Liderar, conforme el Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española, es dirigir o estar a la cabeza de un grupo, de un partido político o similar.
Se trata de una de las más complejas formas de interacción entre uno o algunos respecto de muchos más. Mucho se ha escrito sobre el particular. Liderar es inspirar por medio de la coherencia, el respeto, la visión, la pasión, el coraje y el compromiso. Es también el arte de formar equipos, encontrar la persona justa para función o puesto. Tiene mucho de ajedrecista, pero también, de soñador y hasta de poeta. El líder de primera, el de verdad, no predica sino que actúa desde su dimensión humana para galvanizar las voluntades de los demás en torno de una determinada acción o idea.
Uno de los recaudos esenciales del liderazgo es la acción coherente. Nadie sigue a nadie, si no está antes seguro, si no de la idea que postula, de la persona que la enuncia.
Uno de esos ejemplos dentro de la pandemia global del covid-19 se halla dado por la carismática primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, quien acaba de anunciar que ella y su gabinete reducirán su salario durante los próximos seis meses, para contribuir a la reasignación de recursos por la pandemia. Donarán parte de la deducción a trabajadores.
“Es un reconocimiento de que cada persona y organización tiene su rol en la lucha común contra la covid-19 para salvar vidas”, indicó el miércoles pasado en un comunicado la primera ministra, quien ha sido elogiada por su gestión ante la pandemia. La medida forma parte de otras, destinadas en conjunto a paliar la crisis de los trabajadores neozelandeses.
No es tampoco un actuar aislado. Otros gobiernos, como el de Singapur o Tailandia, han decidido ceder parte de sus salarios en los últimos meses para la lucha contra la covid-19. En nuestra región se cuentan los presidentes de Uruguay, Ecuador, Perú y Costa Rica.
Tampoco es una práctica desconocida entre nosotros, durante la organización del Ejército de los Andes, probablemente una de las hazañas de logística militar más grandes de la historia, San Martín dispuso la reducción a la mitad tanto del salario propio como de los oficiales de mayor rango.
Con medidas como ésas y su liderazgo, logró algo impensado: casi de la nada, organizar en Cuyo, un lugar de nula experiencia militar, un ejército equipado y entrenado a la europea. Algo así como hoy organizar con un buen ingeniero espacial, una misión para ir a la luna, más o menos.
Queda a juicio del estimado lector, que tan lejos o tan cerca estamos con nuestros líderes del presente, del ejemplo dado en la historia por el Libertador.
Sea por casualidad o no, en la ciudad neuquina de San Martín de los Andes, a propuesta del intendente y con el apoyo del Concejo Deliberante, la planta política municipal redujo un 30 por ciento sus haberes en julio de este año, a fin de balancear la menor recaudación por el coronavirus.
Es muy reveladora la nota que el cuerpo envió al Ejecutivo, donde asimismo pidieron explicaciones de las cuentas municipales: “Vamos a sostener este gesto en tanto observemos que se vayan corrigiendo los desequilibrios presupuestarios”.
Como puede verse, se puede aun dentro de posturas antagónicas, encontrar un denominador común, sin dejar de sostener determinadas diferencias.
Ninguna sociedad está exenta de tener problemas y de tener que adoptar medidas extremas para enfrentarlos. Precisamente, el caso del covid19, ha sido uno de esos imponderables que requirió de decisiones extraordinarias que afectaron a los ciudadanos de muy variadas medias. Sin embargo, en nuestro país, no todas las administraciones (nacional, provincial o municipal) repartieron las cargas de la misma manera. Unos la han pasado mucho peor que otros. Hubo quienes no se vieron perjudicados en sus ingresos, -incluso lo mantuvieron sin tener que ir a trabajar-, mientras que otros -fundamentalmente, en la actividad privada- vieron mermar drásticamente sus ingresos económicos, incluida la pérdida de su fuente laboral.
En el fondo esto es más de lo mismo, independientemente de la situación especial que estamos pasando. Por un lado, un grupo, tocado por la varita mágica de los privilegios, y por el otro, otros que, por más es esfuerzo o empeño pongan deben enfrentar los acontecimientos casi sin ningún tipo de protección o consideración. Esto es, justamente, un trato desigual que nada se compadece con la tan declamada búsqueda de una sociedad igualitaria y solidaria que diariamente escuchamos de nuestros funcionarios y actores sociales.
(*) Abogado. Doctor en ciencias jurídicas
(**) Abogado. Doctor en derecho y ciencias sociales