Por Mario Oyola (*)
Utilizar las crisis económicas y sociales, siempre ha sido la excusa predilecta de los economistas ortodoxos para realizar las mayores transferencias de riquezas e ingresos de los sectores populares, de las pymes, de la industria nacional, del cooperativismo y del trabajo a los sectores más concentrados y ricos de la economía, tanto nacional como internacional, consolidando un modelo de extranjerización y concentración económica, que en estos 40 años de democracia no se pudo revertir.
La ortodoxia económica parte de la idea de que la única causa de la inflación es la emisión monetaria, por el excesivo gasto del Estado; por lo tanto, siempre sus programas de estabilización económica son de tipo monetario y se centran en el ajuste fiscal, liberando el resto de las variables económicas, con fuertes devaluaciones del peso, ya que para ellos no es un problema el endeudamiento externo y la concentración económica.
Javier Milei durante toda su campaña y en su discurso de asunción de espaldas a los representantes del pueblo y de frente a un reducido número de sus seguidores, tiro la culpa de la actual crisis del capitalismo argentino al Estado (ya no habla de la casta política, que es la que lo acompaña, con lo más destacado del parasitismo financiero local) y, por ende, descarga todo el ajuste. Esta vez el ajuste no lo sufrirá el sector financiero ni los especuladores de precios ni los sectores concentrados que fugaron millones de dólares durante los últimos 40 años y transfirieron sus deudas privadas al Estado ni tampoco los sectores ligados al sector exportador; nada de eso se discute ni se muestra en los medios: la culpa es el gasto público-el déficit fiscal, para lo cual propone “un plan motosierra” que equivaldría a cinco puntos del PBI.
Pensar que se puede sanear una economía con políticas de shock, hoy llamadas “motosierra” es equivalente a lo que realizaban los psiquiatras italianos Cerletti y Bini, quienes aplicaron por primera vez en 1938 el tratamiento de electroshocks a un paciente esquizofrénico que padecía alucinaciones, delirios y confusión. El paciente al que se le aplicarán las políticas de shocks eléctricos, ahora seremos nosotros, para tratar de curarnos de lo que ellos diagnostican como políticas populistas.
Así como los pacientes de Cerletti y Bini sufrieron durante un largo tiempo hasta sus muertes, se nos promete igual suerte a los argentinos, con la esperanza celestial divina que al final del tratamiento saldremos curados, según promete Milei.
El tratamiento consiste en desatar una inflación mayor que la actual, como consecuencia de liberar los mercados hasta que los precios en los ellos se acomoden por sí solos y una devaluación del peso, algo como los 100 voltios que Cerletti y Bini disparaban sobre el cerebro de sus pacientes, que los dejaban “idos” ya del mundo real. No hay evidencia empírica de que esto pueda suceder en una economía como la nuestra con el alto grado de concentración, en la que las corporaciones más grandes irán absorbiendo a los más chicos y seguirán acumulando capital vía inflación. Pero usted se preguntará por qué, es simple:los tecnócratas de la ortodoxia económica desconocen y niegan las fallas de mercado, para ellos los oligopolios y monopolios concentrados se corrigen con el libre mercado. Nada más falso que esto: sólo se logrará mayor inflación y concentración económica en manos de unos pocos.
El consumo explica cerca de 70% de nuestro PBI y fue la alternativa de millones de argentinos durante los últimos años de colocar sus escasos pesos como una alternativa, ante la falta de estímulos y fondos para el ahorro y la inversión. Las tarjetas de crédito fueron una salida para mantener los niveles de consumo. Pero ahora con el ajuste del tipo de cambio peso-dólar mediante la megadevaluación anunciada y puesta en práctica por el ministro Caputo, más la actualización de tarifas y quita de subsidios, son medidas que redundarán aún más sobre los alicaídos salarios de los trabajadores, con una caída de gran impacto de los salarios reales, que harán que caiga el consumo y suba la desocupación a niveles aún mayores que los actuales.
Es decir, las políticas de shock diseñadas y aplicadas por Milton Friedman y los “Chicago Boys” en muchos países durante las décadas de 70, 80 y 90 (Chile, Sudáfrica, Rusia y Argentina), terminaron en hiperinflación y desastres sociales, nunca funcionaron.
Éste es el camino más fácil para alimentar aún más la estanflación y pasar de una recesión a una depresión económica.
Los escenarios de aplicación de políticas de shock tienen un objetivo: enfriar la economía porque de esa manera piensan que bajará el consumo y -por ende- la presión de la demanda, obteniendo como resultado una sociedad desbastada por el ajuste durante años, en la que los únicos ganadores siempre son los sectores altamente concentrados, el sector financiero y el vinculado al comercio exterior, es decir, esa economía que tanto venera Milei de fines del S.XIX. Réquiem para lo poco que queda de nuestra industria nacional.
(*) Profesor de historia económica y social de la FCE de Córdoba. Especialista en administración financiera y gubernamental. Asesor financiero y económico
Tal cual, pura transferencia del sector trabajo al capital. Brillante nota de Mario Oyola
Excelente nota la del Dtor Oyola,por fin una mente liberada dentro de esta prisión económica