Esteban Torres es el primer científico social latinoamericano que acaba de convertirse en investigador permanente de la escuela alemana de teoría social crítica. “Observamos la progresión de una crisis de representación ´desde abajo´ que debilita el vínculo del campo popular con la clase política”, dijo
Esteban Torres es el primer cordobés y científico social latinoamericano que acaba de convertirse en investigador permanente de la prestigiosa “Escuela de Frankfurt”, el Instituto de Investigación Social (Institut für Sozialforschung – IfS) de la Universidad Goethe de Frankfurt, comunidad de pensadores que remite a Max Horkheimer, Theodor Adorno, Herbert Marcuse, Erich Fromm y Walter Benjamin.
En el marco de su nombramiento, el investigador del Conicet, director del Programa “Cambio Social Mundial” en el Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad (UNC), y docente de las cátedras de Sociología y Teorías y procesos de cambio social, analizó los cambios sociales en los 40 años de democracia del país. Luces, sombras, hitos y proyecciones en esta entrevista con Comercio y Justicia.
– Si pudieras elegir tres hitos de cambio social en estos 40 años de democracia en Argentina, ¿Cuáles elegís y por qué?
– Es una pregunta relevante y muy difícil de responder con precisión. Quizás los tres principales eventos que han propiciado cambios estructurales en la Argentina, afectando el modo de organización de la sociedad en su conjunto, son: La aplicación de la Ley 21.526 de Entidades Financieras en 1977, así como la Ley 22.285 de Radiodifusión en 1980; El juicio a las Juntas Militares en 1985; y El reingreso del Fondo Monetario Internacional al país en 2018, a partir del escandaloso préstamo de 45.000 millones de USD.
El primer par de eventos corrió por cuenta de la última dictadura militar y prácticamente determinó la estructura de los sistemas financiero y mediático del país hasta hoy. Se trató de una transformación brutal que aún no pudo ser revertida.
El segundo lo llevó adelante el gobierno de Alfonsín -quizás fue su decisión más valiente-, y marcó la política de derechos humanos hasta hoy, particularmente en lo que atañe a la violencia política. Se trata de un cambio de carácter progresivo cuyo futuro es incierto.
Y el tercer evento corrió por cuenta del gobierno de Mauricio Macri, y reforzó la histórica dependencia económica del país a un nivel alarmante, quitándole margen de maniobra a cualquier política con pretensiones soberanas. Hoy la democracia formal en Argentina es un andamiaje institucional estructurado en gran medida a partir de los cambios provocados por los eventos mencionados.
– Enmarcado en una lectura Latinoamericana, ¿qué significan los 40 años de democracia?
– Si definimos la democracia en clave institucionalista, como una democracia política formal, entonces los 40 años significan, antes que nada, la conquista de una trabajosa continuidad democrática, me refiero a la sucesión de gobiernos nacionales elegidos en las urnas. Lo que hemos vivido en el país desde 1983 es un ciclo político novedoso en tal aspecto, si lo comparamos con toda nuestra historia política previa.
Creo que el rasgo distintivo del caso argentino, de carácter positivo, en relación a los restantes países de la región, ha sido su potencia crítica en relación al proceso militar. Tal impulso revisionista se expresó paradigmáticamente en los movimientos de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, y se sintetizó en la consigna “Verdad, Memoria y Justicia”.
– Teniendo en cuenta los bajos niveles de confianza en los partidos tradicionales y en las instituciones, insatisfacción ciudadana y el malestar social, ¿el sistema político está roto?
– El sistema político argentino no está roto. Lo que sí observamos es la progresión en su seno de una crisis de representación “desde abajo” que debilita el vínculo del campo popular con la clase política. Es más bien una crisis específica al interior del sistema político.
Esta crisis no es novedosa, se viene acentuando hace décadas, y tampoco se restringe al país. Abarca a todo el bloque occidental de la sociedad mundial. Algunos autores consideran que la causa principal de dicha crisis es una tendencia estructural a la elitización de la política de partido y de Estado, que trasciende los programas neoliberales. Creo que eso es parcialmente cierto. Sólo hay que tener mucho cuidado de reconocer, junto con ello, que la política de masas, devenida en política de Estado, sigue estando en condiciones objetivas de reducir las desigualdades sociales y mejorar las condiciones de vida a la gente. Para ello los gobiernos tienen que actuar de forma decidida como un contrapoder, recrear una base popular de apoyo relativamente sólida, y con ello hacer frente a los sectores concentrados de la economía.
– ¿Qué signos positivos ofrece la democracia argentina hacia adelante?
– Junto con Uruguay, Argentina es la sociedad más igualitaria de América Latina. Si bien se trata de una sociedad nacional fuertemente desigual y estructuralmente dependiente desde tiempos coloniales, es sin dudas menos desigual y menos dependiente que otras. Actualmente el país cuenta con una clase media golpeada, en retracción, pero demográficamente significativa, y su campo popular está más y mejor organizado políticamente que en los países vecinos.
Y sobre todo hay que tener muy en cuenta que vivimos en una de las sociedades con mayor grado de movilización social “desde abajo” del mundo –no sólo de la región-, y por lo tanto en una de las sociedades mejor equipadas para enfrentar los embates permanentes de las élites nacionales y extranjeras. Que esté mejor equipada no significa que estemos en mejores condiciones de expandir y sostener un proceso de cambio social popular.
Dado que las dinámicas políticas argentinas se desenvuelven en una estructura social periférica, ello hace más dificultosa la posibilidad de construir una sociedad con un bienestar generalizado. En cualquier caso, el poder de movilización popular es el capital positivo central del país de cara al futuro nebuloso e incierto que se avizora.
Una visión latinoamericana sobre el cambio social mundial
Esteban Torres acaba de ser nombrado “Fellow Permanente” del prestigioso Institut für Sozialforschung (IfS), hogar histórico de la “Escuela de Frankfurt”. Consultado sobre lo que implica este logro para su carrera y para la representación argentina en ese escenario, señaló: “No puedo prever qué implicancias podrá tener o qué efectos podrá generar en mi carrera y en mis espacios de intervención mi incorporación como fellow permanente en el Instituto de Investigación Social (IfS) de la Universidad Goethe de Frankfurt.
Lo que sí creo es que desde hace largas décadas el IfS es el centro de investigación más reconocido a nivel mundial para el desarrollo del pensamiento crítico. Creo que hay un consenso generalizado, al menos en la academia occidental, de que ocupa ese lugar privilegiado”.
Destacó que la comunidad intelectual construida en torno al IfS, que este año cumple 100 años, es una referencia ineludible para todas las carreras de ciencias sociales del país.
“En mi caso, si no me equivoco, soy el primer científico social latinoamericano que ingresa en el Instituto como investigador permanente. Este trabajo lo desarrollaré desde América Latina, desde Córdoba, lo cual implica que seguiré ejerciendo como profesor de sociología en la UNC y como investigador del Conicet. Este nombramiento implica para mí una responsabilidad mayúscula. Espero poder estar a la altura de las enormes exigencias y de los desafíos que se presentarán”, agregó.
Asimismo, adelantó que la investigación que llevará adelante, en una cooperación estrecha con Stephan Lessenich, el actual director del IfS, se concentra en el desarrollo de nuevas teorías sociológicas que permitan explicar en mejores términos los actuales procesos de cambio social mundial, reconociendo las especificidades de cada región y de cada país.
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