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En medio de la vasta tradición culinaria argentina, en la que la carne asada y el mate ocupan un lugar central en la cultura gastronómica, surgen de vez en cuando historias que demuestran la capacidad del país para innovar y transformar sabores tradicionales. En esta ocasión, quiero hablar sobre el kanikama, un invento argentino que ha conquistado el paladar de muchas personas en todo el mundo y los desafíos que enfrenta en términos de propiedad intelectual.
El kanikama, también conocido como “cangrejo de palo” o “surimi”, es un producto alimenticio elaborado a partir de carne de pescado que ha sido triturada y mezclada con otros ingredientes para crear una textura y sabor similares a los del cangrejo. Este producto, a menudo presentado en palitos o bastones, se ha convertido en un ingrediente popular en ensaladas, sushi y otros platos.
Ello hace que el kanikama argentino sea único es su sabor, que se ha adaptado a las preferencias locales. En lugar de replicar el sabor del cangrejo con precisión, los productores argentinos han infundido sabores autóctonos, como el chimichurri o el ají, en el kanikama, creando un producto que resuena con el paladar de la población local y se ha ganado un lugar en la cocina argentina.
Sin embargo, el kanikama argentino también enfrenta desafíos en el ámbito de la propiedad intelectual. En un mundo globalizado, donde la información y las recetas de cocina pueden viajar instantáneamente a través de Internet, proteger la originalidad de un producto culinario se ha vuelto un reto.
El kanikama, como creación argentina, se enfrenta a la difícil tarea de mantener su identidad única en un mercado inundado de imitaciones y versiones no autorizadas. La protección de la propiedad intelectual se vuelve aún más complicada en el caso de la gastronomía, ya que las recetas suelen estar compuestas por ingredientes comunes y técnicas de cocina ampliamente conocidas.
Además de su valor gastronómico, el kanikama argentino también ha demostrado ser un activo económico significativo para el país. La producción y exportación de este producto han generado empleo y divisas, contribuyendo al desarrollo de la industria alimentaria local y la economía en general.
Una de las herramientas que se han utilizado para proteger productos culinarios únicos es la ley de denominación de origen. Esta ley permite que ciertas regiones o países otorguen protección a productos específicos que se producen en una ubicación geográfica determinada. En el caso del kanikama argentino, se podría explorar la posibilidad de obtener una denominación de origen que reconozca su singularidad y autenticidad.
Más allá de los desafíos de la propiedad intelectual, el kanikama argentino sigue siendo un ejemplo de la innovación culinaria en el país. La capacidad de transformar un producto global en algo único y sabroso demuestra la versatilidad de la cocina argentina y su capacidad para adaptarse a los gustos cambiantes.
En un mundo cada vez más interconectado, la protección de la propiedad intelectual en la gastronomía puede ser un desafío, pero también ofrece oportunidades para promover la autenticidad y la singularidad de los sabores locales. El kanikama es un recordatorio de que la cocina puede ser una forma poderosa de expresión cultural, y su historia está lejos de terminar. Mientras continúa conquistando paladares en todo el mundo, también debe enfrentar el desafío de proteger su identidad culinaria única en un mercado global diverso y competitivo. La protección de los activos intelectuales en la gastronomía no solo se refiere a la protección de una receta o sabor único, sino también a la promoción de la cultura culinaria y la difusión de tradiciones locales. El kanikama es un ejemplo de cómo la creatividad y la innovación pueden florecer en la cocina, y su éxito es un recordatorio de la importancia de preservar la identidad culinaria en un mundo cada vez más homogéneo.
(*) Agente de la propiedad industrial
(**) Abogada
