Contexto actual
El pensamiento de Scalabrini Ortiz en referencia a la implantación de lo que luego se llamó “la década infame”, pone en relieve las circunstancias por la cual una parte de las huestes que operaban en representación del Radicalismo había dejado de ser garantía de su espíritu libertario y terminaba siendo funcional a los sectores del poder concentrado en la Argentina de aquellos años.
Fueron circunstancias muy similares a varios acontecimientos sucedidos después de la muerte del Presidente Perón y del golpe cívico-militar de 1976. Es elemental comprender que, en vez de hablar de oligarquía, hoy debemos mencionar a ”la casta”, que es la que entregó el poder institucional al Gobierno del actual presidente anarcoliberal Javier Milei.
Quiere decir que sectores actuales tanto del radicalismo como del peronismo fueron los claros precursores de los procesos liberales y neoliberales. por lo cual se fueron desprendiendo durante 40 años de sus esencias tanto ideológicas como doctrinarias e históricas, similares a lo que aconteció con la desaparición física de Irigoyen, en su momento, y de Perón, en 1974.
Este desandar lo veníamos comprobando, y reconozco que a muchos sorprendió, cuando dicho proceso derivó en el despotismo desplegado por el actual Gobierno y muchos de sus dirigentes quedaron manchados por su estrategia antinacional e internacional que intenta someter a Argentina al abordaje de imperialismos, tanto para ocupar nuestro territorio como para destruir nuestra fortaleza espiritual, laboral, industrial y tecnológica.
Sólo una parte del pueblo argentino asumió la defensa del interés nacional y de lucha contra el colonialismo, sobre todo los argentinos que comprendimos que el poder en la defensa de nuestra identidad cultural, sentimientos y derechos de participación institucional está en nuestras conciencias como en la fortaleza de las entidades intermedias, construidas a los largo de muchos años, aunque es bueno destacar que muchas de ellas también fueron arrastradas por claras influencias neoliberales.
La resistencia como primer momento de una estrategia nacional
Creo -sin temor a equivocarme- que la gran mayoría de los argentinos, aún muchos de quienes votaron al actual Presidente, expresaron sin ninguna duda tanto en este último paro nacional como en las sucesivas marchas de los distintos sectores gremiales, sociales y estudiantiles el mayor recelo y antipatía a quienes aún mantienen su apoyo claramente especulativo que son identificados como “la casta”.
Aunque sostengo lo muy importante y demostrativo de esta últimas movilizaciones en repudio a las políticas sostenidas por el Gobierno actual, no debemos obviar que es un deber ser claro en estos análisis políticos, poner en contexto que, desde hace bastante años, Argentina viene padeciendo la aplicación de políticas lesivas contra el trabajo formal, mientras como contracara avanzaron los empleos estatales y los que terminaron dependiendo exclusivamente de planes sociales como del trabajo “en negro”, changas, cartoneros, etcétera.
Asimismo destaco que muchas políticas aplicadas en obras públicas tuvieron en común una tan constante como frecuente utilización en los presupuestos del Estado nacional como provinciales, la ejecución de grandes obras viales o especiales, dependiendo éstas de la utilización de enormes maquinarias viales y muy poca mano de obra.
Al mismo tiempo, las producciones agropecuaria e industrial también se aggiornaron al manifiesto adelanto en las nuevas tecnologías, dando como resultado, una menor empleabilidad de mano de obra.
Esto trajo aparentado un enorme crecimiento del trabajo informal y merma del formal y aunque muchos sectores aguantaron, comenzó a resentirse el poder de las entidades gremiales -no sólo en la mano de obra- sino también en el ámbito de la producción de miles de pymes, cooperativas y profesiones que, por el abusivo aumento impositivo, fueron obligadas a esconderse del atosigamiento fiscal.
De allí que considero que el tiempo de la resistencia ante políticas públicas lesivas contra la producción y la mano de obra nacionales, la educación, las ciencias y tecnologías, soberanía, etcétera está necesitando la formulación de políticas que constituyan una estrategia de lucha, para que ella no se contente con ir en contra sino que exponga con contundencia y sabiduría, las políticas que ubiquen a la Argentina en el pedestal que supo sustentar gracias al trabajo, la producción, el intelecto y el avance tecnológico, que propusieron y hoy realizan cientos de científicas y técnicos argentinos.
Revolución cultural, laboral, productiva y científica de Argentina
Hay que convencerse de que la palabra “revolución” puede también usarse en un proceso que ejecuta el pueblo y como éste -por naturaleza- no es violento, más si está organizado tiene conciencia y protagonismo social, que hacen que su participación siempre sea pacífica y sólo es “sacado de quicio” cuando es azuzado por viejas y caducas ideologías o cuando a las fuerzas de ocupación se le agotan los coqueteos o fracasan los traidores que ofrecen sus “oficios” y comienza la represión.
Esa violencia, que al final obliga a los pueblos a contrarrestar, es más fácil que se produzca por divisiones y enfrentamientos internos, confusión, caos o anarquía que expresamente promueven e instalan las fuerzas enemigas para que mientras nos peleamos no devoran los de afuera.
Por ello, hay que reemplazar la fuerza por ideas, convocando a la comunidad nacional organizada para que dejando -momentáneamente de lado- intereses particulares, sectoriales o partidarios, se promueva la realización de un Congreso Nacional en defensa de los valores argentinos -con la participación de dichos representantes- para consolidar institucionalmente un espacio de coincidencias esenciales, que armonice los intereses y misiones particulares que cada sector ejerce en la sociedad, revolucionando los factores al servicio de Argentina enunciados en párrafos anteriores.
Conclusiones
Es fácil deducir que el actual Presidente asumió el cargo que sustenta bajo el manejo autocrático que él mismo se adjudicó, utilizando el ambiente, mejor dicho. el clima permanentemente disruptivo y extremadamente decadente que -habiéndose instalado durante 40 años- generó desconcierto y ninguna motivación trascendente pero el firme propósito de desunir a los argentinos, degradarnos, angustiarnos y especialmente a la juventud, volverla incrédula y asqueada de tanta inmundicia y especulación.
Debemos ser claramente responsables y reconocer que muchos de nosotros, tal vez sin darnos cuenta, contribuimos y aceptamos que persistan tales actitudes, cuando hoy comprobamos cómo esa especie de desinterés se convirtió en anomia o despreocupación y de alguna manera, incidió sobre la juventud e incluso en vastos sectores del pueblo, convirtiéndonos en anónimos, sin una clara identidad personal.
Es ardua la tarea y mucho peor que empezar de cero sobre todo cuando Argentina tiene más de 50% de pobres, que no lo son sólo en la faz económica, ya que esencialmente fueron desposeídos de la voluntad de luchar por sus derechos, porque eso fue lo que consciente o inconscientemente lograron las nefastas políticas del subsidio permanente.
También es primordial recuperar la solidaridad y amplitud de criterios de miles de dirigentes, sean gremiales, empresarios, políticos, profesionales, etcétera, que al ser abastecidos por políticas neoliberales, fueron ponderados y endulzados en sus motivaciones individuales, desterrando el nosotros en el trato social, olvidándonos que hoy más que nunca debemos sostener que ”para un argentino no debe haber nada mejor que otro argentino”, sabiendo que “nadie podrá realizarse en una sociedad que no se realice”.
(*) Ex ministro de Obras Públicas de la Provincia de Córdoba
“…Desaparecido Yrigoyen, poco tardó la impudicia oligárquica y la voracidad del capital extranjero en reconstruir la malla de su tutelaje y expoliación. Fueron años de extenso sufrir para los patriotas, en que las entregas y las renuncias se sucedían con mayor velocidad que el transcurso de los años. Para consolidar sus posiciones, la oligarquía cedió al extranjero el manejo de la moneda argentina y del crédito local, perfeccionó el monopolio extranjero de los transportes, prorrogó las concesiones eléctricas hasta el siglo venidero, multiplicó las deudas públicas en conversiones de alto margen de utilidad y distribuyó los dineros públicos entre los oligarcas endeudados. Las leyes de protección del obrero fueron anuladas en la práctica por las interpretaciones de una justicia que jamás se ocupó de otra cosa que la de defender y amparar los fueros del capitalismo como lo demuestra el historial mismo de los fallos de la Suprema Corte. Fue una larga etapa que contó con la complicidad del radicalismo, ocupado por los elementos oligárquicos del llamado Comité Nacional, el primero de los cuales se llamó Marcelo T.de Alvear”.
Raúl Scalabrini Ortíz – Yrigoyen y Perón – Pág. 28 – Colección Cabecita Negra