión de la zona de Beagle sea llevada al arbitraje.
Fue bastante desafortunado que, en el tratado de 1902, se hubiera elegido a la corona británica como árbitro en las cuestiones con Chile, ya que, tanto en el derecho interno como en el derecho internacional, no puede ser juez de una causa quien tiene un pleito con una de las partes. Pero si fue desafortunado en 1902, mucho más gravemente desafortunado fue el compromiso arbitral de 1971, en que se entrega la solución del caso del Beagle a decisión de la corona británica
Así las cosas, la reina de Inglaterra designó una Corte Arbitral ad hoc de cinco jueces de la Corte Internacional de Justicia para que dirigiera el procedimiento arbitral, el que se plantea como un juicio, pero a nivel internacional, y ella iba a homologar o laudar lo que resolviera la corte arbitral. La reina era el árbitro formal; los cinco miembros de la Corte por ella designados eran quienes iban a conducir el proceso; eran los jueces realmente quienes dictarían sentencia. La reina laudaría dicha decisión.
Pero en los compromisos arbitrales es práctica, es norma y es necesidad que las partes determinen, entre otros requisitos, el área conflictiva. Los jueces arbitrales en materia internacional carecen de autoridad para decidir sobre un metro cuadrado más allá del ámbito geográfico que el compromiso arbitral les asigna.
Laudo arbitral de 1977
El 2 de mayo de 1977 se dio a conocer el Laudo Arbitral, que otorgó derechos de navegación en el canal de Beagle a ambos países, quedando Chile con la mayor parte de las islas y los derechos oceánicos.
El laudo dictaminó que las islas Picton, Nueva y Lennon, así como los islotes adyacentes, pertenecerían a Chile, mientras las islas Jable y Becasses fueron otorgadas a Argentina. El canal de Beagle quedó definido hasta su extremo Este al tocar el océano Atlántico. A ese punto se le dio la denominación “XX”. Los responsables del Gobierno argentino no imaginaron las consecuencias que podía tener el resultado de ese arbitraje sobre la proyección marítima. Hasta entonces la aceptada posesión chilena de las demás islas ubicadas al Sur de las tres en conflicto no había motivado reclamos de Chile por su proyección sobre el Atlántico. Pero tras el laudo, el gobierno chileno definió y aprobó por ley las denominadas “líneas de base rectas”, que unían los puntos periféricos en torno al archipiélago hasta el Cabo de Hornos. Con base en ellas y a partir del punto “XX”, Chile delimitó su área marítima económica exclusiva. Desde ese punto trazaba una línea recta equidistante de las costas de ambos países en dirección sudeste hasta 200 millas y luego hacia el sur, manteniendo esa distancia de las líneas de base rectas. Alegaba aplicar las normas del derecho internacional y determinaba así un amplio triángulo marítimo en el Atlántico que quedaría en posesión de Chile. Argentina perdería su proyección antártica y debería atravesar aguas chilenas en cualquier derrotero marítimo hacia el sur.
Diciembre de 1978, una Navidad al borde de la guerra
Sin embargo, el Gobierno argentino declaró el fallo “insubsanablemente nulo” y ordenó movimiento de tropas en la zona en conflicto, a lo que Chile respondió con similares preparativos de guerra.
La zona de controversia estaba delimitada por un polígono, pero tras rechazar el arbitraje británico de 1977, Argentina extendió el conflicto a todas las islas al sur del Canal de Beagle y al este del meridiano del Cabo de Hornos.
En este contexto, el 22 de diciembre de 1978, bajo el nombre “Operación Soberanía”, el Gobierno de facto planeó la ocupación militar de islas que Inglaterra le otorgó a Chile, e incluso contemplaban invadir el territorio continental chileno.
La intervención papal: 1979-1984
La operación estaba prevista para el 22 de diciembre de 1978 a las 4 pero, horas antes de dar la orden de ataque, el Sumo Pontífice llamó a ambos gobiernos para ofrecer la mediación papal, lo cual fue aceptado y la misión, abortada. Juan Pablo II designó al cardenal Antonio Samoré como enviado para negociar con los países latinoamericanos.
El Papa, quien había asumido su pontificado en octubre de ese año, aceptó ser el mediador luego de haberlo meditado largamente, tal como confesó luego, en 1985.
La mediación del Papa quedó oficializada por medio del Acta de Montevideo, firmada el 8 de enero de 1979.
La guerra de Malvinas
El conflicto del Beagle se vio afectado por la Guerra de Malvinas en 1982, Este evento aumentó la tensión en la región y complicó aún más las negociaciones entre Argentina y Chile.
En 1982, durante la dictadura militar de Augusto Pinochet en Chile, la situación se volvió aún más tensa. El régimen de Pinochet se mostró reacio a ceder en las negociaciones y mantuvo una postura beligerante.
Culminación de la mediación
El 4 de octubre de 1984, simultáneamente en el Vaticano, Buenos Aires y Santiago de Chile, se anunciaron el logro de una plena coincidencia en torno al diferendo limítrofe, lo que dejó a la mediación papal en la instancia culminante, y se trataba de ajustar los delicados detalles de la redacción del texto final. Según éste, se concederán a Chile la soberanía sobre todos los espacios terrestres en disputas, al tiempo que se aseguraba el principio bioceánico y la proyección Antártida de la Argentina.
Argentina y Chile firmaron el 18 de octubre de 1984, ante la delegación de la Santa Sede, el Acta del Protocolo, en la que se recogió el acuerdo a que los dos países arribaron para resolver el centenario litigio limítrofe en la región austral. El cardenal Agostino Casaroli se ubicó en la cabecera de la larga mesa rectangular, forrada de paño verde; a ambos lados se sentaron los 11 representantes chilenos y los cinco argentinos que integraban la delegación. El Acta de Protocolo fue rubricada por los jefes de las dos misiones, el argentino Marcelo Delpech y el chileno Ernesto Videla.
La sencillez formal de esta ceremonia no puedo ocultar la importancia, que no se dudaría en definir como histórica, del largo proceso de la mediación de la Santa Sede entre la Argentina y Chile, en el diferendo austral. En efecto, tras varios años de trabajos arduos e incansables, fue posible llegar al texto definitivo de un tratado que expresó la plena coincidencia de los países, sobre el conjunto de los puntos en que se articuló el diferendo.
Esto representó el resultado de los esfuerzos de buena voluntad y de sabiduría y prudencia política de los dos países interesados, constantemente sostenidos y alentados por la Santa Sede, en el ejercicio de la tarea de medición aceptada por el Santo Padre al servicio de la paz.
Consulta popular y debate televisivo
Primero veamos el contexto. Raúl Alfonsín, el primer presidente argentino tras el fin de la dictadura, decidió darle mayor fuerza al acuerdo celebrando un referéndum no vinculante.
El Gobierno designó canciller al licenciado Dante Caputo. Éste, quien no pertenecía al “riñón” radical, era un experto en Relaciones Internacionales, con contactos en Estados Unidos y en Francia.
En aquel momento, el gobierno de Alfonsín contaba los días y las horas para jugarse el todo por el todo en un plebiscito muy esperado, en el que la ciudadanía iba a decidir si aceptaba o rechazaba la firma de un acuerdo de paz para solucionar el conflicto del canal de Beagle. Ése sería el tema del histórico debate.
El Gobierno pretendía el aval popular para avanzar en un acuerdo en el que Argentina cedía las islas a Chile a cambio de parte del espacio marítimo y de alejar la posibilidad de una guerra, algo que en 1978 había estado a las puertas.
Del otro lado estaba el peronismo, que se oponía a resignar soberanía y que no tuvo mejor idea que elegir para representar al partido al senador Vicente Leónidas Saadi, presidente del bloque del Justicialismo de la Cámara Alta y hombre astuto en la política, pero limitado en las lides de la retórica.
Fue así que, a instancias del periodista estrella de la época, Bernardo Neudstadt, los dos enviados se encontraron cara a cara en un debate televisado en el que el canciller Dante Caputo le sobró temple mientras que a Saadi, insultos. En medio de las “nubes de Úbeda”, Saadi se expresó por el “no” al acuerdo, en tanto Caputo argumentó en favor de la postura del oficialismo.
Millones de argentinos en la noche del 15 de noviembre de 1984 seguían electrizados el debate entre Caputo y Saadi ya que, además, era el primer debate político televisado de Argentina.
Dado que el plebiscito no era de carácter vinculante, ni era obligatorio participar en la contienda, el Gobierno nacional no debía necesariamente acatar el resultado; sin embargo, el entonces presidente Alfonsín declaró que respetaría la decisión mayoritaria.
El referéndum fue respaldado por 81,13% de los votantes, con 17,24% de votos negativos. Hubo una participación de 70,17%, pese a que no era una consulta de participación obligatoria.
Tratado de Paz y Amistad de 1984
El 18 de octubre de 1984, hace 40 años, Delpech, por Argentina, y el militar y diplomático Videla, por Chile, se encontraron en el Vaticano con la intención ponerle punto final a las arduas negociaciones que habían comenzado en 1978.
Fue un acto formal que cerró una etapa que llevaba años de negociaciones. Fue la antesala de la firma que se realizó en noviembre de 1984 ante el Sumo Pontífice de entonces, Juan Pablo II, quien con su mediación había contribuido a que Argentina y Chile sellaran en paz el conflicto limítrofe que mantenían por el canal de Beagle.
El mediodía del jueves 29 de noviembre de 1984, en la Sala Regia de los Palacios Apostólicos, situada entre las capillas Sixtina y Paolina en el Vaticano se puso el punto final de uno de los mayores problemas limítrofes en el fin del mundo
Finalmente, Argentina y Chile firmaron el Tratado de Paz y Amistad en el Vaticano. Este tratado resolvió el conflicto, reconociendo la frontera trazada por el laudo arbitral en el canal Beagle. Otorgó las islas en la mitad norte del canal a la Argentina, y las islas en la mitad sur a Chile.
Con la firma del Tratado entre Argentina y Chile, que se basaba en el Laudo Arbitral del año 1977 (que Argentina no había aceptado en su momento), se terminó de definir la situación de límites en el Beagle y no se produjeron más conflictos. Se dictaminó que las islas Picton, Nueva y Lennox, así como los islotes adyacentes (como el Snipe) pertenecían a Chile, mientras que las islas Gable y Becasses se otorgaron a la Argentina
El tratado delimitó las fronteras en 232 mil kilómetros cuadrados de espacios terrestres y marítimos. Fueron para Chile una docena de islas e islotes y estableció la división meridional por el Cabo de Hornos, vieja pretensión de nuestro país. Además, limitó la expansión marítima chilena en el Atlántico, se determinó los límites en la boca oriental del Estrecho de Magallanes y se establecieron las condiciones de navegación en la zona en conflicto.
Argentina ha defendido su posición histórica de que por debajo de las islas ubicadas al sur del canal de Beagle -Evout, Barnebelt y Hornos- se trace una línea recta hacia el sur. De este modo, Argentina se quedaría con las aguas del océano Atlántico y Chile con las aguas del Pacífico, respetando el Principio Bioceánico de que Argentina se extiende hacia el Este y Chile hacia el Oeste, presente en diversos tratados celebrados entre ambos países.
El punto divisorio de las aguas oceánicas se estableció en el cabo de Hornos: desde ese punto al este, océano Atlántico, y al oeste, océano Pacífico.
Se preserva el principio bioceánico estableciendo el meridiano del Cabo de Hornos como límite sur definitivo de la jurisdicción argentina en el Atlántico y chilena en el Pacífico.
El 28 de diciembre la Cámara de Diputados le dio media sanción al acuerdo con 127 votos a favor del radicalismo, intransigentes, bloquistas sanjuaninos, populares neuquinos y jujeños, contra 73 de la oposición, mayoritariamente peronista.
El 14 de marzo de 1985 el Senado lo convirtió en la ley 23172 por 23 votos a favor, 22 en contra y una abstención.
El 2 de mayo de ese año fue el acto final en el Vaticano de la ratificación del tratado, con la presencia del Papa, quien nunca se habrá olvidado de la difícil misión de terminar con una disputa terrenal que había acercado a ambos países a las puertas del infierno.
Corolario de la crisis
El conflicto del Beagle dejó profundas cicatrices en las relaciones entre Argentina y Chile. Sin embargo, el Tratado de Paz y Amistad de 1984 marcó el comienzo de una nueva era de cooperación y amistad entre ambos países. A pesar de los desafíos, Argentina y Chile lograron superar sus diferencias y establecer un camino hacia la paz y la cooperación.
El conflicto limítrofe entre Chile y Argentina, también conocido como conflicto del Beagle, fue un claro ejemplo de cómo la aplicación de los mecanismos de solución pacífica de controversias evitó un enfrentamiento bélico. Todo de acuerdo con la Carta de las Naciones Unidas, Capítulo VI: Arreglo pacífico de controversias, Art. 33, y Art 38 del Estatuto de la CIJ.
Según el ilustre constitucionalista Dr. Pedro J. Frías, profesor emérito y honoris causa de la UNC, quien se desempeñó como embajador en la Santa Sede y consultor de la mediación papalpor Argentina entre 1979-1980, “el mérito del acuerdo es organizar la convivencia de los dos países sobre el presupuesto de una delimitación precisa, que respeta el principio bioceánico en el sentido histórico con que la Argentina lo ha aplicado; su equidad, asegurarnos mar soberano, zona económica exclusiva, navegación segura, continuidad con la Antártida y límites oponibles a Chile y a terceros, su proyección futura, la integración binacional y latinoamericana. Con la mediación, el pleito centenario concluye con ventaja y honor para los dos países….” (1).
Como es sabido, fue decisiva la influencia del Papa Juan Pablo II en la concreción de este convenio, Naturalmente, la firma del tratado tuvo una profunda trascendencia en todos los sectores de la opinión pública de ambos países, siendo determinante para ella la presencia política del presidente de Argentina, Raúl Alfonsín.
NOTA
(1) Pedro J. Frías. “Enfoques sobre el acuerdo con Chile: El pleito que concluye”. Clarín. Buenos Aires 28 de octubre de 1984, pp.16-17.
(*) Abogada. Docente jubilada de Cátedra Derecho Internacional Público. Facultad de Derecho (UNC)