El caso que relataré me hizo repensar la necesidad de generar confianza. Los mediadores, los capacitadores en mediación, decimos que es esencial -para que un proceso se desarrolle progresiva y eficazmente- lograr que haya confianza.
Ahora bien: ¿de qué confianza hablamos? ¿en el proceso de mediación? ¿en los mediadores? ¿entre las partes? Confianza en el proceso: sin duda necesitamos que las personas que se sientan a la mesa “crean” que es posible trabajar de este modo para resolver la situación que los trae. Confianza en los mediadores: la llamamos legitimación de los profesionales que dirigen la mediación, que es necesaria para utilizar eficientemente las herramientas comunicacionales y técnicas de mediación para avanzar hacia la satisfacción de los intereses de ambas partes. Confianza entre las partes: suele ser lo más difícil. Pedirles a personas que se encuentran enfrentadas, que perciben la realidad diferente, que tienen objetivos aparentemente incompatibles y que usualmente tienen la lógica de ganar/perder, que tengan confianza (esto es, que “crean” en el otro) es una tarea muchas veces ciclópea. Por ello, es importante encontrar mecanismos fuera de las partes, que ambas reconozcan como objetivos, neutrales y eficaces para satisfacer sus intereses.
El caso nos llega con un pedido de mediación prejudicial obligatorio en el marco de la ley 10543. El conflicto estaba relacionado con la compraventa de un automotor: incumplimiento en la entrega. En la primera reunión pudimos notar que era un acuerdo entre vecinos que se conocían, que habían llevado adelante por sí solos las negociaciones previas y el acuerdo de venta. También rápidamente notamos una fuerte emocionalidad en los requirentes, quienes manifestaban haber sufrido una gran decepción y expresaron que el involucramiento de “terceras personas” (que entendimos era socio/pareja del requerido) fue, en gran medida, el desencadenante del reclamo por la vía prejudicial. Que llegarían hasta las últimas consecuencias para que se cumpliera el contrato, que debía completarse la operación, “honrar la palabra empeñada”. Por su parte, la persona requerida planteó que intentó cumplir en varias oportunidades, que de algún modo u otro los tiempos hicieron que los valores pactados no correspondieran a la realidad del momento y que la falta de concreción de la entrega y cancelación del precio fue responsabilidad de los requirentes, que actuaron sin considerar la situación que la pandemia de covid-19 causó en el devenir de sus negocios. Lo que quedó claro es que ambas partes no deseaban un juicio, que el contrato de compraventa se realizó entre personas que se tenían confianza entre sí y que esta confianza desapareció.
Logramos avanzar en los términos y condiciones de cumplimiento por parte de requirentes y requerido: el dinero que completaría el pago, la documentación que debía entregar cada uno de ellos al otro, las consecuencias posteriores a dichos intercambios… y llegó el momento de decidir dónde se llevaría a cabo la entrega del automotor y la recepción del dinero. Si bien transcurría la vida de nuestro país en condiciones de distanciamiento social preventivo y obligatorio, era imprescindible juntarse para concretar estas acciones.
La propuesta de los mediadores de hacerlo en las oficinas del Centro de Mediación fue rechazada porque era dificultoso el estacionamiento, la revisión del bien, la entrega del dinero, etcétera. Así las cosas, cada uno de ellos (recuerden que eran vecinos) propuso su respectiva casa. Aquí surgió claramente la desconfianza que se tenían. Cada uno insistía que fuera en la propia. Los giros discursivos tenían que ver con sus acciones previas, con la necesidad de sentirse seguros, con la preocupación de la participación de terceras personas…
Habíamos generado confianza en el proceso y confianza en los mediadores… entonces mi pregunta fue en relación a qué los haría sentirse seguros y confiados de que todo se hiciera tal como lo habíamos diseñado en el acuerdo de mediación. La respuesta al unísono fue que una de nosotras estuviera presente para el intercambio y aseguramos que así sería. Y luego, todavía trabajando con relación al lugar, mi comediadora (¡genia!) les propuso tirar la moneda. Esto es, que ella tiraría una moneda, cada uno elegiría un lado y según qué cara saliera iríamos a la casa de uno u otro. ¡Y aceptaron! La confianza en la mediadora logró zanjar esta dificultad.
Mucho estudiamos sobre técnicas y herramientas; sin embargo, a veces es la creatividad lo que necesitamos para resolver cuestiones prácticas que, sin modificar las cuestiones de fondo, facilitan avanzar hacia la satisfacción de los intereses de todos los involucrados. Pudimos (citando a Ury) separar las personas del problema, descubrir los intereses y generar opciones creativas para que pudiera concretarse un acuerdo. Acuerdo que ambas partes consideraron posible luego de trabajar fuertemente en varias reuniones conjuntas y privadas, generando confianza en el proceso y en las mediadoras. Mágicamente “tirar la moneda” evitó horas de cuestionamientos y estoy segura de que mucho tuvo que ver esa confianza generada.
(*) Abogada, mediadora
Muy ingeniosa la idea para poder avanzar hacia la resolución del conflicto.
Muy bueno! Fundamental crear confianza en el proceso y en los mediadores.
El proceso de mediacion es una trama que se va tejiendo hilo a hilo, los hilos de confianza en el proceso y en el equipo, posibilitaron el hilo del mecanismo procedimental que a su vez visibilizo el hilo de la interdependencia entre las partes . Felicitaciones por la trama creada!!
Me encantó! Gracias Gabriela!
Interesante planteo, definitivamente la creatividad es la clave. Nos permite Ver allí dónde todavía no hay.
Que idea genial