Inició el pasado 8 de octubre la 38.ª edición de la Feria del Libro Córdoba, luego de un replanteo de la fecha inicial. Desde la información oficial se expresa que reunirá más de 200 actividades para todos los públicos, 5 ciclos y más de 100 stands de librerías y editoriales independientes.
Concentrada en la Plaza de la Intendencia y aledaños, también habrá actividades en el Teatro Comedia, Museo Metropolitano de Arte Urbano, Biblioteca Córdoba, Cine Arte Córdoba y bibliotecas populares.
El lema elegido es “Cultura que potencia, lecturas que transforman”; siempre siguiendo la información oficial, se habla que “la Feria se enfocará en la diversidad, inclusión, identidad y Cultura como motor de desarrollo”.
Después de la terrible experiencia del pasado año con el destrato a los autores que propusieron actividades, este año parece mucho más encaminado. Para empezar, los curadores de la Feria, Esteban Dómina y Karina Fraccarolli son gente que sabe de gestión cultural y tiene amplitud de mirada en articular propuestas en el ramo.
En los primeros días, la afluencia de público fue buena y el ambiente es netamente literario, sin food truck o propuestas comerciales por fuera del sector. Las actividades son variadas, y la participación de efectores culturales como Babilonia con un buen menú de actividades, o de Mundo Lectura con propuestas que salen de lo común, suman y mucho al evento.
En la apertura de la feria se expresó en los discursos sobre la existencia de políticas públicas de parte de la intendencia y de una “industria naranja” desde el área de cultura. No pocos entre los asistentes mostraron sus reservas respecto de la distancia que tales palabras tienen con la realidad.
Por otra parte, el perfil de la feria, que no es de hoy, basado en un encuentro de los lectores con los libros, dista mucho de encuadrar en lo que se ha dado en llamar la “industria naranja”.
En tal sentido, cabe decir que la economía naranja resulta modelo productivo en el que se prioriza el valor intelectual respecto de los bienes y servicios que se comercializan. Si bien en un inicio se asoció a las producciones del arte y la cultura, en la actualidad es mucho más amplia su extensión, abarcando sectores como las telecomunicaciones, robótica, programación, creación de contenidos, entre bastante otros. El común denominador de todos ellos es que se trate de bienes o servicios donde el conocimiento sea una cuestión fundamental.
Según datos ofrecidos por la Unesco -Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura-, la economía creativa representa el 3% del PIB -Producto Interior Bruto- mundial y emplea a más de 30 millones de personas en todo el mundo. Además, es ecológica, trae empleos de calidad, y se caracteriza tanto por la innovación como la diversificación constante de productos y servicios.
No es la primera vez que hablamos aquí de las industrias culturales. Algo mucho más declamado que materializado entre nosotros, al menos desde el Estado. La “economía naranja” en un evento como la feria del libro, implica actividades de transferencia de conocimiento, de apoyo a emprendimientos, de gestión de activos intangibles como derechos de autor y conexos. Cuestiones que distan mucho de solo presentar libros, autores u ofrecer textos a la venta.
Todo apunta que tendremos una buena a muy buena feria del libro en el formato clásico y presencial que todos conocemos. Incluso, a pesar de la poca difusión dada al evento. Queda por ver si alguna vez a lo naranja lo ponemos en acción más allá de los discursos, con planes idóneos y sostenibles en el tiempo.
En ese sentido, podemos imaginar una feria virtual en redes a la par de la física, una visualización de otros actores del quehacer literario, como correctores, talleres de escritura, de lectura, promoción de nuevos oficios como el lector editorial o el productor de contenidos literarios en redes. Tal vez, sumar un segmento profesional o de empresas como ocurre en la de Buenos Aires. O generar una plataforma donde ofertar derechos de autor u otras oportunidades respecto de la producción local. Por decir solo unos pocos aspectos.
Alguna vez, deberíamos tomar riesgos, salir de moldes de décadas y aventurarnos a perseguir un formato de feria acorde a los tiempos de la digitalidad y sociedad del conocimiento que tenemos hoy.
() Abogado. Doctor en Ciencias Jurídicas. (*) Abogado. Doctor en Derecho y Ciencias Sociales.