viernes 22, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

La enseñanza de un Batman argentino

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Por Luis Carranza Torres (*) y Carlos Krauth (**)

Por lo general, no van demasiado juntas pero hace unos días ambas confluyeron respecto de un hombre platense, quien se disfraza desde 2013 de Batman para reunir donaciones y visitar con regalos a chicos internados en el Hospital de Niños de la ciudad de La Plata.

Llamado “Batman solidario”, es una presencia usual en el nosocomio “Sor María Ludovica”. En 2019 fue reconocido por el Concejo Deliberante por tal actividad y fue al recinto a recibir la distinción vestido como Batman. No se conoce su nombre pero se dice que es docente de una escuela pública. Tiene una cuenta de Facebook, bajo el nombre de Bruno Díaz.

Es en ella donde hace unos días divulgó la noticia de que fue asaltado por dos menores, a las 11 de la mañana, quienes le sustrajeron su celular bajo amenaza de dispararle.

El hecho ocurrió luego de haber ido al hospital para hablar con la hermana Nilda sobre cuál sería el mecanismo más seguro y eficiente para el uso de dos computadoras donadas para los niños internados.

Luego de la noticia, hubo una reflexión de su parte, que nos permitimos reproducir aquí.

En tiempos como los que corren, en que el desánimo de algunos -entendible pero no beneficioso para nadie- o el extravío de otros parecen cundir. Escribió en su muro lo siguiente: “Primero, creo que, de todo, hasta de lo más tremendo que nos pasa en la vida, debemos sacar algo positivo, algo que nos haga crecer, mejorar. Ahora, después de un tiempo de haber vivido esa desagradable situación, siento una mezcla de alegría, tristeza, impotencia, miedo… Alegría porque podría haber perdido muchas cosas que no tienen repuesto, ni precio y no lo hice, como un órgano o la vida misma… Tristeza, porque sé que no fui el último que va a pasar por esto, y con finales fatales, tanto para las víctimas, como para los delincuentes. Impotencia, porque ves en tu cara cómo se llevan las cosas materiales que a la gente honesta nos cuesta mucho esfuerzo tener. Miedo a que estas situaciones se nos hagan normales y nos resignemos a ello”.

Hasta aquí, es lo que nos ha pasado a muchos al ser robados en la vía pública o en nuestra casa pero, lejos de quedarse en tales sensaciones, usuales y por entero entendibles, se permitió ir más allá y decir: “Si antes tenía muy en claro lo mucho, mucho, que hay por cambiar en mi querido país, del cual ni siquiera puedo imaginar abandonar algún día, con lo que me sucedió hoy, lo reafirmo mucho más. Creo que estamos viviendo momentos en que toda la gente de bien, que aún es mucha más que la que no lo es, nos involucremos, unos más, otros menos, de las más variadas maneras, en nuestro espacio, en nuestro trabajo, en nuestras familias”.

Son palabras que compartimos. Lamentablemente, la fuerte impronta paternalista que caracteriza a la cultura pública argentina nos hace pensar muchas veces que es el Estado el que tiene que resolver todos nuestros problemas; y que nada depende de nosotros.

No discutimos que el Estado debe promover las condiciones para que cada uno pueda concretar sus planes de vida; tampoco desconocemos que nuestros gobiernos no hacen mucho sobre el particular. Sin embargo, estamos seguros de que, en el ejercicio efectivo de nuestra ciudadanía, podemos hacer mucho para cambiar las condiciones en las que vivimos.

De nuestra honda crisis nacional no se sale con recetas mágicas ni con mesiánicos de ningún tipo. Nadie va a salvarnos, por más que lo prometan hasta el cansancio, si no empezamos por nosotros mismos. En una democracia es la proactividad cívica -en los términos y de la forma que cada uno libremente la entienda, pero siempre con la mira puesta en el interés común- lo que hace amainar tormentas y pacificar espíritus.

Aunar la sociedad desde el compromiso cívico es la única forma, en definitiva, de dar el primer paso para una síntesis duradera y constructiva entre las distintas tendencias que nos atraviesan, así como para lograr una consolidación de lo mejor de nosotros mismos.


(*) Abogado. Doctor en ciencias jurídicas

(**) Abogado. Doctor en derecho y ciencias sociales

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