El fin de la partidocracia
Estas últimas cuatro décadas serán recordadas como la exposición de una profunda crisis ética y moral que transformó nuestra cultura nacional por medio de un proceso denigrante despojándonos de valores y virtudes ancestrales por culpas de un sistema partidocrático al compás de sus conducciones que defeccionaron ante la especulación y la corrupción, a partir del golpe cívico militar del 1976 y durante 40 años de democracia fallida.
De esa manera, buscaron el desguace de una sociedad organizada bajo el signo perverso de su objetivo semioculto que instrumentó e instituyó un régimen degradante que fué causa y efecto de una crisis terminal, logrando el más permisivo latrocinio en favor de la usura internacional y un deterioro nunca imaginable en la vida y existencia de millones de argentinos.
Esto -para mi modesto entender- significa un delito imperdonable de la partidocracia a partir de instalar y sostener este modelo gubernamental de exacción permanente de los recursos nacionales.
De esta manera, busca convertirnos en esclavos del imperio de una deuda impagable que en manos del capitalismo financiero especulativo, intenta despojarnos de nuestros valores y principios como argentinos, del trabajo, la producción nacional y nuestros recursos estratégicos.
El modelo argentino para el proyecto nacional y la propuesta de conformar una comunidad organizada, claros propósitos devenidos del ideario nacional que -al no ser asumidos por los políticos venales- sufrimos esta estrategia oculta en la propuesta de un cambio de época, que geopolíticamente, como objetivo de máxima, busca definitivamente inscribirnos como país súbdito de EEUU -una supremacía hoy en bancarrota- que busca por todos los medios no quedar disminuída en estas circunstancias, ya que siempre nos consideró su patio trasero.
Un solo ejemplo marca el símbolo de la decadencia: cuando se dió el último golpe de Estado, en 1976, contra el gobierno democrático de Isabel Perón, tenía una deuda de aproximadamente 7.000 millones de dólares; 40 años después, por la venalidad de los gobiernos “democráticos“, Argentina adeuda al FMI y a fondos de inversión más de 350.000 millones de dólares.
¿Qué cambio de época quiere La Libertad Avanza?
El objetivo central de La Libertad Avanza es adscribir a este “cambio de época”, que proclama el nuevo Presidente, logrando que Argentina como país subdesarrollado vuelva a ser el granero del mundo y gran proveedor de materias primas y recursos estratégicos al servicio del mundo occidental fundamentalmente, incluyendo a una Europa en profunda crisis existencial.
El perfil industrial argentino, así como su destacado desarrollo tecnológico, sus millones de trabajadores y miles de pymes están amenazadas de muerte. Ya que por el momento no existe ninguna pauta oficial de que exista un plan de desarrollo industrial que permita mantener e incrementar sus exportaciones, tan importantes como las del sector agroexportador.
El nuevo Gobierno logró, mediante la identificación de “la casta”, poner en relieve a los culpables de la realidad actual, hecho que de alguna manera contribuyó a su triunfo más allá de que se unió en el último balotaje con parte de la misma “casta”, a pesar de haber descalificado -durante el primer balotaje- a la propia representante de Juntos por el Cambio.
Convertido en Presidente con la gran posibilidad de ser el más autocrático de los últimos tiempos, concuerda con Juntos por el Cambio en instrumentar un plan de liquidación de las funciones y roles del Estado argentino, poniendo al “mercado” como desideratum de todo, desde lo económico, del manejo financiero y de los negociados de la obra pública.
Ante estos acontecimientos es menester conocer la real envergadura que posee el Estado de un país, como las funciones, atribuciones y responsabilidades que debe ejercer no sólo frente al crecimiento económico y desarrollo social, sino también su proyección internacional en un nuevo orden mundial que le otorga la jerarquía no sólo por sus recursos estratégicos sino -además- por su potencialidad industrial.
Confusiones tendenciosas
Una de las confusiones más inconcebibles dentro del argot público es la que se produce entre lo que significa y representa el Estado con lo que significa y se le atribuye al Gobierno o Poder Ejecutivo.
La ciudadanía en general -especialmente, los funcionarios públicos- no deben seguir tendenciosamente confundiendo al Estado con el Gobierno o, mejor dicho, deben tener la enorme responsabilidad ética y moral de poner en claro las atribuciones y funciones de estas dos instituciones y diferenciar taxativa y claramente quienes la integran o conforman.
Un Estado es reconocido como tal cuando el mismo está conformado por un territorio, la población que con su idioma, características e idiosincrasia lo habita y los poderes del Estado: Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
Esto a su vez infiere que el territorio y el pueblo son permanentes y fundamentales como valorización material y espiritual de un país, por lo cual siempre terminan sufriendo las depredaciones en sus recursos, cercenamientos en sus territorios, mares o ríos y castigos y degradaciones a los habitantes, por delitos, traiciones y corrupciones de quienes suelen ocupar los tres poderes del Estado pero aquí no se cumple con que el que las hace las paga.
Por lo tanto, el pueblo y nuestro territorio son los más descuidados y maltratados, especialmente por los que traicionan los mandatos o producen descalabros inconcebibles cuando ejercen el gobierno como en estos últimos 40 años de democracia fallida, salvando algunas pocas excepciones.
El resto, es decir, los tres poderes, son transitorios y circunstanciales ya que el Ejecutivo y el Legislativo se renuevan a medida que cumplen sus mandatos y el Poder Judicial -en este caso- la Corte Suprema de Justicia constituída por jueces es elegida por el Ejecutivo con acuerdo del Senado, según lo dicta nuestra Constitución. Es decir, todos -de alguna manera derivan- de los partidos y coaliciones.
Claramente, no formular una justa apreciación sobre que es el Estado, quienes lo integran y cuáles son sus funciones, es maliciosamente utilizado y aprovechado para verter sobre él conceptos equivocados, que muy especulativamente utilizan, para denostarlos o avanzar sobre él, para acomodarlo a las pretensiones del Poder Ejecutivo Nacional.
En resumen: los que asumieron la responsabilidad de tomar deudas o reconocer las fraudulentas e ilegítimas, fueron los tres poderes del Estado. Sin embargo, siempre son el pueblo y el territorio quienes las pagan.
La juventud argentina
Esto que se desconoce y nadie nunca aclaró fehacientemente llevó a muchos argentinos -especialmente a sectores juveniles- a militar y votar en contra de esta dirigencia corrompida, por lo cual una gran mayoría sabe lo que no quiere pero no claramente lo que quiere. Sus dudas no son sus culpas.
Esta realidad parte de la desidia de una decadente dirigencia que en referencia a nuestra historia, cultura y educación no sólo no fueron tenidos en cuenta o incorporados aquellos aspectos que habrían cimentado una formación nacional con valores y virtudes sino que fueron ignorados y eliminados a propósito, sobre todo en las curriculas educativas primarias, secundarias y universitarias, que hubieran contribuido a consolidar una conciencia compenetrada con nuestras raíces nacionales.
Por otra parte nunca nadie les habló de los derechos y obligaciones que tienen ellos como ciudadanos ni sobre la conformación de una sociedad más justa y solidaria, especialmente por los aportes individuales que trascienden en el colectivo social, asumiendo el sentido de propiedad para como dueños de este país al que hay que defender y proteger, como se defiende una propiedad privada.
Un importante sector de la juventud, seguro que no nace sabiendo ni fue formado en la filosofía de valorar la ética y la moral cultivada en sociedad para resguardarla de aquellos que pretenden -bajo estrategias que sirven a intereses ajenos- aprovecharse de tales circunstancias.
Por lo tanto, en la desgraciada tragedia que vivimos los argentinos, se repiten los mismos errores de este viejo y caduco modelo de gobernanza ya que los gobiernos sólo responden a los efectos y no a las verdaderas causas que generan los estigmas. Se pretende combatir a la inseguridad con mayor represión y castigo a los delincuentes, cuando muchos de ellos son niños y como una verdad incontrastable, sabemos que los niños no nacen delincuentes.
Se pretende castigar y reprimir a las movilizaciones que corten las calles, en vez de solucionar los dramas de millones de familias carentes de trabajo, de hogar, de salud, educación etcétera.
Es por eso que una comunidad unida y organizada con base en valores y virtudes, constituye una fortaleza inexpugnable no fácil de penetrar, degradar o dominar.
“Estamos nuevamente en los umbrales de una época que como fin de un ciclo, pone a los pueblos en la gran disyuntiva de superar el ostracismo y la confusión sobre los objetivos trascendentes de poder conformar una Comunidad Organizada y no ser empujados inevitablemente hacia la desgraciada creencia de que la evolución social significa volver al individualismo.
Para que pueda suceder tal alternativa, nos obligaron a sufrir la profundización de una crisis ética y moral, nunca antes vista. Cuando el hombre pierde la dignidad como ser al que Dios creó, termina convirtiéndose en lobo de sus congéneres. Pero si como víctimas de esta trágica embestida que irrumpe en la vida de los argentinos esto se produce en nombre de la Libertad, es imperdonable no volver a la fuente inagotable de la filosofía que es la verdad, para saber que nadie podrá realizarse en una sociedad que no se realice”.
(*) Ex ministro de Obras Públicas de la Provincia de Córdoba