miércoles 20, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

El delicado escenario económico de la Argentina

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Frente a una creciente pérdida del valor adquisitivo del peso, así como de puestos de trabajo, caídas en las reservas del Banco Central y aumento del dólar blue, Factor dialogó con Alfredo Schclarek Curutchet -economista- quien, en entrevista exclusiva, analizó las principales dificultades que enfrenta el país y cuáles fueron las causas que originaron la situación imperante.

¿Cuáles son los principales problemas macroeconómicos que enfrenta la economía actualmente?
El actual escenario económico es sumamente complejo y delicado, siendo los dos principales problemas macroeconómicos a resolver en el corto plazo el aumento de la inflación y la perdida de reservas del Banco Central.
Como ya se ha debatido ampliamente, la inflación no sólo erosiona los salarios de los que menos tienen sino que también hace que nuestros productos se encarezcan en dólares. Es lógico que si los precios y salarios de Brasil suben a un ritmo de seis por ciento anual mientras los precios y salarios en Argentina suben a 35% y el tipo de cambio está fijo, estemos perdiendo competitividad externa de manera sistemática. Si bien esta competitividad perdida podría subsanarse aumentando la productividad de nuestra economía, no es nada realista creer que la productividad de Argentina podría aumentar continuamente a 20-25% anual para compensar por este medio la que vamos perdiendo vía inflación. Lamentablemente, la mala política macroeconómica del Gobierno, que ha estimulado la inflación durante todos estos años, hace que la devaluación sea la única manera de evitar la pérdida de competitividad externa. Además, la inflación genera inestabilidad financiera y erosiona la credibilidad de nuestra moneda, el peso. Esto hace que nadie quiera ahorrar en pesos y los ahorristas comiencen a pensar en dólares. Obviamente, esto genera corridas cambiarias recurrentes, más si hay falta de confianza, transparencia y buena comunicación. Es por estas dos cuestiones que el Gobierno viene devaluando desde hace ya más de un año y, a no ser que se implemente un plan antiinflacionario integral, deberíamos acostumbrarnos a que la devaluación vino para quedarse.

¿Qué consecuencias acarrea la pérdida de reservas del Banco Central?
Si al problema de la inflación le agregamos que las reservas vienen cayendo de manera continua desde hace ya más de tres años, tenemos una situación que comienza a tornarse sumamente preocupante. De hecho, la falta de dólares y la imposibilidad de parar la caída de reservas es la principal preocupación del Gobierno y lo que guía la mayoría de las medidas económicas que viene implementando últimamente. El Gobierno sabe perfectamente que quedarse sin reservas siempre es sinónimo de gran crisis económica, social y política. Incluso la situación es tan delicada que no está claro que se pueda llegar sin mayores sobresaltos a fines de 2015 sin acceso a financiamiento externo. Basta con comparar el nivel de reservas actual, que ronda US$28.000 millones, con los vencimientos de deuda en dólares para 2015, que rondan US$14.000 millones. Es por ello que el Gobierno cambió su discurso del desendeudamiento por medidas tendientes a arreglar rápidamente varios de los problemas del frente externo, tales como la deuda con el Club de París, los juicios en el Ciadi y la indemnización a Repsol por la expropiación de YPF, para abrir las puertas a nuevo endeudamiento externo. Lamentablemente, la decisión de normalizar el frente externo sufrió un golpe enorme con la ratificación del fallo del juez Griesa, que obliga pagarles a los acreedores que tienen en su poder bonos defaulteados y que no entraron a los canjes de 2005 y 2010. La imposibilidad de cumplir este fallo por la existencia de la cláusula RUFO ha llevado a que caigamos en default con los bonos de legislación Nueva York que se venían pagando normalmente. Este nuevo default nos vuelve a alejar de la posibilidad de acceder a préstamos externos y nos acerca nuevamente a la posibilidad de una crisis de balanza de pagos (falta de dólares) y una nueva crisis social. Estamos hablando que la actual situación de recesión y aumento del desempleo y la pobreza se vuelva aún peor, con mayores aumentos del dólar blue. Incluso la situación puede tornarse tan mala que, aun llegado enero de 2015 y el vencimiento de la cláusula RUFO, se entre en una senda de endeudamiento insostenible por la alta tasa de interés que los acreedores externos nos exijan. En el peor de los casos, que sería que siquiera nos quieran prestar, no hay que descartar que el Gobierno le pida nuevamente prestado al FMI y/o extienda el default a otros bonos y acreedores, incluso los bonos con legislación Argentina.

¿Cuáles son las causas por la que Argentina llega a esta situación?
Son varios los factores, pero diría que principalmente son tres razones que tienen que ver con la mala política económica de la última década, la que nuevamente nos lleva a discutir políticas económicas que eviten el mal mayor, en vez de discutir cómo podemos desarrollarnos. Sin lugar a dudas, la inflación es uno de los principales orígenes de este problema. A mi entender, las causas de la inflación son variadas y complejas, pero para comprender adecuadamente el proceso inflacionario actual hay que tener en cuenta dos etapas. En la primera, que abarca a grandes trazos el período entre enero de 2004 y enero de 2006, ocurrió el inicio del actual proceso inflacionario. La causa fue el recalentamiento de la economía, fogoneado por un excesivo crecimiento de la demanda agregada y una política fiscal excesivamente expansiva, al mismo tiempo que la capacidad instalada de la industria llegaba a su máxima utilización. Evidentemente, la estructura productiva de ese momento y el ritmo factible de aumentos de nuevas inversiones productivas no estaban preparadas para poder crecer a “tasas chinas” sin generar inflación. Lamentablemente, el Gobierno no supo administrar la abundancia. En la segunda etapa del actual proceso inflacionario, que comienza aproximadamente a partir de enero 2006, tenemos la consolidación del proceso inflacionario y el surgimiento, con mayor vigorosidad, de la inflación inercial. Este aspecto inercial del proceso inflacionario se debe al aumento retroalimentado de los precios. Es decir, los precios suben porque suben los costos, tales como salarios e insumos intermedios, debido a los aumentos de precios pasados y expectativas de subas futuras. Incluso este último año entra a jugar fuertemente el efecto sobre los costos de la devaluación, que -como ya explicamos- se debe a la inflación. Justamente este fenómeno retroalimentado e inercial es lo que hace que un fenómeno inflacionario como el actual sea tan difícil de bajar a niveles más normales y menos nocivos (un dígito) y que, a pesar de la actual recesión, la inflación siga en niveles tan altos.

En segundo lugar está la mala política energética, que viene desde la privatización de YPF en los años 90 pero se agrava con la famosa “argentinización” de YPF. Finalmente, la estatización de YPF, que era totalmente necesaria, se hizo demasiado tarde, de muy mala manera y con costos financieros excesivos. Esta mala política energética implicó una falta de inversión en exploración y refinamiento durante muchos años y ha hecho que cada vez debamos importar más y más gas y nafta, lo que tiene como consecuencia que se nos vayan cada vez más dólares y se erosione el superávit comercial. El no tener un autoabastecimiento energético es un condicionante al crecimiento presente y futuro, ya que -si se crece- habrá una mayor demanda de gas y nafta importada, pero esto a su vez hace que necesitemos más dólares, lo cual nos acerca a una crisis de balanza de pago.

¿Cómo cree que el Gobierno nacional está enfrentando los problemas de endeudamiento externo?
Respecto al tema de la falta de normalización del frente externo y el falso discurso del desendeudamiento vale la pena aclarar que no soy de los economistas que creen que el endeudamiento externo sea algo bueno y la única manera que tenemos de desarrollarnos; todo lo contrario. Sin embargo, no es posible -ni deseable- encarar un proceso de desendeudamiento utilizando únicamente las reservas del Banco Central, más aún en un proceso inflacionario como el actual. Si hubieran normalizado las relaciones antes, cuando había un alto nivel de reservas en el Banco Central, la actual situación seria mucho menos complicada de resolver. Ahora lo hacen a las apuradas y eso no sólo genera incertidumbre cambiaria sino que también hace que negocien desde una posición debilidad y acepten contratos leoninos como el de Chevron con Vaca Muerta o el que están buscando ahora con el swap con China.

Por todas estas razones, que se traducen en una falta de dólares, el Gobierno se ve obligado a tomar medidas desesperadas y de cortísimo plazo, tales como poner un cepo cambiario y obligar a los bancos a desdolarizarse -con lo cual debilitan al sistema financiero- y limitar importaciones y subir la tasa de interés, afectando la producción y el empleo. Lamentablemente, este Gobierno, que hace no mucho tiempo se jactaba de haber resuelto el tema de la deuda, acaba de caer en default nuevamente, generando una gran incertidumbre ya no sobre la voluntad de pago sino también sobre la capacidad de pago.

Obviamente, esto siempre implica más pobreza y sufrimiento para la clase media y los más humildes.

 

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