Por Marcela Palacios (*)
¿Pobreza de recursos económicos o de libertades?
Basada en la perspectiva de Amartya Sen
Si pensamos que la pobreza es la mera “falta de recursos” que tienen las personas para afrontar una determinada “canasta básica de alimentos”, estamos condenando a los pobres (y a su descendencia) a seguir siendo pobres indefinidamente.
Existe una perspectiva sobre el concepto de pobreza que nos permite tener una visión más amplia y empática sobre el tratamiento de políticas públicas para encarar el problema en un país con objetivos de largo plazo, si realmente lo que se quiere es disminuir la cantidad de personas que día a día van perdiendo la posibilidad de salir de la “pobreza estructural” y los impactos negativos que tiene sobre las personas que viven en esa condición como para la población en general.
Se trata de comprender la pobreza como la privación de las capacidades básicas que tienen las personas para llevar una vida que valoren como tal, entendiendo las capacidades como las libertades que, por medio de los derechos fundamentales, los seres humanos debemos, podemos y nos merecemos acceder.
Aquí aparece la “justicia social”, cada vez que las personas que nacen en escenarios de pobreza ocasionada por la falta de renta ven restringidas también sus capacidades, voluntades y libertades para poder elegir, decidir o llevar una vida como la deseen.
En esta visión no se niega que la falta de recursos no sea un causal de pobreza sino que la privación de las capacidades está muy relacionada con esa falta de recursos, ya que es la que genera que se sostenga en el tiempo, que empeore aún más dicha situación.
Si la pobreza se tratara sólo de la escasez de recursos económicos para afrontar las necesidades básicas de las personas, estaríamos frente a un problema que “instrumentalmente” tendría solución alcanzable de algún modo.
Pero nuestra historia y experiencia nos indican que ni con todo el oro del mundo ni cubriendo todas las necesidades de las personas que están bajo el nivel de pobreza podremos conseguirlo, menos sostenidamente.
Por eso es que -desde mi posición como analista de políticas públicas- esta perspectiva completa la mirada que permite trabajar en la búsqueda de soluciones más acertadas para dar respuesta a problemas estructurales, de fondo. Sobre todo, dejar de vulnerar los derechos de las personas cada vez que, como gobierno, las privamos de la posibilidad de elegir, les acotamos sus libertades fundamentales -principalmente la capacidad de razonar el tipo de vida que desean llevar-, las condenamos a vivir en un esquema de “pobreza funcional” del que, con el paso del tiempo, se torna irreversible emerger.
Reflexionar sobre este tema de manera responsable y en pos de un futuro sostenible invita a quienes están en cargos de ejecución de políticas públicas a debatir más allá sobre este concepto, para que deje de ser tratado de manera simplista, incluso conformista; o como si se tratara de un problema “económico” a resolver cada vez que, para paliar alguna crisis, se recurre a los subsidios o ayudas económicas que no hacen más que condenar la pobreza provisoria a que se transforme en pobreza “permanente” (en aumento).
Claramente, para poder encarar seriamente la pobreza se requiere trabajar mancomunadamente con políticas de empleo, educación, de producción, etcétera.
La pobreza no es un problema aislado, nos concierne a todos en una sociedad.
Poder visualizarla desde la mirada de Amartya Sen nos brinda la oportunidad de aportar desde la acción de los gobiernos y la ejecución de políticas públicas con una mirada esperanzadora para todos, proyectando un futuro accesible y justo, a la vez que tenemos la posibilidad de elegir el tipo de vida que deseamos llevar.