Stephen Covey suele decir en sus conferencias sobre motivación y negociación que las personas “no somos producto de nuestras circunstancias sino de las decisiones que tomamos”.
Quienes abrazamos la sensible y compleja tarea de mediar en los procesos de gestión de disputas somos conscientes de que los involucrados en un conflicto llegan a mediación con historias basadas en posiciones muy sólidas y “coherentes” -desde su propio punto de vista-, acompañadas de un propósito casi innegociable: decidir ganar, tener razón.
Nuestra labor inicial consiste, precisamente, en trabajar las emociones exacerbadas y enraizadas en los intereses, deseos y expectativas propias de las partes que -tantas veces- impiden mirar el problema desde una perspectiva diferente, menos desapasionada y más plurisubjetiva.
En primer encuentro, los disputantes suelen estar inmersos en lo que Robert Bergman -experto en high tech y ciencia de la decisión- califica como “lógica infantil”, para referirse a las expectativas no realistas con las que cada parte llega a una mediación, con la razón sesgada por un exceso de emocionalidad destructiva: el deseo de ganar a todo costo.
Este “enojo destructivo”, en el cual la dinámica emocional obnubila a la lógica racional, lleva frecuentemente a tomar decisiones fallidas, poco certeras e incluso autodestructivas.
Entendamos que la teoría de la decisión es una área interdisciplinaria de estudio, relacionada con diversas ramas de la ciencia, como la administración, la economía y la psicología. Se ocupa de analizar cómo elige una persona aquella acción que, de entre un conjunto de acciones posibles, le conduce al mejor resultado dadas sus preferencias. Para los mediadores, esta teoría se convierte en un método cuyos elementos posibilitan optimizar el proceso de elecciones de forma coherente cuando se presentan varias opciones ante un problema.
“Las partes, con la orientación de sus letrados y la facilitación del diálogo y la escucha de los mediadores, pueden encauzar un proceso mental con el que logren identificar las acciones o rutas que habrán de tomar o seguir en la resolución de sus disputas”.
La intervención del mediador, mediante una serie de herramientas basadas en técnicas de la comunicación, en métodos de la psicología sistémica y en estrategias de la negociación colaborativa, permite bajar el deseo litigioso de ganar a todo costo e incrementar la confianza en la etapa de mediación como instancia prejudicial.
De esta manera, serán las mismas partes, asesoradas por sus letrados, quienes puedan discernir otras opciones y alternativas superadoras de las que trajeron a la mesa, y se alejen de la postura inicialmente destructiva.
Ahora bien, el aporte central de la teoría de la decisión consiste en brindar una serie de elementos para analizar una situación determinada de modo que su resultado sea la elección de la acción más racional. Esta racionalidad exige que las partes puedan tener un conocimiento más amplio del conflicto y prevenir las consecuencias que aparecerán al momento de decidir. Obviamente, conocer estos efectos siempre es fragmentario: si bien la racionalidad exige una selección prioritaria de una entre varias conductas alternativas posibles, al momento de optar por la decisión más eficaz pocas veces llegan a la razón todas esas opciones disponibles.
Las partes, con la orientación de sus letrados y la facilitación del diálogo y la escucha de los mediadores, pueden encauzar un proceso mental con el que logren identificar las acciones o rutas que habrán de tomar o seguir en la resolución de sus disputas. Esto no es más que dar lugar a la libertad consciente de elección, pues el discernimiento libre permite poner en juego los valores con los que nos identificamos y a partir de ello escogemos la mejor decisión. Por eso, toda elección implica tomar una decisión (y tiene un costo).
Bergman plantea que los seres humanos estamos atravesando una época de transición en la manera de tomar decisiones: cada día nos cuesta más elegir una acción basada en un razonamiento respaldado por un “pensamiento natural”. Aprendíamos a elegir con ensayos de prueba/error. Por el contrario, la realidad tecnológica -en tiempos de incertidumbre y complejidad en las relaciones- nos está corriendo hacia una novedosa forma de seleccionar acciones: las personas depositamos la tarea de decidir en dispositivos electrónicos: plataformas, Internet, aplicaciones digitales y GPS.
Entonces, podemos aseverar que toda instancia de gestión/resolución de disputas puede ser entendida como un proceso que culmina con una toma de decisión multicriterial en el que dos o más partes, que tienen entre sí intereses y objetivos contrapuestos o incompatibles, son asesoradas profesionalmente y orientadas por un facilitador de la comunicación y negociación (mediador).
La minuciosa tarea de los mediadores puede ser evaluada exitosamente cuando, mediante las herramientas que le provee, por ejemplo, la ciencia de la decisión, consigue que las partes puedan superar la lógica infantil para llegar a tomar resoluciones basadas en el pensamiento crítico y colaborativo.
(*) Abogado, mediador y licenciado en comunicación social
Javi querido gracias por escribir, me encanta leer tus creaciones.
Con tu gran capacidad como docente explicas claro, prolijo y ordenado lo que hacemos en esta maravillosa aventura de la mediacion.
Interesante la nota y la seleccion de autores y referencias citadas. muchas gracias.
Muy claro y preciso como desarrollo diferentes aspectos de la mediación
Excelente propuesta, nos ayuda a agiornar las teorìas y formas de hacer profesional.
Muchas gracias Comercio Y Justicia por la publicación del artículo.
Felicitaciones al autor. Un artículo bien escrito de excelencia. Nos transporta a la mesa de mediación y nos interpela que tipo de mediador ponemos en la mesa de negociación.
Felicitaciones ‼️ una nota clara,en cuanto a mediación y decisiones
Excelente! Acompañamos en la toma de decisiones conscientes.
Una mirada que le da al artículo un tinte de excelencia. Felicitaciones , algo diferente y útil para el mediador.
Interesante nota. Simplemente establecer la diferencia entre GESTIONAR un conflicto y la RESOLUCIÓN de un conflicto, que aparecen como equivalencias.