En España, la Audiencia Provincial de Madrid condenó a Francisco Gómez Iglesias a tres años de prisión por hacerse pasar por emisario del rey Felipe VI y de la entonces vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, durante un viaje a Ribadeo (Lugo), donde almorzó con el titular de la compañía de transporte Alsa, Jorge Cosmen.
El acusado, de 27 años, se sentó en el banquillo en mayo, por dos de los cuatro juicios que lo involucran.
El 2 de junio había sido sentenciado a un año y nueve meses por falsificar un DNI para que un amigo rindiera un examen en su nombre.
Ahora, la Audiencia de Madrid responsabilizó a Gómez Iglesias por usurpación de funciones públicas y cohecho activo.
La Fiscalía pidió la pena de siete años de prisión pero los jueces aplicaron atenuantes previstas en la legislación española: anomalía psíquica y dilaciones indebidas.
El episodio de Ribadeo se produjo el 13 de agosto de 2014, dos meses después de la proclamación de Felipe VI de Borbón como monarca de España.
Para entonces, según los magistrados, Gómez Iglesias ya se había “introducido en determinados círculos relevantes”, tanto políticos y de la Administración del Estado como empresariales.
Cohecho
El día del hecho, una comitiva de vehículos partió del paseo de La Habana de Madrid rumbo al municipio de Lugo. Gómez Iglesias se sumó a ella, junto a dos policías locales que enfrentaron cargos por cohecho pasivo, por cooperar con él.
Entre otras funciones, a los agentes se les atribuyó simular tareas de vigilancia y escolta para ayudar con el engaño. Sólo uno fue condenado.
Todo fue cuidadosamente planificado: días antes del viaje, Gómez Iglesias contactó a las autoridades gallegas y les dijo que acudiría una persona cuya identidad no podía revelar “por razones de seguridad nacional”.
Al presidente de Alsa, el empresario Cosmen, le dijo que lo acompañaría “alguien muy importante de la Casa Real”.
Durante el debate, Cosmen insistió en que Gómez Iglesias se le presentó como “enlace” entre la vicepresidencia del Gobierno y la Casa Real y que durante la comida fingió recibir una llamada de Sáenz. Otros testigos dieron versiones similares.
Por su parte, el joven negó los hechos y dijo que sólo quiso “parecer una persona importante” pero no una autoridad.
“Lo que yo quería era tirarme el pisto (alardear) con el empresario y hacer un viaje pomposo” declaró.
Para fundar su defensa, alegó que el cargo de emisario no existe.
Trastorno de personalidad
El tribunal consideró que las maniobras del acusado estuvieron condicionadas por el trastorno de la personalidad que padece, que se manifiesta en “características narcisistas” y de “rasgos inmaduros”. “Sólo desde la manifiesta inmadurez propia de los pocos años y de la existencia de determinado trastorno, que habría de generar una interpretación peculiar de la realidad, puede darse explicación a la actuación que protagonizó Gómez Iglesias llevando a cabo el delito de usurpación de funciones”, valoraron los magistrados de la Audiencia Provincial madrileña.
El joven tiene otras dos causas pendientes: una por la supuesta estafa a un empresario de Toledo haciéndose pasar por asesor del Gobierno, en la que el Ministerio Público solicita seis años de cárcel por delitos de usurpación de funciones públicas, falsedad en documento oficial y estafa; y en la segunda irá a juicio por obtener datos de policías y del Ayuntamiento de Madrid a cambio de favores, todo con la intención de hacerse pasar por un alto cargo del Estado para ofrecer ayuda a terceros a cambio de dinero. En ese caso, la Fiscalía pide nueve años y nueve meses de prisión.