Ya preparan esquemas de asociación con Arsat para brindar el servicio en el país como mayoristas.
A pocos días de que el ministro de Planificación Federal, Julio de Vido, anunció la suspensión de las licitaciones para nuevas frecuencias de la red 3G para telefonía móvil y su asignación a la empresa estatal Argentina Satelital (Arsat), las principales organizaciones de la economía social argentina ya están analizando diversas posibilidades y esquemas de asociación con Arsat para cubrir las regiones del territorio nacional que, a partir de la decisión gubernamental, quedan abiertas a la participación de pymes y cooperativas.
Las oficinas del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (Inaes), sobre avenida Belgrano en la Capital Federal, y las céntricas dependencias de la Confederación Cooperativa Argentina (Cooperar) son testigo de ingentes esfuerzos por plasmar lo que para muchos ya es la “oportunidad histórica” que tiene el movimiento nacional de empresas solidarias para despegar en servicios y sumar millones de clientes y asociados a sus ya extendidas redes de servicios públicos presentes en variadas regiones del país.
Así lo considera el titular de Fecescor, la Federación de Cooperativas de Servicios Públicos de la provincia de Córdoba. “Este anuncio -precisó Luis Castillo- puede permitir que el movimiento cooperativo se plantee un importante proyecto de crecimiento. No debemos dejar pasar la oportunidad de ser actores en la construcción de algo grande para el país”, subrayó el dirigente.
Por supuesto, la decisión tomó por sorpresa a todo el conjunto de cooperativas de servicios. De hecho, hacía 13 años que no se licitaba banda alguna en el negocio mayorista de la telefonía móvil. Y si bien son muchas (se calcula que suman 50 en todo el país) las cooperativas que sumaron a su gama de servicios la telefonía móvil, se trata de iniciativas de negocios de corto alcance territorial y por lo tanto de baja escala económica.
Entre los servicios de comunicación más rentables hoy con participación cooperativa, sin dudas la conexión a banda ancha por Internet es la más popular. Prácticamente cada mes al menos una organización cooperativa se suma al negocio, estimulada por la extensión de las redes de fibra óptica que se están montando en el interior del país, tanto aquellas que cuentan con el respaldo de la inversión pública en el marco del plan Argentina Conectada, como las que son puramente el esfuerzo de la asociación entre cooperativas -como es el caso de Nodosud, en el sur de la provincia de Córdoba-. Al decir del titular del Inaes, Patricio Griffin, “si no fuera por el movimiento cooperativo, muchísimas regiones del país no tendrían Internet, ya que los proveedores monopólicos privados sólo se concentraron en brindar el servicio en las grandes ciudades, privilegiando la maximización de la rentabilidad al servicio mismo”.
“Es un anuncio muy alentador”, reconocen desde la mesa de la confederación Cooperar. “Estamos a la expectativa de cómo se va a instrumentar el plan de desarrollo de Arsat, algunas comunicaciones hemos tenido con los funcionarios de Planificación pero todavía es prematuro avanzar con precisiones. Además, al Gobierno le corresponde realizar los anuncios”, confía un integrante de la mesa directiva de la organización, que pidió mantener el anonimato, al menos mientras dure el actual proceso de interconsulta para la elaboración de la plataforma de acción común, con la cual el Gobierno busca asegurar la desconcentración de un servicio hoy prácticamente monopólico.
“Estábamos esperándolo hace mucho tiempo -reconoce Castillo-. El ex presidente Néstor Kirchner ya había barajado esta posibilidad con nosotros, pero en lo concreto no se había abierto. Hay muchas cooperativas que ingresaron a la telefonía fija y ven con mucha expectativa ingresar a este negocio que por naturaleza les corresponde a las cooperativas”, afirma el dirigente cordobés, también miembro de la mesa nacional de Cooperar.
¿Por qué las cooperativas ven como “natural” su presencia en el servicio? En primer lugar, por historia: la telefonía se desarrolló en Argentina en los últimos 80 años gracias a la persistente voluntad de este sector de poblar de postes y cables todo el territorio nacional. No es sino hasta la década de 1990 que la telefonía fija se masiviza por parte del Estado y de la participación de las nuevas prestatarias privadas, tras la privatización de la estatal Entel. Y en segundo lugar, porque las redes de comunicaciones móviles son eminentemente regionales y estructuralmente se adaptan al modo de funcionamiento cooperativo. Finalmente y para no abundar en más detalles, por una razón de estricta justicia: cuando se comenzó a desarrollar la telefonía celular en Argentina, desde fines de los ‘80, fueron las cooperativas las que prestaron gran apoyo e infraestructura para facilitar la puesta en marcha del sistema y hacer realidad lo que entonces no era más que un sueño. Sin embargo, cuando llegó el momento de gozar de los beneficios del negocio, cuando la rentabilidad ya estaba asegurada por la masividad de la adhesión popular a esta tecnología, quedaron afuera de lo que, sin dudas, es el servicio público de mayor crecimiento y de mayores márgenes de rentabilidad logrados en los últimos años.
“Nos quedamos con la parte del negocio que tiene prácticamente nula rentabilidad: la telefonía fija”, se lamenta Castillo, al tiempo que Griffin insiste: “Hoy el teléfono fijo no lo usamos ni siquiera en nuestra casa”.
Fenómeno que produjo además una consecuencia que no por ser lógica, es inexorable: el agravamiento de la brecha tecnológica. El avance técnico en las comunicaciones móviles y su manejo monopólico estaban dejando las cooperativas no sólo fuera del negocio. Mucho peor: estaban dejándolas fuera de la historia, lejos de la posibilidad de sumarse alguna vez a lo que hoy es una verdadera industria que mueve miles de millones de pesos mensuales. “Ésta es una gran oportunidad: se va a democratizar la comunicación y además esto permitirá mejorar las arcas del sector, que ya venían bastante golpeadas”, asegura, optimista, Patricio Griffin.