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El Camino Real, trazado de 187 kilómetros de extensión del norte de la provincia de Córdoba, es un paseo ideal para conocer sitios históricos y degustar productos y platos tradicionales de la cultura criolla y de los inmigrantes que, con el tiempo, se ha convertido en una identidad regional.
El trazado comienza en Colonia Caroya, a 50 kilómetros al norte de Córdoba, localidad destacada por su tradición gastronómica, gestada por la colonia friulana allí asentada, con su reconocido “salame de la colonia”.
Jesús María, lindera a Caroya, es sinónimo de asado, doma y folclore. La especialidad más destacada son las carnes a la parrilla y numerosos establecimientos proponen variados cortes vacunos y porcinos.
Totoral, San José de la Dormida y Tulumba ofrecen un sinfín de preparaciones dulces, desde colaciones y alfajores hasta mermeladas de frutas orgánicas caseras y el famoso dulce de leche artesanal.
Más al norte provincial se encuentran Caminiaga, Cerro Colorado y San Pedro Norte, que tientan con asados con cuero en horno de barro, pastel cambray, dulce de leche de algarroba, arrope y corderos al horno de barro.
En la zona se encuentra la posta San Pedro Viejo, que hoy abre sus puertas como hotel de alto nivel, donde también se pueden degustar platos de la cocina regional con vuelos creativos, como ravioles de cordero braseado, humita en chala y el cordero a los dos fuegos.
Villa de María de Río Seco y San Francisco del Chañar nutren las mesas con carnes asadas, empanadas criollas y locro.
Quilino tiene trascendencia más allá de las fronteras provinciales por el cabrito, único en su gusto, textura y color, debidos a una alimentación diferenciada por la alta salinidad de la región, próxima a las Salinas Grandes.
En tanto, la ciudad de Deán Funes tiene su carta de presentación gastronómica con parrilladas de cortes vacunos y caprinos y las deliciosas mollejitas de cabrito al disco, realizadas por el “Gringo” Pacheco, folclorista y cocinero.
(Télam)
