Por Florencia Rusconi de Agopian (*)
Al momento de escribir esta nota, Armenia y Azerbaiyán acordaron nuevamente una tregua humanitaria que regirá desde el 18 de octubre. El acuerdo de alto el fuego anterior entre ambos países, en vigencia desde el 10 de octubre pasado para la zona, ha sido reiteradamente vulnerado por ambas partes en conflicto. Según explica el texto, la decisión se tomó tras las declaraciones de los presidentes de Rusia, Francia y EEUU —que copresiden el Grupo de Minsk (OSCE)— del 1 y del 5 de octubre, y también de conformidad con la declaración de Moscú del 10 de octubre.
Aunque nadie lo confirma ni lo niega, Armenia afirma que dispone de información que apunta a que, además, tropas turcas están llegando a Najichevan. Fuentes de la oposición armada siria contactadas por el AsiaNews dicen que Turquía ha enviado 4.000 mercenarios sirios del Estado Islámico (Isis) para luchar contra los armenios de Nagorno Karabaj. El salario es de 1.800 dólares estadounidenses mensuales, por una duración de tres meses.
La noticia del envío de esos mercenarios sirios por Turquía también fue confirmada por el Observatorio de Derechos Humanos en Siria, con sede en Londres, y corroborada por varias cancillerías occidentales y por la inteligencia rusa.
Así las cosas, Azerbaiyán es el petro-Estado menos conocido del mundo.
Armenia y Azerbaiyán se encuentran entre Europa y Asia, en una zona comprendida entre los mares Negro y Caspio, delimitado por la cordillera del Cáucaso. Su valor geoestratégico interesa mucho a los países vecinos, tanto Rusia como Europa, sobre todo por los yacimientos de gas y petróleo controlados por Azerbaiyán que alberga el mar Caspio.
La estabilidad territorial tiene un gran motivo económico. El petróleo y el gas que provienen de Rusia, de Azerbaiyán y del Caspio interesan mucho a Turquía y a Europa. Concretamente, en el fondo del Caspio se ubican dos gigantescos yacimientos de hidrocarburos que atañen a Azerbaiyán: Azerí-Chirag-Gunashli y Shaj-Denis.
¿Un nuevo genocidio?
“No permitiremos que Turquía perpetre un genocidio de armenios por segunda vez”, expreso el primer ministro armenio, Nikol Pashinian, recordando los acontecimientos de 1915, cuando las poblaciones de Armenia occidental, hoy Anatolia turca, fueron arrasadas o expulsadas de su tierra ancestral. En una conversación con la canciller alemana Angela Merkel, el primer ministro armenio discutió extensamente las causas y desarrollos de la guerra.
Pashinian pidió que Turquía fuera neutralizada para evitar una ampliación no deseada de la guerra.
Importante en este caso y en este momento del conflicto es la acción del presidente turco, que revela la actitud estratégica que ha diseñado, que se conoce como “neootomanismo”, que incluye la intervención en todos aquellos conflictos y espacios que correspondían al Imperio Otomano; es así como lo vemos en Libia, en Siria, en el Mediterráneo y ahora presionando al grupo de Minsk para que, después de 28 años, resuelva el problema.
Esta actividad turca también ha obligado a otras potencias a actuar, y es así como el presidente ruso, Vladímir Putin, convenció al presidente azerbaiyano, Ilham Alíev, y al primer ministro armenio, Nikol Pashinián, de la necesidad de enviar a Moscú a sus jefes diplomáticos a reunirse con el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Sergey Lavrov, para alcanzar un alto el fuego humanitario en la zona.
Otro aspecto relevante en esta mediación es que el proceso humanitario de entrega de prisioneros, fallecidos y detenidos será acompañado por los copresidentes de los países del Grupo de Minsk de la OSCE, después de que tanto Armenia como Azerbaiyán conformaron el formato de la mediación internacional.
Estas actuaciones diplomáticas reflejan un tercer contenido, que es necesario tener a la vista: la política exterior de Rusia y Turquía en tanto potencias regionales. Estos actores perciben el mundo como un ente multipolar, validan la posición de potencia mundial de China y restan presencia a Estados Unidos.
En consecuencia, será interesante revisar la progresión del conflicto en un espacio de especial relevancia para Rusia por haber sido parte del espacio geopolítico de la URSS; para Turquía, por ser parte del nuevo modelo neootomanista de Erdogan; de Europa, por los efectos en el abastecimiento energético; de la OTAN, por estar uno de sus miembros en el límite de la zona de conflicto; y para EEUU, por ser un área próxima a las zonas de conflicto en Medio Oriente y ser integrante del grupo de Minsk.
Debemos señalar que abordar o mediar este tipo de conflictos, conocidos también como “conflictos congelados” por su latencia en el tiempo y por ser articulados por actores con cosmovisiones e intereses divergentes, tanto regionales como globales (Turquía y Rusia), es cada vez más complejo,. Ello deja a Rusia en una posición inmejorable para convertirse en el actor clave que podría apaciguar una vez más la crisis producto de su mediación, en consonancia con su estrategia de mantener su poder e influencia en la zona.
Rol de la ONU
A poco más de un siglo de iniciada la Primera Guerra Mundial, los vientos que soplan desde la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y de su Consejo de Seguridad dejan claro que la humanidad no ha podido superar la tensión entre la guerra y la paz. Insuficientes han resultado dos guerras mundiales, una guerra fría y una guerra global contra el terrorismo para vislumbrar la paz y el desarrollo de forma permanente y plena en el mundo. La organización muestra hoy signos de inoperancia y disfuncionamiento para resolver conflictos entre actores (Estados) internacionales
De igual forma, insuficientes han resultado la creación de un orden multilateral en la seguridad (ONU), el sistema financiero internacional (FMI y BM), el desarrollo y la integración regional, por referir algunos (América del Norte, Unión Europea y Asia-Pacífico) para atenuar la sombra de la confrontación militar, ideológica y religiosa en el siglo XXI y, menos aún, el de la pobreza y la injusticia.
En la actualidad no existe una superpotencia o estructura multilateral capaz de generar orden y cooperación en las zonas en conflicto sin el recurso de la fuerza. Tensiones regionales que cuestionan la fortaleza de un sistema internacional en acecho: Israel-Palestina, Rusia-Ucrania, el Estado Islámico, las dos Coreas, Armenia-Azerbaiyán- Artsaj, sacuden las coordenadas de un mundo incierto y asisten al resquebrajamiento de los límites transfronterizos.
Sin embargo, no hay que olvidar que los conflictos también se instrumentalizan, es decir, sirven a propósitos declarados y no declarados para la consecución de fines propios. La trama del Cáucaso parece seguir ese camino. Visto así, es posible que con la mediación del Grupo de Minsk vuelva a entrar a un estado de latencia hasta que nuevamente se active, coadyuvando (sin que ésa sea su pretensión original) al logro de objetivos geoestratégicos de los actores con intereses en la región.
(*) Abogada. Docente jubilada de la cátedra de Derecho Internacional Público, Facultad de Derecho, UNC