En las organizaciones, los espacios se conquistan, no se merecen. ¿Cómo me desempeño diariamente en mi actividad profesional? ¿Dejo de serlo si alguien me paga un sueldo?
Por Elio Bustos (*)
Confundir la función o la tarea, con las formas de relacionarnos o de cobrar por nuestros servicios, ha hecho que la sociedad nos mire de manera muy particular a quienes estamos o hemos estado alguna vez en relación de dependencia.
El dilema no es ser profesional o empleado, sino distinguir el rol y la manera de vincularnos con nuestro empleador y cliente a la vez.
Pero primero debo hacerlo en mi propia mente. Si soy un profesional y me veo como empleado calificado, ¿por qué no podrían coexistir ambas miradas?
El lenguaje configura realidades y es en mi discurso, en mi manera de hablar, donde debo incorporar elementos que hagan visible mi profesionalidad.
Mi tarea profesional en relación de dependencia agrega valor a la organización en la que estoy. Yo sé que es así, pero ¿por qué no me animo a mostrarlo?
Para comenzar, debo revisar estos cuatro ejes para diagnosticar donde estoy posicionado en la organización, cuál es el esquema de relacionamiento y la conformación jerárquica. (Ver cuadro).
Con el diagnóstico hecho, defino concretamente ¿cuál es el valor que agrego a la organización? Y defino una manera creativa de comunicarlo.
Hay muchas manera de mostrar mi profesionalidad, sólo debo reflexionar acerca de la característica más apreciada y sobre ella hacerme fuerte.
Lo demás viene como el resultado del cambio que he hecho sobre mí mismo.
El lugar donde conquistar un nuevo espacio, desde donde mirar la profesión y mi empleo es mi cabeza. Si yo no me veo como profesional, es muy difícil que el otro lo haga por mí.
(*) Contador público.