viernes 22, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Los argentinos, el cambio de época y la necesidad de definir un proyecto nacional

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Por Luis Esterlizi (*)

“No siempre los países han definido con exactitud la democracia que desean ni han calificado la democracia en la cual viven. Hemos aprendido que haber ocultado durante los últimos años el tipo de democracia que se quiere, constituye la mejor manera de preservar la democracia que quieren los demás. Se ha venido progresando de manera gigantesca en el orden material y científico pero más de veinte siglos de cristianismo parecen no haber logrado, hasta ahora, la superación del egoísmo como factor motriz del desarrollo de los pueblos. La sociedad competitiva es su consecuencia. Esto arroja luz sobre el hecho de que la cooperación, la solidaridad y la integración son elementos básicos a considerar a partir del presente”.
El Proyecto Nacional

La política partidaria en crisis 

Aún no se habían publicado los escrutinios oficiales de las últimas elecciones cuando la mayoría de la población fue sorprendida por los festejos de militantes y dirigentes de todos los partidos y coaliciones que, habiendo participado en la carrera electoral, consideraron los porcentajes de votos conseguidos como verdaderos éxitos o triunfos.

Algunos festejaron por no haber perdido por mucho y conservar una buena porción de los votantes. Otros, que aunque no ganaron contundentemente, conseguían igualar el poder de la fuerza contraria también festejaron. Mientras tanto, expresiones de la derecha liberal y de sectores de la izquierda que alcanzaban guarismos nunca pensados festejaron por los votos sustraídos a cada uno de los sectores que constituyen la grieta.

Pero al mismo tiempo, millones de argentinos acosados por la pobreza, el desempleo, la falta de servicios básicos, educación, salud, etcétera (al igual que cuentapropistas, monotributistas, pymes de rubros varios y entidades regionales que también votaron), no pueden desprenderse de la angustia por seguir soportando el peso de una incertidumbre que nadie sabe cuándo será despejada. Y no tienen -por el momento- nada que festejar. 

Es que a pocos días de haberse realizado las elecciones, sectores de la dirigencia política partidaria y funcionarios públicos -sin distinciones de ninguna índole- demuestran no poder o querer despojarse del espíritu confrontativo e insisten con este modelo democrático que no solo no resuelve el bienestar y la felicidad del pueblo sino que es utilizado como instrumento al servicio de intereses personales o corporativos. En este ámbito muchos se hacen de una profesión y aun perdiendo, siempre ganan.

Y esto no significa que no nos importe el rol importante que los hombres y mujeres, en los partidos, tienen en una democracia, ya que son los que, interpretando las necesidades de la sociedad, deben prepararse para coadyuvar a que, desde ella, todos los sectores participen organizadamente en las distintas misiones e instancias que se necesiten, aportando la cuota de responsabilidad social que a cada uno le corresponde. 

El peso de una crisis terminal que ha herido económica y moralmente a toda la sociedad y muy especialmente a amplios sectores marginados, excluidos y acorralados por las drogas, la promiscuidad y el delito, siguen padeciendo un proceso de degradación inconcebible. Ello incrementa en gran medida la inseguridad en barrios y regiones, ya que los desclasados y marginados de toda dignidad terminan a merced de la delincuencia, desarmaderos y narcotraficantes.

Si partimos de las expresiones y propuestas de los sectores del trabajo, de la producción, de las entidades sociales, de las ciencias y de la investigación, etcétera, tomamos conciencia de que, excepto los sectores políticos partidarios que siguen discutiendo la distribución del poder público, la sociedad en su conjunto reclama políticas públicas estructurales consensuadas y de urgente aplicación.

Un continuismo que se resiste al cambio

Ante este permanente estado de confrontación, que es el modus operandi de las grandes coaliciones, queda clausurada cualquier posibilidad de generar consensos y acciones convergentes para terminar definitivamente con la profunda crisis que se abate sobre toda Argentina.

La dirigencia partidaria carece de una visión global e integral no solo en lo interno sino también de lo que sucede en todo el mundo, y solo algunos gobernantes y dirigentes son los que intentan debatir nuevos procesos de participación social acompañados por la convergencia público-privada en la generación de políticas de Estado como en sus implementaciones.

El crecimiento económico y desarrollo social de regiones, territorios, pueblos y ciudades debe ser encarado en todos sus aspectos, garantizando la calidad de vida de sus habitantes y el cuidado del medio ambiente, como los aspectos centrales en la formación, educación y capacitación para ser hombres y mujeres capacitados para enfrentar los desafíos que se nos presentan tanto en lo interno como en aquellas políticas de ciencia y tecnología, trabajo y producción exportables a los países de América del Sur y al mundo en general.

Pero debemos tener presente que en las actuales condiciones políticas, económicas y sociales en que se encuentra Argentina, sumadas a una institucionalidad resentida en sus misiones y a una dirigencia falta de ética, moral y compromiso social, no alcanzaremos las condiciones mínimas e imprescindibles para superar nuestra problemática interna y mucho menos insertarnos en un mundo complejizado por las potencias en pugna.

Debemos desterrar esta decadencia, haciendo trascender las representaciones sectoriales, políticas y sociales para la asunción de responsabilidades mayores, ya que como argentinos debemos asumir la obligación moral en defensa de nuestra propia existencia como nación. 

No podemos dejarnos vencer por las coyunturas ni los “éxitos” parciales, debemos convencernos de que en la solución integral de todos los problemas mediante políticas públicas integrales, abarcativas, inclusivas y que realmente resuelvan estructuralmente la crisis en sus aspectos políticos, económicos y sociales, cada argentino encontrará la respuesta positiva que necesita.

Debemos pensar y obrar como argentinos que vivimos bajo el mismo cielo, nos circundan los mismos mares, nos conectan las mismas rutas, ríos y vías férreas. Para ello es fundamental consensuar entre todos un proyecto nacional que nos identifique y que exprese claramente quiénes y cómo somos, qué es lo que anhelamos y qué es lo que aportamos al mundo en general.

¿Qué debemos hacer para consensuar un proyecto nacional?

Ante todo, es insoslayable terminar con las confrontaciones, porque los que están en dicha estrategia no tienen ante sus narices otra cosa más que no sea suprimir o vencer al contrario. Esto, porque han abandonado totalmente la discusión y la lucha por las ideas. 

Es bien sabido que en la discusión por las ideas no existe la imposición sino la persuasión; no prima la inflexibilidad sino la conjunción. Tampoco las posiciones irreductibles sino el consenso. Todos han de ceder algo en función del conjunto. Todos deben sentirse comprendidos en las soluciones conseguidas y copartícipes en los esfuerzos y sacrificios que deberán hacerse.

De seguro que habrá grupos o corporaciones que intentarán todo lo posible para inducirnos a no entrar en esta convergencia nacional porque, guiados por sus encerradas posiciones sectarias e ideologías caducas, persistirán en quedarse en la vieja politiquería propia de los que necesitan dividir para reinar,  más si están convencidos de que ellos son la única verdad. Sean de un extremo o del otro. 

Este es el comienzo de un auténtico cambio de época que desplace la que durante muchísimos años viene confundiendo y dividiendo las naciones jóvenes y poseedoras de enormes valores y virtudes como de recursos alimentarios, energéticos, acuíferos, etcétera. Esa postura las muestra como sumergidas en enormes crisis políticas, económicas y sociales, y puede facilitar la componenda en negocios ajenos al interés de dichas comunidades, muchas veces con propósitos inconfesables.

La velocidad de los tiempos actuales no deja pensar a los argentinos para que podamos saber con exactitud de dónde venimos, cómo llegamos hasta la crisis actual y hacia dónde marchar, ,mientras los que adscriben a las ideologías en pugna no trepidan en empujarnos -desde sus posiciones extremistas- a situaciones de caos o anarquía incontrolables como manera de interrumpir la construcción de nuestro propio destino.

No es fácil ni sencillo conseguir que 40 millones de argentinos nos pongamos de acuerdo pero, como no somos una masa fácilmente moldeable, las miles de instituciones y entidades intermedias del trabajo, la producción, el comercio, los servicios, la investigación tecnológica, las organizaciones sociales, etcétera, pueden ser las que a partir de sus representantes, comiencen a establecer los vínculos. 

Así se pueden elevar los puentes que nos conduzcan al espacio común de las coincidencias esenciales, el primer paso para la verdadera formulación de un proyecto en lo político, económico y social que constituya nuestra definitiva identidad como nación.


(*) Presidente del Foro Productivo Zona Norte

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