El especialista Gustavo Fadda pone de relieve la intervención del Estado -vía tributos, cupos y aranceles- que, en su opinión, obstaculiza el comercio exterior. Las limitaciones en las importaciones -una política proteccionista que tiene el fin de beneficiar la producción interna- terminan generando un incremento en los precios que afecta el poder adquisitivo de los consumidores locales
“Argentina está cumpliendo 20 años de comercio exterior administrado y regulado por el Estado, que interviene y determina cómo, cuándo y a qué precio exportar e importar, y aplica prohibiciones, restricciones, autorizaciones especiales, licencias, cupos, impuestos a la exportación, altos aranceles a la importación y un sistema cambiario de control de cambios con ‘corralitos’, ‘cepos’ y ‘súpercepos’ cambiarios, con restricciones al movimiento de capitales debido a la falta de divisas por la pérdida de reservas monetarias internacionales” señaló a Factor Gustavo Fadda, magister, docente universitario de grado y posgrado y especialista en comercio exterior.
Según el profesional, se ha generado un sistema múltiple de cambios, con uno oficial mediante el que se cursan las operaciones de Comex y los demás, como el dólar paralelo o blue, dólar bolsa, turismo, contado con liqui, contado con liqui plus, Netflix, WhatsApp, soja, maíz, trigo, carne o industria, entre otros, y con paridades cambiarias superior al oficial.
¿Cuál es la situación de las exportaciones?
En mayo tuvimos un déjà vu, una película que vimos hace 15 años: el Gobierno determina la prohibición de exportar carne vacuna por 30 días. Vencido dicho plazo, el gobierno de Alberto Fernández dispuso la prohibición absoluta de exportar para determinados cortes y, para el resto, nuevas restricciones consistentes en cupos a las exportaciones, equivalentes a casi 50% de lo exportado en el año calendario anterior, sumando un nuevo componente que profundiza el aislamiento de la economía argentina: el registro para las exportaciones de carne. Se trata de la nueva Declaración Jurada de Exportaciones de Carne (DJEC) que tendrá un funcionamiento similar al viejo Registro de Operaciones de Exportaciones (ROE).
¿Qué pasa con el trigo y el maíz?
En el sector del agro existe el temor de que estas medidas podrían afectar la próxima siembra de trigo o maíz, ante el peligro de que se apliquen controles similares, nuevamente con el argumento de evitar que los altos precios internacionales impacten en el mercado local, tal como funcionó entre 2012 y 2015.
En ese entonces, se buscaba desacoplar los precios relativos internacionales de los precios de venta en el mercado interno. La idea era -vía prohibición y restricciones- aumentar la oferta disponible para el mercado interno, con lo cual se lograrían bajar y estabilizar los precios, beneficiando a todos los consumidores argentinos. La diferencia de precios se cubriría a los productores locales vía un programa de subsidios cruzados, con lo cual todos los actores estarían más que conformes.
El efecto logrado fue totalmente inverso: algo falló, ya que los precios internos siguieron creciendo, los consumidores no se beneficiaron para nada, la oferta cayó y la producción se desplomó.
En el caso del trigo, tuvimos la peor cosecha en los últimos 200 años y mínimas exportaciones.
¿Qué sucede con el sector cárnico?
En cuanto a la carne, se perdieron 10 millones de cabezas de ganado, se destruyeron miles de puestos de trabajo en toda la industria cárnica, las exportaciones se redujeron a su mínima expresión y los mercados externos fueron regalados a países vecinos. Llegamos a exportar sólo siete por ciento de la faena y ocupamos el 14º puesto en el ranking de países exportadores.
En 2021, al momento del dictado de la medida adoptada por el Gobierno nacional, Argentina venía exportando 30% de su faena y ocupando el quinto puesto como país productor y exportador mundial.
Contrariamente a lo que el Gobierno piensa, sucede que la carne que se exporta no es la misma que se consume en el mercado interno. Existe una complementación casi perfecta entre ambas. Si lo que pretende con el cierre temporal y posterior restricción de las exportaciones es volcar esas toneladas adicionales de carne al mercado interno y solucionar el problema de la suba de precios, está equivocando el diagnóstico, ya que el problema de fondo se llama inflación.
¿Cómo se han comportado las importaciones?
La curva de las importaciones sigue la misma línea, ascendente o descendente, de la economía de un país. No sólo son cruciales para los procesos productivos sino que son fundamentales para el crecimiento económico. Por lo tanto, las importaciones son un termómetro de la actividad económica del país.
En el mundo, las importaciones equivalen 29,76% del producto bruto interno. En América Latina y el Caribe, las importaciones llegan a 23,3%; en Argentina sólo equivalen a 15,2%, ubicando al país entre las 10 economías que menos importan en el planeta con relación al tamaño de su economía.
Las consecuencias de tener una economía cerrada y, por ende, menores importaciones, significa menores ingresos de bienes de capital, insumos productivos, partes y piezas, vehículos para la producción, etcétera. Ello está poniendo en evidencia otro elemento clave para la economía del país: el bajo nivel de inversiones. Argentina sufre desde hace años un proceso de desinversión fenomenal.
Otro elemento altamente restrictivo que aplica el Gobierno -que es parte de la política del Mercosur- es la alta tasa de aranceles a la importación (12,8%), cuando la protección efectiva en el mundo es 5,5%.
Vale aclarar que éste es un punto crítico en la crisis del Mercosur, que quedó expuesto en la última Cumbre Presidencial, en la que Brasil, Uruguay y Paraguay buscan denodadamente una baja significativa del arancel externo común, para poder ser más competitivos y, de esa manera, avanzar en las negociaciones de nuevos acuerdos comerciales con países y bloques comerciales. Hoy por hoy, es una exigencia, una condición sine qua non, algo a lo que Argentina se opone y se cierra cada vez más.
Proteccionismo sin resultados
Según Fadda, a la luz de la experiencia y del contexto actual, la decisión del Gobierno de cerrar las exportaciones resulta altamente costosa, desproporcionada y hasta ineficaz. “Por el lado de las importaciones, al haber optado por más proteccionismo para preservar a la producción local, se termina generando un aumento de precios que afecta los bolsillos de los consumidores locales” concluyó el profesional.