Las últimas lluvias en la parte superior de la cuenca del Río Paraná aliviaron la bajante que la afecta, el último informe del Instituto Nacional del Agua (INA), del 27 de octubre pasado, señaló que la condición hídrica aún no es normal y que la probabilidad de retornar a una condición general crítica en los próximos meses es alta.
Además, el INA pronosticó que no se esperan precipitaciones.
Con una altura actual en Rosario de 1,50 metros, el INA evaluó que la situación obliga a mantener la cautela a la hora de las decisiones de largo plazo en el uso de la vía fluvial.
Cabe destacar que por tercera campaña agrícola consecutiva persiste la merma del caudal del Paraná, que viene cayendo desde septiembre de 2019 hasta la fecha a su nivel más bajo en 77 años, provocando numerosos inconvenientes en la artera de comunicación que es esencial para las economías argentina, paraguaya y brasilera.
Hubo un efecto negativo en las exportaciones agroindustriales, en todo lo relacionado al aprovisionamiento de agua para la población y, además, en la generación hidroeléctrica a lo largo de su curso, que representa una energía clave para la región.
La bajante impactó en los precios de exportación del complejo sojero, porque limita la carga de los buques y obligar a desviarla a otros puertos, como los ubicados en el sur de la provincia de Buenos Aires, con el consecuente encarecimiento logístico.
En julio, la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) estimó que la baja del Paraná implicó un costo cercano a US$315 millones en seis meses para el complejo agroindustrial exportador y los productores, por mayores costos logísticos, de transporte e industriales, estimó la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR).
“Según nuestras estimaciones, en el semestre que va desde el 1º de marzo hasta el 31 de agosto del 2021, la extraordinaria bajante del Río Paraná, principal vía de salida de los productos del complejo agroindustrial argentino, generaría pérdidas a la cadena de valor granaria argentina del orden de los US$ 315 millones, aproximadamente», indicó la BCR.
Entre los mayores costos figuran el denominado “falso flete”: la necesidad de ajustar el volumen de carga en algunos buques en el Gran Rosario, por la bajante, que deben salir con menor tonelaje a su destino; y la necesidad de completar la carga en otros puertos, como Bahía Blanca o Quequén, donde el precio de la mercadería termina siendo mayor por logística y transporte terrestre (sin contabilizar aquellos que completan cargas en los nodos portuarios brasileños).
Además, por el menor tonelaje que cargan los trenes de barcazas que bajan por los ríos Paraná y Paraguay al Gran Rosario desde Paraguay, Bolivia y puertos locales; y pérdidas por menores precios de exportación.
Durante 2020, en las terminales portuarias del Gran Rosario se embarcó 70% de los granos, 96% de los aceites vegetales y 96% de las harinas que exportó el país, por un valor aproximado de US$20.000 millones -37% de las ventas al exterior de Argentina-.