Hace bastante tiempo en mediación se habla de la empatía como algo a alcanzar y que deben desarrollar o tener los mediadores, pero nadie sabía bien qué era y solía decirse que es como ponerse en los zapatos del otro. Pero, depende qué zapatos y de quién. No nos pondríamos en cualquiera y eso nos hace ¿insensibles o malos mediadores? ¿Vos, en los zapatos de quién no te pondrías?
Hemos leído muchos artículos que dicen que es esencial en la Mediación el ser empático como una condición sine qua non, pero realmente ¿es necesario serlo (es demasiado que todos seamos iguales)? Como si allí residiera algo especial, y por ende lo que le da fuerza al mediador. Pero ¿qué pasa si nunca lo fui o qué significa serlo y cómo afecta a la mediación?
Para empezar, la empatía, desde nuestra visión, es una experiencia y de eso sabemos los mediadores, ¿no? Se basa en las diferentes formas que tenemos los humanos de responder ante el otro. Esto incluye: identificar lo que el otro siente (empatía cognitiva), compartir esas emociones (empatía emocional) y desear mejorar esas experiencias (preocupación empática).
No todos nacen con los grados más altos de empatía, y la ciencia dice que muchas veces el/los cambios que permiten incorporar grados de empatía vienen por accidente; una parte está en nuestros genes y cambia también con las circunstancias. Y como cualquier otra habilidad, está en la persona el poder cambiarla o desarrollarla.
El psicólogo Jamil Zaki en su libro “La guerra por la bondad”, expresa que el rol más importante de la empatía es el de inspirar bondad, una tendencia de ayudar a otros, muchas veces a costa nuestra. Y las experiencias empáticas llevan como consecuencia a buenas acciones.
Hasta aquí, el poder desarrollar estas bondades es un ideal para aquellos que nos dedicamos a la mediación: conectar con las partes para ayudarlas, conectar con el co-mediador incluso ir más allá de lo que pide el caso si realmente conectamos. Pero la historia casi siempre no se nos muestra completa y nos falta información para tomar buenas decisiones.
Una vez que somos conscientes de estas posibilidades naturales y de desarrollo personal, no sólo podemos elegir usarlas o no, sino que muchas veces las incansables bondades que poseen, sumado al marketing excesivo que existe en los medios, nos llevan a interpretar que mientras más desarrolladas estas habilidades, más bondades tendremos y ahí es donde se pueden cometer errores. Cómo si la ecuación fuera: a más empatía (bondad), más probabilidades de éxito en la mediación. Nos permitamos dudar de esta ecuación a la que le faltan muchas variables.
Sobre qué puede salir mal, podemos mencionar por ejemplo que el exceso de empatía en entornos donde no la hay facilita situaciones en las que las partes o los abogados pueden tomar provecho, además, acaba generando ansiedad, estrés y baja de estado de ánimo de todas las partes. Esto suena como una mediación en la cual las partes están tan enojadas donde no logran reconocer al otro. ¿Serviría aquí un mediador hiperempático?
Y si somos muy empáticos, también es difícil decir que no y al final dejaremos de ser dueños de nuestras decisiones y de nuestro tiempo. Muchas veces, somos de esta forma en nuestra vida diaria e inevitablemente se traduce en la forma de mediar. ¿Cuál es tu nivel de empatía en general?
En el libro “En contra de la empatía”, de Paul Bloomel, se menciona que ésta es una guía moral pobre de la que huir, puesto que está plagada de prejuicios, es miope, no se asienta en una base científica sólida, puede corroer las relaciones personales y desencadenar acciones violentas. Además, ésta no implica que nos mueva actuar de manera moral o nos aleje de comportamientos inmorales. Incluso puede llevar a conducirnos a la violencia si hay una causa lo bastante buena por detrás.
Por estas razones, vale la pena preguntarse hasta qué grado puede afectar un mal entendimiento de la empatía (quizás más que su falta) a un mediador y al proceso completo.
Algunos autores mencionan que un entendimiento superficial de la empatía puede llevarnos a tomar decisiones desproporcionadas e injustas. Es decir que la empatía es inútil cuando tenemos que tomar una decisión a expensas de nuestra conveniencia.
En mediación, si no ponemos límites a la empatía, podemos perjudicar nuestra salud emocional y mental y corremos el riesgo de perder objetividad y tomar emociones que no son nuestras. A su vez, el exceso de empatía puede llevar, en algunos casos, a dedicar más tiempo del que corresponde a realizar preguntas que no son las adecuadas, a realizar preguntas sesgadas o identificarse demasiado con la historia de una de las partes que nos hace perder objetividad y multi-parcialidad, quizás porque es una historia similar a la nuestra o una ideología compartida.
Ante todo esto, vemos que uno de los problemas más habituales ocurre por interpretar cualquier situación con los lentes mediáticos de la empatía y sobre todo pasar por alto su contexto y las implicancias derivadas del mismo.
Para concluir, vale la pena preguntarse cómo debería ser el dominio de estas habilidades, y es ahí donde nos vamos a encontrar ante muchas situaciones futuras donde debemos poner límites a la empatía; quizás el quid de la cuestión gravita en torno a la necesidad de pensar en las consecuencias de nuestras decisiones y mirar más allá de cómo nos harán sentir, o cómo imaginamos que harán sentir a aquellos que van a verse afectados por ellas.
La empatía podría ser como un paraguas que incluye distintas formas de responder entre nosotros, que contiene el Pensar (cognitivo), Compartir (Emocional) y Preocuparse (preocupación), en donde la empatía selectiva puede ser realidad si se entrena y es consciente. ¿Recuerdas alguna situación donde pudiste o no controlar actos de empatía?
Este artículo no tuvo intervención de ningún sistema de inteligencia artificial.
(*) Ab. Esp. en Mediación. (**) Prof. Adjunto Resolución de conflictos UCC
Qué difícil, qué complicado es meterse en el mundo de la empatía. Creo que de allí deriva el mentado “no te metás”… Siempre un gran riesgo.
Pero para manejarse en esas aguas, nada mejor que un buen profesional.
Buenísimo el artículo, todos los que publican hacen un gran aporte a nuestro trabajo y también a mirarnos a nosotros mismos en el desempeño y los que nos queda después
Excelente artículo! Gran interpretación del
verdadero rol del mediador. Felicitaciones a los autores!
Un tema para reflexionar…no se debe confundir con la caridad o la lastima sino con un ejercicio emocional que ayuda a comprender