viernes 22, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Massa, tratando de lograr el equilibrio en un contexto inestable

PRESIDENCIAL. Así fue el tono con el que l ministro se dirigió a los empresarios de la construcción.
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El mundo parece haberle dado la espalda a la Argentina, que se enfrenta a una situación que le es muy desfavorable. El ministro ha recurrido a todo el pragmatismo posible para superarlo, pero las amenazas persisten.

La última semana ha sido movida para el ministro de economía, Sergio Massa, que ha demostrado iniciativa para tratar de enderezar una nave que casi se va a pique a mediados de año. Tal vez por eso dedicó algunos pasajes de sus diversas presentaciones a su antecesor Martín Guzmán.

Con la mira puesta en llegar a 2023 -y seguramente en algún proyecto personal para después de esa fecha- el ministro anunció diversos mecanismos con los cuales pretenden dinamizar la economía y potenciar la llegada de dólares. Eso, por supuesto, estará atado a la providencia del clima y a la confianza que puedan despertar sus políticas en la gente.

Según lo que se ha visto hasta ahora, el principal objetivo de Massa para sus primeros meses al frente de la cartera de economía ha sido aumentar el nivel de reservas del Banco Central. Esta decisión se justificó en tratar de generar un ingreso de divisas que permita sostener el tipo de cambio, para lo que en octubre y la primera semana de noviembre el BCRA se desprendió de alrededor de U$S 700 millones. El tigrense busca dólares con los cuales se pueda parar una eventual corrida cambiaria que empuje a una devaluación. 

Por ahora esto último no está en los planes del gobierno, aunque es cierto que es una amenaza que flota en el aire. El aumento de los pasivos remunerados alcanzó un nivel de 8.000 millones de pesos que devengan una tasa de más del 100%. Esa bola  aún está en condiciones de ser desactivada, pero solamente si se siguen alineando el resto de las políticas económicas.

La implementación del nuevo tipo de dólar para turistas y las nuevas políticas para la importación son los dos rasgos más importantes de lo que se anunció la semana pasada, por cuanto son estrategias concretas y claras para contener la inflación e inyectar dólares a las reservas.

En ese sentido, la idea de establecer acuerdos y congelamientos de precios es infantil. La historia ha sabido probarle -incluso a este mismo gobierno- que no se puede forzar una nueva estructura de precios. El ministro fue claro en ese sentido, al asegurar que recuperar esa variable fue una de sus primeras metas. Quizás entienda Massa, como buen político, que la gente necesita escuchar algunas cosas para tranquilizarse, aunque no sean completamente efectivas (casi como el creyente que escucha un sermón).

Dinamizar la economía es una tarea ardua, pero el nuevo régimen importador apunta a lograrlo, facilitando el acceso de insumos clave para que no se corte la producción, algo que se ha visto en diversas ramas de la industria a lo largo de la semana pasada.

Allí asoma un nuevo problema: las empresas que deciden importar insumos al valor financiero se enfrentarán, seguramente, al mismo problema al que se han enfrentado las importadoras que debían entrar en el esquema de que las filiales del exterior les presten los dólares para poder mantener sus actividades. Las divisas que ingresan en concepto de pagos deben liquidarse al tipo de cambio oficial. Así, una empresa que importa al tipo de cambio financiero y exporta al tipo de cambio oficial debe subir sus precios en dólares para poder hacer frente a los costos locales en pesos.

Esa situación, completamente absurda, desalienta a los clientes del país en el exterior, porque nadie está en condiciones de aceptar aumentos de precios de alrededor del 40% en dólares existiendo otro tipo de proveedores baratos alrededor del mundo. Seguramente veremos en algún momento en el futuro un esquema por el cual se le de un tipo de cambio especial a los exportadores para evitar ese tipo de absurdos burocráticos.

La otra amenaza que asoma en el horizonte es la sequía, que va a hilvanar un tercer año al hilo y que todo indica desplomará el área sembrada y los rindes que se puedan conseguir. El peor escenario es algo similar a lo que se ve que pasó con el trigo: postergar exportaciones -que impiden la llegada de dólares- sobre las que ya se cobró el adelanto de retenciones. El combo por el cual no entrarían divisas al país se complejiza a cada momento.

Hasta ahora Massa ha sido un pragmático, un equilibrista. Se ha valido de lo que necesita para enderezar el rumbo, evitando las decisiones ideológicas -aunque ocasionalmente haya usado esas justificaciones para legitimar su posición dentro de la coalición de gobierno-. Lo único que le queda por delante -a él, a su equipo y a los argentinos- es esperar para ver si las cosas empiezan a dar resultados.

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