“Todo el mundo era enemigo de todo el mundo mientras una economía de miseria había creado en el pueblo una lucha permanente en la que -como dice el tango- todos los días había que salir en busca del “peso” para poder comer… En la política estaban los que hacían la zancadilla mejor al otro para que cayera y así poder pasar adelante; era la escuela nefasta y negativa de ganar haciéndoles mal a los demás, en lugar de ganar corriendo más ligero y siendo más capaz y más moral que los otros. Ése es el espíritu maldito del individualismo, carente de sentido social y de sentido político, que no sólo ha hecho de cada hombre un lobo sino que ha hecho lanzar unas naciones contra otras.
Escritos sobre la Década Infame
Similitudes con la realidad actual
No cabe ninguna duda sobre las similitudes de realidades que, aunque las separen 80 años y se comprendan las diferencias políticas, económicas y sociales entre ambas épocas, muestran claramente la decadencia de instituciones y dirigentes que por estar inmersos en una verdadera crisis existencial tanto ética como moral, repercute -hoy como ayer- con lamentables secuelas en la vida y proyección de la sociedad argentina.
En el medio de la tragedia actual se desarrolla una campaña electoral enturbiada por destempladas expresiones de encumbrados dirigentes quienes, utilizando vituperios y todo tipo de necedades, buscan desprestigiar -en similitud con los años 30- a los posibles contendientes de uno u otro lado de la grieta, ante un pueblo que asiste atónito mientras brillan por sus ausencias los consensos y propuestas medulares para emerger exitosamente de ella.
Algunos agrupamientos políticos, por poseer una visión estratégica diferente, proponen cambios de fondo pero, dada la constreñida formalidad institucional concebida para la confrontación entre las ideologías en pugna y sus variantes, tienen pocas posibilidades de incidir significativamente, aunque dejan esbozadas necesidades estructurales, nuevos procedimientos para designar representantes, etcétera, valorando lo social y democrático, hoy ausente en las coaliciones oficialistas y opositoras.
Argentina se va hundiendo en las tenebrosas aguas de las inmoralidades por medio de un proceso claramente retrógrado y sólo es posible superarlo por medio de una época de cambios tan profundos como ineludibles que asegure la presencia protagónica del pueblo bajo la responsabilidad y el compromiso de fijar el rumbo definitivo del país, la puesta en marcha de un nuevo régimen de gobernanza, la participación de idóneos representantes y la definitiva institucionalización de una comunidad organizada.
Superar la decadencia de entidades y dirigentes
Para eso debemos convencernos de que cuando un argentino, en la acción política quiera sacar ventaja para sí, él mismo se perjudica. No se da cuenta de que si todos obramos de la misma manera, inexorablemente ocasionamos un profundo daño ético y moral a la comunidad, resintiendo el sentido social que un pueblo organizado necesita. Para empezar, hay que predicar con el ejemplo desde las altas esferas del poder y eso hoy parece una utopía.
Todos debemos ejercer la responsabilidad social en beneficio de la comunidad que integramos, por lo cual cuando se realice, los que formamos parte de ella nos realizaremos. Pero debemos reconocer que frente a las mismas oportunidades pueden generarse diferencias en más o en menos, según el empeño puesto individualmente.
De allí que los aportes individuales en función comunitaria demuestran la riqueza de la sociedad según sus valores, poniendo en evidencia la importancia del sentido social en épocas tan complejas como la actual, en la que millones de argentinos sufren graves estigmas existenciales y absurdas discriminaciones.
Por lo tanto, iniciar un cambio de época significa valorizar la consistencia de la unidad nacional para la toma de decisiones estratégicas que el país necesita, con el propósito de terminar definitivamente con esta crisis terminal.
Teniendo presente que no todos pensamos igual y que debe primar el consenso para acordar las acciones que mejor sirvan para terminar con la pobreza, la desocupación, la inflación, la falta de servicios básicos, etcétera, y que a su vez promuevan el cuidado del medio ambiente, la defensa de nuestros recursos estratégicos, la soberanía de nuestros territorios, cielos y mares, etcétera, admitir matices y diferentes enfoques constituye la valiosa diversidad que una comunidad evolucionada puede administrar con equilibrio y equidad.
Es también el tiempo de proyectar transformaciones institucionales que terminen con la autocracia que fue impuesta durante años por medio de un mecanismo que al final nos lleva siempre hacia las frustraciones y fracasos, montando un escenario de posiciones ideológicas cerradas y obsoletas que, declaradas universales, terminan desnaturalizando los acuerdos internos en las comunidades o generan conflictos entre países.
Estas ideologías serán superadas cuando de nuestras raíces históricas y tradiciones ancestrales extraigamos los valores y virtudes que conjuguen un conjunto de ideas para darle forma a una nueva plataforma político-institucional bajo el amparo de una Constitución, que muestre quiénes y cómo somos y qué valores sustentamos los argentinos.
Mecanismo que corrompe y descompone la democracia
Argentina, al igual que otras naciones, padece estas difíciles circunstancias porque intereses afines a dichas ideologías buscan someternos a sus estrategias, impidiendo que los argentinos decidamos, desde nuestra forma de pensar y obrar, qué queremos ser como sociedad y nación.
Estos regímenes autocráticos avanzaron sobre los gobiernos de los países en desarrollo, por medio de lo que se llamó “el mecanismo”, promoviendo la corrupción pública por un lado y la degradación social por el otro.
Los casos más notorios ocurrieron mediante el sistema de coimas en grandes obras públicas, como lo sucedido con la empresa Odebrecht, constituyendo uno de los casos de corrupción más grandes en la historia reciente de América del Sur.
De allí nace el demérito de los partidos y el desprestigio de los políticos. Ello obligó a dicho régimen a introducir los conceptos de “democracia participativa”, para ilusionarnos creyendo que también manejábamos el destino de los dineros públicos. Así se impusieron los presupuestos participativos, los consejos económicos y sociales, el defensor del pueblo, etcétera, como simples dádivas, simulaciones y disposiciones no vinculantes, ya que el poder de decisiones estratégicas siguió en manos del sistema de gobernanza en el oficialismo y la oposición.
Con el transcurrir de los años, estos cambios perdieron notoriedad y, aunque los candidatos hablaban de que las soluciones se lograrían entre todos, las decisiones quedaron exclusivamente en poder de los gobernantes.
Es conveniente advertir de que hay factores internos y externos interesados en apuntalar este mecanismo para dividir las sociedades, generarles conflictos, enmarañarles el poder de decisión, confundirlas y desorientarlas. Por eso, en paralelo a la corrupción, en muchos países este mecanismo aprovechó cuestiones ideológicas, clasistas, sectoriales, etcétera, para generar una grieta con posiciones claramente antagónicas, como forma de impedir la unidad del pueblo en temas esenciales.
También debemos saber que a partir de la última dictadura militar, del 76 y hasta el 83, se impusieron importantes leyes económicas, políticas y sociales que con la vuelta a la democracia, el fervor del pueblo y su participación en las elecciones, no logramos advertir y detectar muy claramente. Con el transcurrir de los años, quedó en evidencia que una parte importante de la legislación que hoy se aplica proviene, inconcebiblemente, de una dictadura. De allí derivan muchas frustraciones y fracasos.
La única salida
Después de casi 38 años debemos tener presente que muchos sucesos de esta historia reciente han sido causa de variadas penurias que últimamente experimentamos. Quizás nos entusiasmamos -sobre todo las nuevas generaciones- creyendo que con el retorno de la democracia tradicional, recuperaríamos la libertad y los derechos conculcados. Por eso nos debemos preguntar qué fue lo que nos pasó para tener el país y la sociedad sometida a las secuelas de una crisis estructural que tantas frustraciones y fracasos nos produjo.
Hoy valoramos los ingentes esfuerzos que hace la sociedad organizada para subsistir y preocuparse por consolidar un plan de salida, junto con el obrar de gobernantes y organismos del Estado de distintas jurisdicciones que promueven la complementación público-privada para integrar pueblo y gobierno en las decisiones estratégicas.
Nos espera la ardua tarea de perfilar una nueva dirigencia que, al frente de las entidades intermedias y actuando con ética, moral y compromiso social, construya los puentes que nos conecten con los gobiernos para consensuar y acordar definitivamente un proyecto nacional para todos los argentinos.
(*) Presidente del Foro Productivo Zona Norte
Me pareció muy interesante .
Creo que el problema más importante es de orden mundial. En este sistema económico neoliberal,