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México se encuentra en una constante lucha contra la apropiación cultural para defender su patrimonio, y después de las polémicas con marcas como Zara o Carolina Herrera, ahora se han visto obligados a iniciar una nueva contienda, esta vez contra la estadounidense Levi´s. La Secretaría de Cultura mexicana ha enviado una carta a esa empresa, famosa por sus pantalones vaqueros, en la que la acusa de “comercializar y privatizar una propiedad colectiva haciendo uso de elementos culturales cuyo origen está plenamente documentado”. El organismo considera que la colección Levi’s Premium, Original Trucker Jacket contiene “elementos bordados pertenecientes a la cultura mazateca del Estado de Oaxaca, sin contar con el mecanismo adecuado para obtener el permiso de dicha comunidad”.
En la comunicación, el ente intima a Levi’s a que abone una retribución económica a la comunidad mazateca, que considera propietaria intelectual de los diseños utilizados en la nueva colección. La institución fundamenta su intimación, en la Ley Federal de Derechos de Autor, que establece: “El Estado mexicano otorga protección a las obras literarias, artísticas y artesanales de las culturas populares”, además de las numerosas declaraciones internacionales que protegen los derechos de los pueblos indígenas. También, señala que la compañía estadounidense no solo debería haber pedido permiso para hacer uso de los bordados en sus prendas, sino que tampoco debió “deformar la obra” original.
El pasado día 13, la marca de ropa anunció en un vídeo su aterrizaje en la región, además de futuras colaboraciones con creadores locales: “Llegamos a Oaxaca y queremos celebrar con el arte que lo caracteriza, Levi’s Oaxaca será sede y testigo de la riqueza cultural que alberga esta ciudad”. Sin embargo, un grupo de artesanas mazatecas, agrupadas bajo el nombre de “Las mujeres de texturas de Oaxaca”, denunció en un comunicado que “esta ‘colaboración’ de Levi’s con ‘artesanos representativos’ no es más que otro ejercicio de apropiación cultural y de invisibilización de las personas y comunidades que estamos detrás de las piezas bordadas”, en el mismo sentido, la comunicación de la secretaría reclama: “Se nombran a las empresas y a los artistas visuales detrás del proyecto y se omite el nombre de las artesanas o artesanos que realizan la labor de bordado”. Alejandra Fraustro, la titular del organismo, ha defendido que “se trata de un principio de consideración ética que, local y globalmente, nos obliga a hacer un llamado de atención y poner en la mesa de la discusión pública un tema impostergable: proteger los derechos de los pueblos originarios que históricamente han sido invisibilizados. (…) Le invitamos a desarrollar un trabajo respetuoso con las comunidades indígenas dentro de un marco ético que no socave la identidad y la economía de los pueblos y apegado siempre a un comercio justo que coloque en un plano de igualdad a los creadores indígenas, empresarios y diseñadores”.
No es la primera vez que el gobierno mexicano se ve envuelto en una polémica con el debate sobre la apropiación cultural de fondo. La última ocasión fue el pasado mayo, cuando la Secretaría de Cultura también envió una misiva a la empresa española Zara. El motivo: un vestido que la marca europea había presentado, que recordaba al estilo de los huipiles bordados a mano por artesanas indígenas. Antes, le tocó el turno a la diseñadora venezolana Carolina Herrera, a la firma francesa Louis Vuitton o a la modista del mismo país Isabel Marant.
Mientras que las confecciones de creadores indígenas se venden entre 25 y 150 dólares, los precios de las firmas internacionales rondan entre mil y cuatro mil dólares.
* Agente de la propiedad industrial ** Abogada
